Por qué la adoptar vale la pena
En unos pocos días, vamos a conocer a nuestro hijo. En lugar de conducir hasta el hospital, estaremos volando a la India. En lugar de traer a casa un recién nacido, traeremos a casa un niño de dos años. A diferencia de un embarazo de nueve meses y un parto físico, hemos estado por dos años en una jornada de papelería y pagos, con un “parto” emocional por delante. La adopción no es para el débil de espíritu.
La tragedia es parte de cada historia de adopción. Cualquier niño que necesita una familia adoptiva ha sufrido una pérdida incalculable: su familia biológica. Sea por muerte, abandono, abuso, o pobreza, la pérdida de una madre y un padre biológico es devastador. Un huérfano experimenta un mundo de dolor antes de poder comprender lo que ha perdido.
Pero en la tragedia hay una invitación: ¿Quién se ofrece para apropiarse de la aflicción del huérfano? ¿Quién estaría dispuesto a intervenir y ser padre para el que no tiene padres? Y dentro de nuestros corazones hemos encontrado una respuesta determinada e incesante: “¡Mándanos! ¡Iremos nosotros!”
¿Por qué adoptar?
“¿Por qué adoptarán cuando tienen dos hijas hermosas y sanas?”
La pregunta dolió un poco, aunque yo sabía que mi vecino lo preguntaba sin malicia. Simplemente no podía imaginar alguna razón por la que una pareja joven, como nosotros, nos ofreceríamos a cuidar de huérfanos cuando no era necesario. Puedes estar haciendo la misma pregunta: ¿Por qué tomar un camino tan duro si no lo tienes que hacer? Mi respuesta a mi vecino es la misma que te ofrezco a ti—porque nosotros mismos hemos sido adoptados.
Alguna vez huérfanos espirituales, muertos en nuestros delitos y pecados, cautivos por el diablo para hacer su voluntad, Dios nos trajo a Su familia por medio de la adopción. Él se apropió de nuestro dolor, y lo hizo suyo. El precio que él pagó por nuestra entrada a su eterna familia fue más que yo puedo comprender—la misma vida de su hijo, Jesús. Pero nos recibió, no a regañadientes, sino con gozo. ¡Así es nuestra historia increíble de salvación!
Estando conmovidos por nuestra adopción inmerecida en la familia de Dios, ahora tenemos un ardor en nuestro corazón de imitar al Padre celestial y ver al mundo con un huérfano menos. No todos adoptarán, pero cristiano, tu historia exige que hagas algo: orar, dar, apoyar a otros que están adoptando, o proveer descanso para padres adoptivos. Porque esta es la religión pura y sin mancha, dice Jacobo, visitar a los huérfanos y las viudas en su aflicción (Santiago 1:27).
Y para los que pueden tener la más pequeña pizca de deseo para adoptar, por favor, permíteme convencerte de por qué vale la pena.
La adopción nos recuerda del amor de Dios
Según nos escogió en Él antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de Él. En amor nos predestinó para adopción como hijos para sí mediante Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia que gratuitamente ha impartido sobre nosotros en el Amado. (Ef. 1:4-6)
Una adopción terrenal es solo una sombra del corazón adoptivo de Dios y el amor de Dios para sus hijos. He amado a este pequeño niño antes de sentir su piel, oler su cabello, o abrazarlo. No ha hecho nada para ganar mi afecto. Lo amo porque sí. Así es el amor de Dios, quién nos amó antes de que supiéramos que Él existe, quién nos escogió antes de haber hecho nada por Él. En cada momento de esta jornada, recibo recuerdos frescos y vívidos de la profundidad del amor de Dios. ¡Qué don más precioso!
La adopción anuncia el Evangelio
Sino santificad a Cristo como Señor en vuestros corazones, estando siempre preparados para presentar defensa ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros, pero hacedlo con mansedumbre y reverencia. (1 Ped 3:15)
Convertirnos en padres adoptivos nos da más oportunidades para compartir la esperanza que tenemos. La adopción es un anuncio ambulante del Evangelio. A cualquier persona que pregunte el por qué, podemos responder con las buenas nuevas de lo que Dios ha hecho por nosotros. Él nos recibió en su familia, aunque no fue obligado a hacerlo. Nos ha llamado suyo, aunque le costó mucho. Y a todos los que responden a Él, ¡la oferta sigue en pie!
La adopción cultiva dependencia
"Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer. " (Juan 15:5).
Viajar hasta el otro lado del mundo para traer a casa a un niño que no es mío biológicamente me desviste de mi confianza. ¿Le caeré bien? ¿Sabré qué darle de comer? ¿Seré una buena madre? Cuando sufre por la pérdida de su familia biológica en años venideros, ¿manejaré eso con amor y gracia? ¿Podré llorar con él? ¿Y si otros hacen comentarios dañinos de los cuales no le puedo proteger? Desde el día que dijimos “si” a este pequeño niño, me ha mantenido de rodillas. Esto es uno de los más grandes dones que Dios me da en ser madre: dependencia sobre Él. Él es el único que puede lograr algo bueno comoquiera.
La adopción celebra otras culturas
Después de esto miré, y vi una gran multitud, que nadie podía contar, de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en las manos. Y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero. (Apoc 7:9-10)
La familia a la que Dios nos ha injertado no es un grupo homogéneo de personas; es multiétnico, multicultural, y multilingüe. No es lo parecido del pueblo de Dios que lo hace hermoso; es su diversidad. Adoptar internacionalmente nos da la oportunidad de disfrutar, celebrar, y aprender de una cultura diferente a la nuestra. Nuestro hijo ciertamente se apellidara Needham y tendrá su ciudadanía estadounidense, pero siempre será Indio en etnicidad. Y por él, tendremos la oportunidad de celebrar la hermosura de la cultura India en nuestro hogar al criar a un hijo Indio. ¡Qué bendición poder probar un poco del reino multicultural de Dios!
La adopción requiere una comunidad
Vendían todas sus propiedades y sus bienes y los compartían con todos, según la necesidad de cada uno. (Hechos 2:45)
Como quizá sepas, la adopción internacional es cara. No decidimos adoptar de la India porque teníamos el dinero. Decidimos adoptar porque creíamos que Dios nos estaba llamando a hacerlo. Al llegar cada factura, durante cada ronda de papelería que hacer, nuestros hermanos y hermanas en Cristo estaban presentes para suplir. Algunos cuidaron de nuestras hijas para yo poder hacer la papelería; otros dieron miles de dólares para cubrir cuotas que nosotros no podíamos. Muchos han creído con nosotros, llorado con nosotros, y regocijado con nosotros. ¡En nuestra jornada de adopción, hemos visto al Cuerpo de Cristo, la Iglesia, cobrar vida delante de nuestros propios ojos! Las riquezas que hemos encontrado en la comunidad que nos rodea han sido incalculables. Nuestro hijo no solo llegará a casa con una familia, sino también con una comunidad que lo ama.
No te creas todas las historias de horror; la adopción es un privilegio y un gozo. Resiste el deseo de quedarte segura en tu capullo para escapar el dolor. Seguimos a un Rey que se ofreció para llevar nuestro dolor, quién se ofreció para llevar nuestra muerte. Sigamos sus pisadas con valor y gozo.
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