Dos amigos descorazonados caminaban fatigosamente hacia casa.
Solo unos días antes, esperaban con ansias la fiesta de la Pascua y se preguntan qué haría el joven rabí. ¿Asistiría a las fiestas su amigo Lázaro de Betania, aquel a quien Él había resucitado? ¿Habría más sanidades? ¿O más altercados con el sistema religioso establecido?
Los líderes religiosos temían la popularidad del hombre de Nazaret. Se susurraban rumores de amenazas de muerte. Pero Cleofás y su compañero pensaban que habían visto en El, un motivo de esperanza. Hasta se atrevieron a pensar que Él podría ser el Esperado. Aquel que arreglaría todas las cosas.
Pero ahora la oscuridad penetró la esperanza. Pensamientos confusos se repetían uno tras otro de manera recurrente con dolorosos recuerdos. El giro inesperado de los eventos, y el horror de ver a Aquel a quien ellos esperaban que fuera su redentor, colgando como un criminal despreciable, los llevaba a casa con una profunda tristeza.
El viaje de siete millas de regreso a Emaús les permitió desahogar su dolor pero las palabras no salían con facilidad.
Sus corazones estaban cautivos por la desesperación cuando alguien más se les unió. El conversador vino junto a ellos para compartir sus cargas y hacerles una pregunta.
Tal como lo hace conmigo, Él caminó con ellos y escuchaba todo lo que ellos le comentaban. Y de una manera como solo Él puede hacer, tiernamente reprendió la duda con una pregunta que perseguía llevar sus corazones a la verdad:
«¿No era necesario que el Cristo padeciera todas estas cosas y entrara en su gloria?» (Lucas 24:26)
¿Necesario?
Para arreglar todas las cosas, para revertir la maldición, para obtener nuestra redención… la cruz era necesaria.
La cruz era necesaria… para que un día no haya más dolor.
La cruz era necesaria… para que un día no haya más lágrimas de tristeza.
La cruz era necesaria… para que un día no haya más dolorosa soledad.
La cruz era necesaria… para que un día no haya más cáncer que corrompe el cuerpo.
La cruz era necesaria… para que un día no exista aquello que llamamos sufrimiento.
La cruz era necesaria… para que un día no exista esa cosa llamada pecado.
La cruz era necesaria… para que la voluntad del Padre se cumpliera.
La cruz era necesaria... para que podamos conocerlo a Él y glorificarlo.
Cuando Cleofás y su amigo dejaron Jerusalén, todo lo que pudieron ver fue la pérdida de un sueño, el final de una esperanza. Ellos no podían ver más allá de su dolor. No reconocían que la cruz era parte del plan. La cruz era realmente la respuesta a todas sus preguntas y a cada cuestionamiento que jamás haya sido pronunciado por nuestra carne caída.
En la medida en que el Dador de vida se explicaba a Sí mismo y los llevaba a través de las Escrituras para que sus ojos fueran abiertos y reconocieran a Jesús…se inició un fuego. Sus corazones ardían. El conocimiento de Quién era El, se encendía dentro, y no podían contener lo que ahora habían entendido y tenían que decirlo a todos.
¡Jesús se levantó de entre los muertos y está vivo! En la medida en que celebras Su resurrección esta semana, que tu corazón arda en llamas. Que compartas con otros por qué la cruz era necesaria… ¡para ti!
¿Cómo ha sido cambiada tu vida por la cruz y Su resurrección?
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