Día 4: ¿Estas arraigada en el evangelio?
«Ahora les hago saber, hermanos, el evangelio que les prediqué, el cual también ustedes recibieron, en el cual también están firmes, por el cual también son salvos, si retienen la palabra que les prediqué, a no ser que hayan creído en vano». 1 Cor. 15:1-2
Todas tenemos una historia de cómo conocimos el evangelio. Escuchar las buenas nuevas fue algo maravilloso para mí. Dios abrió los ojos de mi corazón y, por primera vez, me vi pecadora, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Fue así, huyendo de la ira de Dios y con temor a una condenación eterna, que entendí que Cristo era mi vida, todo lo que necesitaba y mi salvación.
Sin embargo, aunque estaba convencida de que era una nueva criatura, fue fácil caer en el engaño y en la confusión de querer añadir cosas a mi fe.
Reglas, reglas y reglas. Reglas para vestir, para ser mejor cristiana, para ser mejor esposa y mejor mamá, para convertir a mis hijos, para amar a los hermanos… Sí, muchas de ellas eran cosas buenas, pero ninguna podía sustituir a Cristo. Y si eres como yo, muy pronto volverás a vivir como esclava, olvidando que ya has sido libertada por medio del precioso evangelio.
El término arraigadas nos habla de estar enraizadas, firmemente plantadas; pero ¿en qué?, ¿qué es el evangelio?
El evangelio es la buena noticia de que hemos muerto con Cristo a la vieja vida y hemos sido resucitadas por fe a una nueva vida. Hemos sido perdonadas por completo. El acta de todos nuestros pecados fue clavada en la cruz, pues Cristo cumplió a la perfección lo que yo no podía hacer.
Déjame decirte que Cristo es todo lo que necesitamos. Y tú y yo debemos recordar todos los días el evangelio por el cual fuimos salvas. Gracias al evangelio de la gracia de Dios en Cristo, podemos vivir en la libertad con que Cristo nos hizo libres.
Entonces, la pregunta es: ¿cómo podemos mantenernos arraigadas en el evangelio de Cristo?
Permanece en ese lugar donde nadie te ve, pero puedes contemplar la belleza de Cristo en una relación de intimidad con Él a través de su Palabra. Y permanece en oración, pidiendo que sean abiertos tus ojos a las cosas de arriba donde está Cristo sentado. Recuerda que nuestras raíces deben estar cada vez más profundamente plantadas en la salvación tan grande que Él ha comprado para nosotras.
Reflexiona:
- ¿Dónde estás arraigada?
- ¿Hacia dónde crecen tus raíces?
Motivos de oración:
Por los expositores y la predicación de la palabra de Dios.
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