Cuando mi esposo yo estábamos en la universidad, pertenecíamos a la misma iglesia. Regularmente me encontraba conversando con mujeres mayores que yo. Mi esposo (quien en esa época solo era un amigo) compartía más con los muchachos. Yo pensaba que él era demasiado cómico; y para él, yo era demasiado seria.
La verdad es que yo siempre he querido ser de más edad que la que tengo (solo tienes que preguntarle a mis amistades de la niñez). Siempre me sentía orgullosa de que se me considerara “madura”. A menudo mis amigas eran mayores que yo. Siendo perfeccionista la mayor parte de mi vida, quería crecer porque pensaba que cometería menos errores, conocería más y tendría más experiencia. No quería fallar. Y definitivamente quería terminar la carrera siendo fuerte.
Eso suena maravilloso excepto que en la medida en que me hago mayor he podido ver cuán débil soy en realidad:
- En mi soltería, luché por estar gozosa y sin temor mientras enfrentaba la soledad y anhelos insatisfechos.
- Al casarme y mudarme lejos de mi familia, país y hogar, luché con inseguridad y celos.
- Con relación a la maternidad pasé por depresión postparto. Estaba impresionada al descubrir que mi fe no era tan fuerte como yo pensaba.
- Al cambiar de país, he visto cuán demandante, falta de fe, orgullosa y egocéntrica soy.
Lloré cuando escuché hablar a Susan Hunt en la conferencia Revive ‘17 sobre terminar bien la carrera (hazte un favor a ti misma y escúchala; ¡es preciosa!) diciendo “Terminar fuerte significa terminar débil”. Esto es tan poco intuitivo a la manera en que naturalmente pienso. Para mi carne, terminar débil da la apariencia de fracaso.
En la medida en que me he vuelto más consciente de mi debilidad, he descubierto un temor al fracaso arraigado en mi corazón. Pero mientras medito en la relación del Padre y el Hijo, he encontrado la confianza que necesito para superar ese miedo.
El deleite del Padre
Justo antes de que iniciara el ministerio público de Jesús, el Padre habló estas palabras en Su bautismo, “Este es mi Hijo amado en quien me he complacido”. Mateo escribe esas palabras e inmediatamente después el Espíritu dirigió a Jesús a ser tentado. En la primera tentación Satanás atacó Su relación con su Su Padre. “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan”. La respuesta de Jesús fue “Escrito está: “No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” (Mateo 4:4)
Fortalecido por las palabras que acababan de salir de la boca de Dios “éste es mi Hijo Amado en quien me complazco”, Cristo venció la tentación. Estoy tan agradecida por la intención del Espíritu de conectar ambas historias. Él quiere que sepamos que Jesús vivió toda su vida terrenal, incluyendo cómo enfrentó la tentación, enraizado en las palabras de deleite y amor de Su papá.
El deleite del Padre no dependía del desempeño de Su Hijo. El ministerio de Cristo no estaba dirigido por el temor al fracaso sino por una confianza inconmovible en Su Padre. Su dependencia en Su Abba, como la de un niño, era tal que pudo entregarse a Sí mismo a Su Padre y terminar Su ministerio terrenal de la manera más débil posible a los ojos humanos. Pero amado por su Papa, Cristo sabía que eso no era verdad. Él estaba seguro del compromiso que el Padre había hecho de sostenerlo y que no lo dejaría en la muerte (Hechos 2:27-28).
Una pequeña sombra
Hace poco tuve a mi tercer hijo…y simplemente adoro a mi recién nacido. No lo amo por nada que él hace. Lo que lo hace más adorable es lo indefenso que él es. Lo amo solo porque es mío.
Mi amor por mi hijo no es más que una pequeña sombra del amor del Padre por mí:
…los que habéis sido llevados por mí desde el vientre,
cargados desde la matriz.
Aun hasta vuestra vejez, yo seré el mismo,
y hasta vuestros años avanzados, yo os sostendré.
Yo lo he hecho, y yo os cargaré;
yo os sostendré, y yo os libraré.
Isaías 46:3-4
¿Por qué pienso que debo crecer? Mi Papito en el cielo me dice que de la misma manera que una madre carga y sostiene la vida de su pequeño, indefenso y necesitado recién nacido, Él me sostendrá y cargará durante mi vida.
Contenta con ser pequeña niña
Susan terminó su mensaje preguntando ¿qué se siente ser una mujer anciana? Con brillo en sus ojos, ella respondió:
“Es como ser una pequeña niña muy feliz, muy cansada y muy dependiente, cargada en los brazos de su padre. Y llama a sus amigas “Miren qué grande y fuerte es mi papi”. Y ella sabe que cuando se duerma en los brazos de su Padre, despertará en casa”.
Cristo vivió con la confianza de un niño y me capacita a hacer lo mismo. Caminar bien y terminar bien es nunca superar mi necesidad y gloriarme incesantemente en el poder de mi Sostenedor. En la medida en que miro hacia adelante a la crianza de mis hijos, el aprendizaje de un idioma difícil, los retos ministeriales a enfrentar, mi debilidad y sí, también mi fracaso, me mantengo firme en mi confianza. Me glorío en ser solo una pequeña niña – la pequeña niña de mi Padre.
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