Hasta hace poco solía ir al supermercado todos los lunes y en varias ocasiones me encontraba allí con una hermana muy querida de mi iglesia con sus hijos pequeños. Debo decir que los domingos en la iglesia me parece admirable su labor con esos tres pequeños porque son dinamita, y no es solo por usar un término, esos niños son asombrosamente enérgicos y felices. Pero mi admiración pasó a otro nivel cuando la vi sola con ellos en el súper.
Me preguntó que cómo estaba y dije impactada: ¡Disfrutando mi soltería! Y eso es cierto... Solo que además, la estoy mirando y sé que no soy la única. Y debo decir lo que veo, me siento casi en la obligación de hacerlo porque es de suma importancia.
§ Veo una mujer lo suficientemente rendida para dar sus fuerzas a esos pequeños y no a sus anhelos egoístas. Veo a Cristo triunfando.
§ Veo una mujer más valiente que la CEO de cualquier empresa, cuya función va más allá de verse linda y mandar, tiene que ver con ser y transformar la vida de esos pequeños (y créanme que no hay clientes más difíciles).
§ Veo una mujer TAN FUERTE que es capaz de dominar su carácter y hablarle con ternura a su hijo de tres años mientras empuja el carrito alocadamente por el súper.
§ Veo una mujer que trasciende, que toca el futuro aún sin saberlo al usar sus horas en el mañana de nuestra nación, sus pequeños.
§ Veo una mujer de fe, porque ciertamente no ve los resultados y prosigue al blanco.
§ Veo una mujer inteligente, tanto como para rendirse al diseño de Aquél que todo lo sabe.
Y podría seguir abundando más y más y más... Pero no quisiera terminar esta entrada sin recordarles que las vemos y en lo más profundo de nuestro corazón las aplaudimos y solo podemos imaginar lo difícil que puede llegar a ser, pero no se rindan, no se cansen de hacer el bien, pues a su tiempo segarán si no desmayan. ¡Cobren ánimo y sigan su admirable carrera, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de nuestra fe!
Las estamos mirando... ¡Gracias por enseñarnos con sus vidas qué es lo verdaderamente importante!
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