El año pasado, mientras nuestra familia disfrutaba de un tiempo de vacaciones, mi tierno esposo tuvo el cuidado de descargar varias de nuestras canciones favoritas que habíamos escuchado durante nuestros años de noviazgo. Algunas no las había oído en las últimas dos décadas.
Una noche cuando los seis miembros de nuestra familia nos acomodábamos en el miniván para dar un paseo, Ben encendió el iPod. En apenas unos segundos me llené de nostalgia, transportada a otro tiempo y lugar -una caminata por el campus universitario mientras gotas de helado corrían por mi brazo¸ el primer y último juego de futbol de mi esposo; el dolor de nuestra ruptura.
De repente una vocecita en el asiento trasero me devolvió a la realidad, comentando acerca del tipo de casa en que le gustaría vivir. Una, cerca del lago; aparentemente. “Y a mí me gustan las calzadas con círculos. Mami, ¿a ti te gustan las calzadas con círculos? Mi esposo me miró sonriendo y sugirió “Quizás debes colocarte los audífonos.”
El poder de los recuerdos
Recordar puede llevarnos a hacer una pausa en nuestras vidas ocupadas. Una canción nos lleva al pasado. Una fotografía de un viejo amigo trae a la memoria momentos de risa y conversaciones de corazón a corazón. El olor de la lasaña en el horno nos transporta a la casa de la abuela en la cena de Nochebuena. Aunque fuéramos ocho.
Las memorias también pueden ayudarnos a ver cómo Dios teje Su perfecto plan para nuestras vidas. En medio de una prueba difícil, puede ser duro reconocer lo que Dios está haciendo. Pero a posteriori se vuelve más cercano a una visión 20/20; y tomar tiempo para recordar y reflexionar en cómo Dios ha obrado en nosotras, aun en medio de nuestros retos, puede fortalecer nuestra fe en Dios quien conoce el principio y el fin.
Sin embargo, cuando las cosas van bien, con frecuencia dejamos de recordar y rápidamente nos olvidamos de Dios. Sobrecargamos nuestra agenda y lo dejamos a Él, fuera. Y nos hacemos tan diestras en correr nuestro pequeño mundo que en realidad lo dejamos a Él detrás, imaginando que podemos manejar por nosotras mismas, cualquier cosa que se nos presente. Cuando llegamos ahí, estamos en un lugar peligroso.
Recuerda Quien te trajo aquí
En el libro de Deuteronomio, Moisés se dirige a los israelitas poco antes de entrar a Canaán bajo el liderazgo de Josué. Cuarenta años vagando en el desierto han conducido a Israel a este lugar, y ahora Moisés está preparándolos para vivir fielmente en la Tierra Prometida, en cumplimiento de la promesa de Dios. En el capítulo 8, los insta a que siempre recuerden Quién los trajo hasta aquí, en primer lugar:
“Cuídate de no olvidar al Señor tu Dios dejando de guardar sus mandamientos, sus ordenanzas y sus estatutos que yo te ordeno hoy; no sea que cuando hayas comido y te hayas saciado, y hayas construido buenas casas y habitado en ellas, y cuando tus vacas y tus ovejas se multipliquen, y tu plata y oro se multipliquen, y todo lo que tengas se multiplique, entonces tu corazón se enorgullezca, y te olvides del Señor tu Dios que te sacó de la tierra de Egipto de la casa de servidumbre” (versículos 11–14).
Hambre saciada, casas hermosas y dinero en nuestros bolsillos pueden ser una verdadera tentación a que nos olvidemos del Señor, por eso Moisés, con solemnidad, recuerda a los israelitas, la milagrosa liberación de Dios en sus vidas. Cualesquiera bendiciones materiales que ellos pudieran recibir, desde alimentos hasta casas y ganados o dinero, no eran más que un regalo del Señor. Si los israelitas no eran cuidadosos en guardar los mandatos de Dios, corrían el riesgo de olvidarse de Él, el Único Dador de todas sus bendiciones.
La tentación que los israelitas iban a enfrentar era que “su corazón se enorgullezca”, atribuyendo su prosperidad a su propia fuerza y poder (v. 17). El orgullo y la autosuficiencia nos colocan en una espiral descendente que nos puede llevar a diversas formas de pecado e idolatría, con serias y funestas consecuencias, “si alguna vez te olvidas del Señor tu Dios, y vas en pos de otros dioses, y los sirves y los adoras, yo testifico contra vosotros hoy, que ciertamente pereceréis” (v. 19).
Dios quiere que Lo recordemos—Quién es Él, lo que ha hecho y lo que nos ha prometido—tanto en los buenos tiempos como en los malos.
Recuerda Su fidelidad
Durante los tiempos difíciles de nuestra vida, le hace bien a nuestra alma recordar la fidelidad de Dios. Hay tiempos de temor, ansiedad y dudas en los cuales somos tentadas a olvidarnos del Señor y tratar de resolver los problemas por nosotras mismas (para mí, muchas veces significa mantenerme despierta por las noches, imaginando diferentes escenarios). Darles riendas sueltas a nuestros pensamientos solamente da lugar a más dudas y desesperación. Pero recordar intencionalmente la fidelidad de Dios con nosotras y Sus promesas nos trae paz y descanso.
Durante el discurso de preparación de Moisés a los israelitas antes de entrar a la Tierra Prometida, él les recordó que destruyeran las demás naciones en esa tierra, para evitar que los condujeran a servir a otros dioses (Dt. 7:1–4). Parecía que él anticipaba el temor que podría arropar los corazones de los israelitas cuando empezaran a conquistar su nueva tierra. Y Moisés dirigió ese miedo combatiéndolo con la espada de recordar la fidelidad de Dios.
“Si dijeras en tu corazón: “Estas naciones son más poderosas que yo, ¿cómo podré desposeerlas?”, no tengas temor de ellas; recuerda bien lo que el Señor tu Dios hizo a Faraón y a todo Egipto: las grandes pruebas que tus ojos vieron, las señales y maravillas, y la mano poderosa y el brazo extendido con el cual el Señor tu Dios te sacó. Así el Señor tu Dios hará con todos los pueblos a los cuales temes.” (Dt. 7:17–19).
Maneras para ayudarte a recordar
Recordar las maneras cómo Dios te ayudó y te liberó en el pasado te darán gracia para confiar en Él mañana. A continuación, algunas formas simples que te ayudarán en la disciplina de recordar:
- Lleva un diario. El sencillo acto de escribir regularmente tus temores, decisiones, esperanza para el futuro, memorias de cómo Dios te condujo, sirve como un archivo de memorias de la fidelidad de Dios. Amo revisar mi diario y ver cómo Dios ha intervenido y respondido mis oraciones.
- Descansa. En nuestro mundo de agendas sobrecargadas se necesitan momentos intencionales para verdaderamente pensar, orar y reflexionar en cómo Dios ha obrado en tu vida. No temas agendar periodos de descanso en tu semana.
- Comparte. Dios nos ha dado a todas cierta esfera de influencia, personas en nuestra vida que nos aman y nos cuidan. Comparte historias de la fidelidad de Dios con tu familia, amigos y compañeros de trabajo. Estimula su fe compartiendo tu propia historia.
- Ora. Pide al Espíritu Santo que abra tus ojos a las oraciones que han sido respondidas y a otras maneras en que Dios se ha mostrado fiel en tu vida.
- Estudia la Palabra de Dios. ¿Qué mejor manera de ver la fidelidad que a través de las promesas incrustadas en la Palabra? Aumenta tu fe, aumentando el tiempo que dedicas a estudiar la Biblia, pide a Dios que te ayude a ver Su fidelidad a través del tiempo y de la eternidad.
Tomar tiempo para reflexionar en la fidelidad de Dios – en nuestra niñez, nuestros matrimonios, nuestros trabajos, nuestras esperanzas y nuestros sueños—puede ser una manera poderosa de que Dios fortalezca y moldee nuestra fe. Mientras recordamos cómo Dios nos condujo, proveyó y protegió en el pasado, podemos confiar que Él será fiel mañana.
Dios, Tú has sido fiel en el pasado y lo serás en el futuro. Tanto en las buenas como en las malas, danos gracia para recordar cómo has obrado en nuestras vidas. No permitas que olvidemos la abundante misericordia que has derramado sobre nosotras y aumenta nuestra fe.
¿Cómo puedes crecer en tu fe y confiar en Dios mientras recuerdas? ¿Cuál es una manera práctica como empezarás la disciplina de recordar a partir de hoy?
Este post es un extracto del nuevo libro de Stacy, Wilderness Wanderings: Finding Contentment in the Desert Times of Life (disponible solo en inglés)
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