Aunque no quiero admitirlo, lo haré: hemos sido engañadas. El engañador lo ha hecho una vez más. Ha retorcido la verdad hasta que la aceptamos, la creemos y la concebimos como una pauta más en nuestra vida. Con esa forma de pensar tan repugnante y destructiva, no hay duda de que los ángeles ruegan a Dios que corrija a su iglesia. Te preguntarás y dirás: ¿pero qué pasa? ¿qué es tan preocupante? La idea de que el evangelio es solamente para los que no son salvos.
Si, leíste bien.
¿Necesita este mundo escuchar y recibir el evangelio, las buenas nuevas de Jesucristo? Sí, por supuesto que sí. Sin embargo, pensar en el evangelio como un mensaje que solo los inconversos necesitan escuchar es despojarlo de su gran poder no solo para el pecador, sino también para el santo. Escucha esto: Los salvos necesitan a Jesucristo tanto como los que no son salvos. El evangelio no es solo el poder para salvarme el primer día, es el gran poder de Dios que me mantiene ahí cada día.
Colosenses 1:23 le dice a los creyentes que estén «bien cimentados y constantes, sin moverse de la esperanza del evangelio que han oído». El evangelio no es algo que nombramos y abrazamos solo en el día de salvación; es algo que debemos nombrar y abrazar cada día del año. Es la verdad del evangelio la que nos sostiene, nos protege y nos guarda de ceder a los ataques del enemigo.
Aquí hay una declaración que deberías grabar en tu corazón: hay un enemigo espiritual que busca destruirnos y quitarnos la fe que tenemos.
Cinco razones para que te prediques el evangelio a tí misma.
- El evangelio no es solo nuestro himno, es nuestra armadura
Repasar los hechos de nuestra salvación es imitar la esperanza de Dios para Israel. «Acuérdate», le dijo el Señor a Israel. «Que fuiste esclavo en la tierra de Egipto, y que el Señor tu Dios te sacó de allí con mano fuerte y brazo extendido» (Dt. 5:15)». Piensa constantemente en eso.
Recuerda y celebra. Deja que la historia de tu libertad te mantenga fuerte cuando la adversidad ponga tu paz en peligro y la tentación llegue a tu camino.
Sin embargo, el evangelio es mucho más que repetir palabras, ¡hay que ponérselo y usarlo! ¿Has notado cómo la descripción de la armadura de Dios en Efesios 6 encaja con el evangelio? Cinto de la verdad, calzado del evangelio de la paz, el yelmo de la salvación, estas son cosas que nos ponemos todos los días porque meditar diariamente en estas verdades de la salvación nos preparan y afirman para enfrentar lo que venga.
- El evangelio nos recuerda el amor de Dios
Seamos honestas: la mayoría de días no son perfectos. La vida puede ser difícil. Las cosas pueden salir y salen mal. No obstante, ver las circunstancias no deseadas con los lentes del evangelio evitará que saquemos conclusiones equivocadas. Conclusiones como: Dios no me ama como yo pensaba que lo hacía. No le importo a Dios. Él no debe ser real.
¡Nunca habíamos estado tan equivocadas! Si Dios nos amó cuando éramos sus enemigas, ¿cuánto más nos amará ahora que somos sus hijas (Ro. 5:10)? «Entonces, ¿qué diremos a esto? Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no negó ni a Su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también junto con Él todas las cosas?» (Ro. 8:31-32».
Cuando doy acceso para que el evangelio esté en mi corazón y en mi mente, este nunca falla en proveer la perspectiva correcta; pero cuando el evangelio está lejos de mi mente, no tengo el fundamento en el cual pararme cuando la vida se derrumba ante mis pies.
- El evangelio nos da una razón para obedecer
Si Dios me amó lo suficiente para enviar a su único Hijo para que muriera por mí, ¿por qué haría reglas que no me benefician? La respuesta es... no lo haría. Todo lo que Dios ha establecido para nosotros es por amor. Y sus mandamientos no son una carga, dan vida cuando lo vemos en el panorama del evangelio.
Puedo amar a otros porque Dios me ama; puedo dar a otros porque Dios en su misericordia se dió por mí; puedo perdonar a otros porque Dios me ha perdonado. Podríamos seguir. Nuestra obediencia a los mandamientos de Dios depende de nuestra obediencia al evangelio. ¿Por qué se nos hace tan difícil amar a nuestros hermanos y hermanas en Cristo? Porque no estamos meditando en nuestro fundamento.
- El evangelio da lugar a la confianza
Escucha: haciendo memoria de lo que Dios ha hecho por nosotros, es que podemos afirmar nuestra fe en lo que Dios hará por nosotros. Dios no me salvó del pecado para dejarme en pecado. Cristo no pasó por dolor y por la cruz para abandonarme ahora.
Si el plan de salvación es tan maravilloso y perfecto, debes estar segura de que su plan para nuestras vidas es igual. No que será fácil, ni que tendremos todo lo que siempre hemos deseado, sino que la obra que se planeó hace mucho tiempo son definitivamente para nuestro bien y para su gloria. Si confiamos en Él para la vida eterna, podemos confiar en una vida abundante y llena del Espíritu en Cristo Jesús.
- El evangelio es el camino del poder y la bendición de Dios
Dios ha hecho muchas cosas. Ha construido montañas magníficas. Ha puesto el sol, la luna y las estrellas. Le ha dicho a los océanos dónde ir y, hasta ahora, Él calma las olas. Y no olvides que Él sostiene el universo continuamente. ¡Eso es poder! Sin embargo, es el evangelio el que se avala como el poder de Dios.
«Porque no me avergüenzo del evangelio, pues es el poder de Dios para la salvación de todo el que cree» (Ro. 1:16).
«Porque la palabra de la cruz es necedad para los que se pierden, pero para nosotros los salvos es poder de Dios» (1 Co. 1:18).
El gran poder de Dios llega a nosotras por medio del evangelio. Y no solo eso, su poder nos llena, porque el mismo poder que levantó a Jesús de los muertos mora en nosotros (Ro. 8:11). Así que, cuando tenemos en poco el evangelio, tenemos en poco el poder de Dios. No obstante, si el evangelio me cautivara diariamente, también lo haría el poder de Dios. Oh, que me mataría una y otra vez, para que pudiera vivir en el vasto poder de Dios, en lugar de mi muy limitada capacidad.
Si hoy es un día oscuro, querida amiga, predícate el evangelio a tí misma y caminarás en la luz. La raíz de la perseverancia es el evangelio de Jesucristo, y este nos recuerda quienes somos en realidad: una hija de Dios y un miembro de su familia (Ef. 2:19). Tenemos un Padre que nos ama y un Salvador cuya santidad es la que cubre nuestro nuevo corazón.
Así que, predícate el evangelio a tí misma. Recuérdate que Cristo ha venido y volverá nuevamente. Que a través de la sangre de Jesucristo derramada en la cruz hemos sido reconciliadas con Dios y, que por su resurrección, la muerte fue vencida. Las bendiciones para el creyente son abundantes, pero cuando dejamos el evangelio a un lado, nos desviamos del camino a esas bendiciones.
No podemos dejar que el enemigo nos persuada, el evangelio no es solo para los que no son salvos. Es el poder de Dios el primer día que somos salvos y cada día después de este.
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