Si frecuentas este blog, seguro que estás familiarizada con Tito 2:
«Asimismo, las ancianas deben ser reverentes en su conducta: no calumniadoras ni esclavas de mucho vino, que enseñen lo bueno, que enseñen a las jóvenes a que amen a sus maridos, a que amen a sus hijos, a ser prudentes, puras, hacendosas en el hogar, amables, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada» Tito 2:3-5.
Últimamente, hemos publicado sobre el significado de este pasaje para las mujeres creyentes y la iglesia. Estoy agradecida con Dios por tanta instrucción excelente que me ayuda a entender las indicaciones de Pablo sobre la relación entre las hermanas de la iglesia.
Esto me ha hecho mirar mi propio corazón y notar obstáculos. Al considerar mi vida y las relaciones de las mujeres que me rodean, entiendo que no siempre practicamos lo que se nos enseña. En esta publicación quisiera que pensaramos en algunas de las actitudes y prejuicios en nuestro corazón que, como mujeres mayores, nos impiden practicar este pasaje.
Es cierto que las mujeres jóvenes tienen su parte y responsabilidad en cumplir este pasaje, y por esa razón también hemos escrito algo para ellas. Si te consideras más una mujer joven, o entiendes que entras en ambas categorías en diferentes relaciones, quizá te interese leer esta publicación también.
¿Estarías dispuesta a considerar si alguno de los siguientes puntos te describe?
1. Ignorancia del mandato bíblico
Muchas mujeres creyentes no entendemos este pasaje con claridad. Puede que nunca hayamos escuchado una predicación o enseñanza fiel sobre él. Desconocemos que esta es una responsabilidad de todas las hermanas de la iglesia. Suponemos, quizá, que va dirigido solo a las esposas de pastores y líderes, pero no a cada hermana de la iglesia. A veces, simplemente no sabemos en qué categoría cabemos, en «anciana» o en «joven». Sea cual sea la razón, hay una ignorancia espiritual que nos ha dejado inconscientes de nuestro deber hacia nuestras hermanas en Cristo. ¿Estarías dispuesta a estudiar este pasaje y pedirle a Dios que te dé una comprensión correcta de su significado espiritual?
2. Perspectiva deficiente sobre la vida cristiana en la iglesia
Muchas mujeres cristianas fallamos gravemente en entender y aceptar que el medio normal que Dios tiene para hacernos crecer es la iglesia y las relaciones que tenemos en ella. Parte del proceso que Dios estableció para cada uno de sus hijos es que seamos miembros de un cuerpo local de creyentes donde rendimos cuentas, recibimos confrontación e instrucción, y aprendemos al observar ejemplos. Por lo que leemos en Tito, es muy importante que entre esas relaciones existan las de mujeres con mujeres de diferente edad y madurez, enseñando y aprendiendo a través de sus vidas. ¿Aceptas que, en tu iglesia local, tus hermanas en Cristo son un don de Dios para tu vida espiritual, y que debes fomentar esas relaciones?
3. Pereza
Amamos nuestra comodidad y tiempo libre. Queremos andar con las amigas y sentarnos a ver novelas. Creemos ya haber cumplido con nuestra responsabilidad de criar hijos y todo lo que eso implica. Mientras ellos van creciendo, vamos sintiendo ese deseo de descansar de todo el trabajo y de tener «tiempo para mí». Todas estas actitudes nos hacen envolvernos en el mundo del «yo». «Yo necesito». «Yo quiero». «Yo ya no quiero». «Yo merezco». Ese egocentrismo hace que evitemos a las mujeres jóvenes, que dejemos de participar en actividades de la iglesia, que limitemos la flexibilidad de la agenda y no estemos disponibles para lo que alguna hermana menor pudiera necesitar. No tenemos planes Cristocéntricos y generosos. ¿Qué deseos de tu corazón controlan tu agenda?
4. Inseguridad
Esta actitud fácilmente se camufla y, a primera vista, se ve como humildad. La diferencia es sutil. Pensamos que no podemos ayudar a una mujer joven simplemente porque nunca hemos tenido una relación así. No vamos a poder contestar todas sus preguntas. Ella se va a dar cuenta de que no sabemos nada de Facebook y WhatsApp. Se va a desanimar. Pensamos que sería mejor dejar eso para alguna hermana madura de la iglesia que tenga mucha experiencia. Además, la diferencia de edad hará que no podamos ser relevantes para ella. La inseguridad muchas veces, en su punto central, es orgullo y egoísmo. En otras palabras, es el resultado de enfocarnos en nosotras mismas. Vivir Tito 2 no se trata de impresionar a las mujeres jóvenes con la destreza espiritual, o ser la solución a todos sus problemas. Se trata de estar dispuestas a ser parte del plan que Dios ha establecido para el crecimiento espiritual de las mujeres en nuestra iglesia. ¿Tú estás dispuesta a arriesgarte?
5. Falta de entendimiento sobre de qué se trata de una relación recíproca
Yo creo que la mayoría de los que leemos este pasaje de Tito suponemos que la que se sacrifica y da es la anciana, y la que recibe toda la bendición y beneficio es la mujer joven. La mujer más madura puede creer que solo se trata de dar y dar y seguir dando. No se da cuenta de que también ella recibirá bendición y crecimiento a través de su interacción con las mujeres jóvenes. La mujer madura se goza al ver que sus pruebas pasadas llegan a ser instrumentos de instrucción para la mujer joven. La anciana se regocija al ver a una mujer joven evitar los errores que ella cometió. La mujer mayor aprende de las actitudes y perspectivas de las jóvenes. Ella observa de cerca la obra que Dios puede hacer en el corazón y la vida de una persona. Su vaso se llena y rebosa en lugar de agotarse. ¿Puedes redefinir tus expectativas de este «programa para mujeres» establecido por Dios, y reconocer que tú también necesitas la aportación de mujeres jóvenes en tu vida?
6. Creer que se requiere perfección
Podemos pensar que nuestros errores y fracasos pasados, y nuestras luchas y debilidades presentes, nos descalifican para tener influencia y voz en la vida de una mujer más joven. Se nos olvida que Jesús se juntaba con los pecadores (que se arrepentían con lágrimas), y no con los fariseos (los que se creían ser buenos). Si tú y yo hemos reconocido y confesado nuestro pecado, y Dios está haciendo un proceso de transformación en nosotras, tenemos una historia que contar y experiencias que compartir. Sobre todo, tenemos un Dios justo, amoroso, y misericordioso que podemos compartir con otras. La hermosura de la iglesia local no es su perfección, es su redención y su Redentor. ¿Puedes compartir la historia de la redención de tus pecados, y de tu carne, con otras mujeres que necesitan escucharla?
7. Falta de fe.
La dura verdad es que algunas no confiamos en el plan de Dios para nosotras, y esa falta de confianza es evidente por la falta de obediencia. Nuestras acciones siempre se basan en nuestras creencias. Me subo a un avión porque confío en que me puede llevar a mi destino. Me caso con un hombre porque confío en que él es quien Dios tiene para mí (o quizá porque creo que me va a hacer feliz). Si no cumplimos con las indicaciones que Dios ha dado en Su Palabra acerca de las relaciones entre hermanas en Cristo, ¡es porque realmente no confiamos que esto es lo mejor! ¿Puedes confiar en el plan de Dios, y tomar pasos para obedecerlo?
¡Hermanas amadas, si hemos caminado algunos años en esta jornada hermosa de la vida en el Señor, tenemos la obligación y la bendición de llevar a otras en ese camino con nosotras! Abandonemos los prejuicios y el pecado que nos asedian y nos pesan, y corramos con paciencia y dedicación esta carrera que es la mentoría espiritual.
¡Sigue la lista! Comparte en la sección de comentarios algunas otras razones que la experiencia te ha enseñado.
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