La ingratitud es un rasgo desagradable y mal visto por la mayoría de las personas, aun aquellas que no lo ven desde la óptica de Dios. Alguien que es incapaz de reconocer lo que ha recibido y ser movido en una actitud de agradecimiento hacia aquel o aquellos que han hecho posible algo bueno en su vida, carece de una de las virtudes más básicas que se espera de un ser humano. Pues si esto ocurre entre nosotros en el plano horizontal de la convivencia, cuánto más será no solo odioso, mal visto y desagradable sino un pecado a los ojos de Dios y mucho más cuando nuestra ingratitud se muestra hacia Él.
Uno de los pasajes más citado para hablar sobre dar gracias es el que aparece en Lucas 17:11 de los diez leprosos donde solo uno de ellos regresó donde Jesús para agradecer por su sanidad. Jesús le pregunta: ¿dónde están los otros nueve que fueron sanados? ¿No hubo ninguno que regresara a dar gloria a Dios, excepto este extranjero?
Nuestra gratitud no solo es un simple acto de reconocimiento de lo que el Señor ha hecho en nuestras vidas, sino que glorifica a Dios porque reconoce que Él es la única fuente de nuestro bien.
Ahora en este punto podemos estar dando gracias precisamente de que Dios nos haya librado del pecado de ser ingratas, recorremos en nuestra mente y vemos que siempre hemos estado atentas y dispuestas para agradecer a Dios por Sus infinitas bondades y misericordias que son nuevas cada mañana, y también para expresar nuestra gratitud a aquellos que Dios ha usado para hacernos el bien, pero quisiera que demos un paso más adelante en esta enseñanza sobre dar gracias, no solo por las misericordias y bendiciones recibidas, sino también en circunstancias difíciles y tristes de nuestra vida.
En la carta a los Filipenses, Pablo nos dice que nuestras necesidades y rogativas deben estar entrelazadas con un espíritu de gratitud “Por nada estéis afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer vuestras peticiones delante de Dios”, Fil. 4:6. Es en medio de esas circunstancias donde no solo me he visto muy corta de lo que se me pide sino que he pecado por estar más concentrada en mi necesidad o preocupación que en dar gracias a Dios en medio de ellas. ¿Y me pregunto? ¿Cómo puedo acercarme al Trono de la gracia con mis necesidades y aflicciones e interceder con súplica y acción de gracias al mismo tiempo? Esto es lo que todavía estoy aprendiendo, que aun en medio de la más grande de mis aflicciones hay motivos para dar gracias al Señor recordando que esto no es solo bueno, sino que glorifica a Dios.
Echemos un vistazo si quieres solo a este último año, y recordemos de cuántas situaciones Dios nos ha librado, cuántas veces hemos sentido que nuestros pies casi resbalaban y Su mano nos sostuvo y que ha hecho provisión para nosotras en cada circunstancia.
Pero pudieras decir que la situación que estás pasando en este momento no se compara a nada que hayas enfrentado anteriormente y puede ser así, pero aun ahí podemos dar gracias porque Él ya prometió que no dejará que nos suceda nada más grande de lo que podemos soportar, dar gracias porque Él nos dará juntamente con la prueba la salida para que podamos resistir, dar gracias porque no se duerme ni se cansa el que nos guarda, dar gracias porque todas las aflicciones están dentro de Sus propósitos, y dar gracias porque en Él está el poder para sostenernos en toda circunstancia y además lo ha prometido.
Siempre pienso que Dios como Señor de nuestras vidas podría habernos dado simplemente mandatos que nosotras tendríamos que obedecer, pero donde me sobrecoge Su amor y ternura es cuando acompañado de un imperativo nos da una promesa. Sí, es cierto que nos ordena que no nos preocupemos ni afanemos, y que presentemos nuestras peticiones con acción de gracias pero el versículo 7 nos muestra un Dios lleno de compasión y misericordia Quien parecería decirnos: ‘hija mía esto es por tu bien’, y ahí nos da la promesa: “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento[b], guardará vuestros corazones y vuestras mentes en Cristo Jesús” Fil. 4:7.
¿No es esta promesa en sí misma un motivo para dar gracias en medio de nuestras circunstancias? Señor gracias porque Tu paz, aquella que es sobrenatural, que no podemos entender y que no se parece en nada a la paz que el mundo ofrece, guardará nuestros corazones y mentes en Cristo Jesús.
La próxima vez que entres en la presencia de tu Padre Celestial quien tiene Su oído siempre dispuesto a escuchar tu clamor y súplica, entra con una actitud de gratitud por el solo hecho de tener acceso a Él a través del sacrificio de Su hijo Jesucristo. Que el Señor nos ayude al igual que Pablo exhortó a los hermanos de Tesalónica a dar gracias en todo, porque ésta es la voluntad de Dios para con nosotras en Cristo Jesús.
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