Lo más natural para mí, es pensar en todos los ajustes e inconvenientes que trae consigo el hospedar; sin embargo, si creo en la Palabra de Dios, creeré también que hay bendición en hacerlo.
La hospitalidad es una característica divina en la cual debemos enfocarnos y procurar practicar. Pedir a Dios que nos ayude a ser como Él, disfrutando poner la vida por otros.
Hoy te invito a pensar en:
¿Qué aspectos debemos EVITAR al considerar la Hospitalidad?
Hacer esta buena obra para ser vistas por los hombres. Recordemos que siempre debemos vigilar las intenciones del corazón al hospedar, discernir si se hace para ser visto, admirado y aplaudido por los demás o para mostrar una apariencia de piedad, esa será la “recompensa” (Mt. 23:5, 6:2).
Que el gozo y la satisfacción dependa del número de personas que se hospeda y sirve. Si tu gozo no está en Cristo, sino en lo que “haces por Él o para otros” entonces esa buena obra está en el lugar incorrecto, sin importar cuántas veces la hagas, nunca estarás satisfecha.
Condenar a quien no hospeda. Ro. 12:13 nos menciona sobre la importancia de compartir para las necesidades de otros, es una manera en que como creyentes podemos mostrar el amor; sin embargo, no debemos condenar a aquellos que no lo hacen sino enfocarnos en hacer nuestra parte y animar a los demás a hospedar, pero no condenarlos o pensar que son menos espirituales por no hacerlo.
Poner primero a los huéspedes que a la familia. La Palabra menciona que es agradable delante de Dios primero mostrar piedad para con nuestra propia familia (1 Ti. 5:4, 8) si hay más esfuerzo y entusiasmo en atender huéspedes que a la propia familia, se debe comenzar a poner las prioridades de la vida en orden.
Hacerlo por tradición u obligación. Dios bendice al dador alegre, al abrir las puertas de tu casa y de tu vida a otra persona, estás dando de tu tiempo, dinero y esfuerzo. Si no hospedamos con alegría puede ser que sigamos siendo de ayuda para las personas hospedadas, pero quizá nos quedemos sin la bendición de Dios.
Hacer acepción de personas. Generalmente preferimos a las personas que nos caen bien, que nos son agradables, conocidos, disfrutables. La Palabra elogia cuando nos conducimos fielmente prestando algún servicio a los hermanos, en especial a los desconocidos (3 Jn. 5) esa aclaración me asombra.
Aun queriendo hacer la voluntad de Dios, me doy cuenta de lo inmersa que estoy en esta cultura egocéntrica, tiendo a enfocarme en lo mío y olvidar que hay otras personas a las cuales puedo tener la bendición de atender y servir. Que por temor a equivocarnos no perdamos la bendición de mostrar hospitalidad.
El que en He. 13:2 mencione que no nos olvidemos de la hospitalidad, es porque tendemos a hacerlo (yo reconozco que lo olvido). Quizá como a mí, también te resulte más común o sencillo enfocarte en otro tipo de buenas obras, aun así no debemos olvidar la hospitalidad.
Me pregunto cuántas veces habremos rechazado la oportunidad de hospedar ángeles porque nos ha parecido imposible o poco oportuno en ese momento.
Este pensamiento de John Piper me conmovió en gran manera:
“La gracia es la hospitalidad de Dios dando la bienvenida a pecadores; no por la bondad de ellos, sino por Su gloria. Debemos nuestra vida eterna a la gracia, misma que es la disposición de Dios de glorificar Su libertad, poder y riqueza mostrando hospitalidad al pecador”.
¿Seremos hospitalarias como Él?, ¿buscaremos pretextos para no serlo? o ¿lo haremos mal, a nuestra manera?
Oremos que ante la próxima oportunidad, podamos obrar conforme a Su ejemplo.
Día 24. Toma el Viaje de los 30 días a través del Manifiesto de una Mujer Verdadera y recuerda siempre la importancia de la hospitalidad.
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