Un virus microscópico ha paralizado el mundo. El gobierno tiembla atemorizado y la economía mundial se ha desplomado. Muchos están confinados en sus casas para no ser alcanzados por este virus y el futuro es incierto ante nosotros.
Sin embargo, aunque enfrentamos un tiempo de adversidad, debemos aquietar nuestros corazones, para así considerar en qué suelo estamos parados.
Durante todas las generaciones, el Dios de los cielos ha hablado. La creación ha declarado su poder y su hermosura; el Hijo, el logos de Dios, bajó del cielo encarnado; y su Palabra escrita hoy se sigue predicando, a fin de enderezar nuestros corazones alejados y extraviados de Dios. El problema es que somos tan independientes y autoinsuficientes que no queremos escucharlo.
Muchos se preguntan dónde está Dios en medio de estos tiempos difíciles. La respuesta es sencilla: Él está en su trono eterno, donde siempre ha reinado, solo que nosotros le hemos puesto de lado.
En este mundo extraviado, corrupto, cruel y muchas veces inhumano, Dios está usando «el megáfono del dolor», a ver si en esta ocasión hacemos caso a su voz. Sí, lo que hoy estamos viviendo son «dolores de parto», los cuales anuncian que algún día, quizá no muy lejano, el Sol de Justicia vendrá a juzgarnos.
Probablemente, muchas personas se burlan hoy de Jesús, pero si tomaran la Biblia en sus manos se darían cuenta que todo lo que ha sido profetizado sobre el Mesías ha sido cumplido. Ese día se acerca y lo esperamos con ansias, el día en que el Redentor venga a gobernar en la tierra y los cielos sean renovados.
Hermana de la Palabra, hoy más que nunca el mundo necesita ver nuestro amor desplegado, nuestras antorchas alumbrando y nuestros corazones predicando el glorioso evangelio de Jesucristo, el que conquistó la muerte y el infierno.
A ti, amigo o amiga, que lees esto y no crees en la Palabra o que confías en otros dioses: si quieres ser llamado(a) hijo(a) del Dios soberano, te invito a que toques a su puerta, pues con brazos abiertos Él espera al que reconoce su pecado y le busca de corazón.
«Oh Señor, he oído lo que se dice de Ti y temí. Aviva, oh, Señor, Tu obra en medio de los años, en medio de los años dala a conocer; en la ira, acuérdate de tener compasión». Habacuc 3:2
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