Soy una de las personas no planificadas en este mundo. Me había convencido a mí misma que soy un espíritu libre- una artista. No podía encerrar mi creatividad en algo tan mundano como los planes. De manera engreída me decía a mí misma que no necesitaba hacer planes pues tenía fe.
Este año, por primera vez en mi vida, tengo un presupuesto por escrito. Un verdadero presupuesto por escrito. Lo había intentado antes, pero esos presupuestos solo habrían funcionado si nunca hubiéramos tenido que comprar ropas y se hubiera podido viajar al pasado, al año 1999 para comprar combustible.
En esta ocasión era diferente. Siempre habíamos logrado vivir conforme a nuestros ingresos (¡Gracias, Dios!) pero se me estaba escurriendo mucho dinero en la conveniente categoría de “misceláneos”. Era el momento de identificar dónde se estaba yendo nuestro dinero en realidad. Ese ejercicio fue al mismo tiempo estimulante como aleccionador.
¿Y tú? ¿Eres planificada o no- cuál te controla? Tengo que admitir que…ambos.
El libro de Proverbios nos motiva a trabajar duro, preparar nuestra tierra y confiar en Dios para que envíe la lluvia. Tanto la planificada como la que no lo es, debemos notar de esto y aprender.
La planificada necesita reconocer que aún los planes mejor estructurados fallarán sin la bendición de Dios. Sin importar cuánto prepare el agricultor la semilla, solo Dios puede enviar la lluvia. El presupuesto y agenda más hermosos pueden volar en pedazos en un latido. Hasta la capacidad de pensar y planificar es un regalo de Dios.
Sin embargo, la que no planifica, debe ser cuidadosa de no presumir de la gracia de Dios. Si he sido perezosa e indisciplinada, decir que se debe a la creatividad no me ayudará. Dios puede sacarme de cualquier crisis, grande o pequeña, pero la Palabra me llama a ser una buena mayordoma de Sus regalos.
No me malentiendas. No estoy diciendo que necesitas llevar control de cada centavo o segundo de tu día. Tampoco me refiero a quemar tu calendario y presupuesto en la chimenea para empezar a vivir el momento. A lo que me refiero es que examines tu corazón y te asegures –sin importar si eres planificada o no- de rendir tu corazón y tu dinero a Dios.
Entonces, ¿Con cuál te identificas? ¿Tu tendencia natural te ayuda o impide servirle a Dios?
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