Para mis compañeras adictas a la aprobación

Ya sea que tengas o no un becerro de oro en tu patio, eres es una idólatra. Una vez alguien definió un ídolo de esta manera: «Un ídolo es cualquier cosa o persona que comienza a capturar nuestros corazones, mentes y afectos más que Dios». Esto significa que una deidad pagana, un número en la báscula del baño o un equipo de béisbol podrían igualmente ser definidos como un ídolo, dependiendo del corazón de la persona. 

Quizá hayas oído la expresión de que nuestro corazón es una «fábrica de ídolos». Aunque entiendo lo que Juan Calvino quiso decir, creo que podría estar dando crédito a nuestros corazones por ser más creativos de lo que son. He escrito antes sobre la impía trinidad de la idolatría en la que propongo que en el nivel más fundamental, nuestros corazones adoran sólo tres ídolos: aprobación, comodidad y control. Cada acto, afecto y actitud idolátrica (la lista es interminable) surge de uno (o más) de estos amores de raíz. Por lo tanto, si realmente queremos derrotar a los ídolos de nuestro corazón, debemos ahondar y tratar con la cuestión más elemental. 

Para cada uno de estos tres ídolos principales he estado considerando una muestra de las innumerables formas en las que pueden manifestarse y luego he intentado renovar mi mente con la verdad pensando en qué actitudes y acciones de adoración a Dios debo poner en su lugar (Ef. 4:22-24). 

Hoy toca aprobarlo. 

Podrías ser una adicta a la aprobación si... 

Uno de los ídolos fundamentales que nuestros corazones adoran es la aprobación o la alabanza de otras personas. En pocas palabras, queremos ser adorados; por lo tanto, clamamos por la gloria que solo pertenece a Dios. Lo que puede parecer insignificante, trivial o respetable es simplemente un intento de robar Su gloria a escondidas. Al igual que con los tres ídolos principales, la raíz de la aprobación puede florecer en muchos tipos de frutos diferentes:

  • Exceso de compromisos
  • Celos
  • Rechazar acercarse a los demás
  • Limpieza compulsiva (y malhumorada) de la casa antes de que llegue la visita
  • Falta de valentía para compartir el evangelio
  • Revivir una conversación en tu cabeza, buscando cómo podrías y deberías haber actuado mejor y preguntándote qué estará pensando la otra persona sobre ti
  • Pensar que cada conversación susurrada es sobre ti
  • Necesidad de ropa a la moda y de última tendencia
  • Dietas compulsivas
  • Adicción a las redes sociales y al teléfono
  • Negarse a intentar algo nuevo
  • Sentirse herido al no recibir felicitaciones
  • Esperar el reconocimiento de todo tu trabajo
  • Buscar el dominio de las conversaciones
  • Desear que se fijen en ti
  • Degradación habitual de uno mismo
  • Tender a compararse con otras personas

Ouch. Como adicta a la aprobación, debo admitir que esta lista duele. Y mucho. 

Es importante notar que, aunque en la mayoría de los casos, el ídolo raíz de estos patrones de pensamiento o comportamiento es la aprobación, es totalmente posible que otro ídolo pueda estar apareciendo también. 

Si te encuentras en la lista anterior (y supongo que sí), te preguntarás qué sigue. Es bastante difícil dejar de pensar en lo que los demás piensan de ti. La respuesta puede implicar una «amputación radical» de algo que estés haciendo actualmente. Tal vez sea necesario un ayuno de las redes sociales. O tal vez necesites arrepentirte de tus celos, o ir a compartir el evangelio con tu vecino. 

Sin embargo, si eso es lo más lejos que puedes llegar, este ídolo furtivo no hará más que dar frutos en otro ámbito de tu vida. ¿No hay Instagram? No hay problema. ¿Qué tal ese deseo de que te reconozcan por tu nuevo compromiso de dejar el hábito de la aprobación? No, lo que debemos hacer (y es un proceso continuo de toda la vida) es dejar de lado lo que está mal, al mismo tiempo que renovamos nuestra mente y nos vestimos de lo que es semejante a Cristo.

Recalibrando la mente

Como adoradora de la aprobación, comprendo que este ídolo se introduce en todos los rincones de nuestro ser. Puede manchar casi todos nuestros pensamientos. Afortunadamente, el poder del evangelio es mayor que este pseudo-dios. Podemos tener la victoria sobre este astuto adversario. La solución, aunque no es fácil, es sencilla. Vuelve a los dos grandes mandamientos: 

Y Él le contestó: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el grande y primer mandamiento. Y el segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas». (Mateo 22:37-40) 

La primera clave para recalibrar nuestros cerebros puede parecer una respuesta de escuela dominical para niños; pero debemos aprender a amar a Dios de forma suprema. Como dijo Ed Welch, el problema con el ídolo de la aprobación es que la gente es grande y Dios es pequeño.1 Hablaremos de lo que hay que hacer con la gente en un momento, pero debemos corregir nuestra pequeña visión de Dios. 

La respuesta no es meditar en la aprobación que tenemos de Dios. Sí, nuestra aceptación en el Amado es una verdad maravillosa y gloriosa, pero no es un fin en sí mismo. Debemos levantar la mirada hacia el Dador de ese don. Nuestra aceptación debe llenarnos de asombro ante el Dios santo y trascendente que escuchó nuestro clamor y nos redimió del infierno, poniendo en nosotros su afecto inagotable desde antes de la fundación del mundo.

Debemos fijar nuestra mirada en el que es verdaderamente Hermoso. Si nos obsesionamos con Él, nunca se nos acabarán las maravillas o los atributos para adorar. Nuestro deseo de aprobación comenzará a desvanecerse a medida que nuestras mentes se renueven por la constante contemplación de la gloria del Dios eterno, inmutable y todopoderoso.

¿Cómo hacerlo? He aquí algunas sugerencias para empezar: 

  • Lee la Palabra de Dios buscando a Dios. Somos demasiado propensas a fijarnos en nosotras mismas en cada historia. Comienza preguntándote qué enseña un versículo o pasaje en particular sobre Dios. Haz una lista y dedica tiempo a adorar a Dios por cada uno de ellos. 
  • Experimenta tu mundo buscando a Dios. ¿Dónde puedes ver Sus atributos en tu vida cotidiana? ¿Afuera de tu ventana? ¿Dentro de tu casa? ¿En el camino al trabajo? ¿O mientras preparas la cena? Alábalo por lo que observes.
  • Dedica tiempo a explorar Sus atributos. No te conformes con la definición de un niño pequeño. Llena tu cerebro escogiendo un atributo y profundizando en él todo lo que puedas.

Usando ropa nueva

El dios de la aprobación nos enseña a usar a otras personas de maneras no bíblicas. Hacemos que nuestras vidas giren en torno a obtener adoración de ellos cuando se nos ha ordenado que los amemos. En otras palabras, si estoy ocupada amando a mi prójimo a la manera de 1 Corintios 13, no podré también manipularlos para que me den su aprobación. Las dos cosas simplemente no pueden coexistir. Por supuesto, nuestros corazones escurridizos pueden fácilmente torcer lo que comienza con un buen motivo en un acto de servicio a un ídolo y de robo de gloria. Por esta razón, debemos estar vigilantes en la oración, buscando constantemente la ayuda de nuestro Padre para mantener nuestros motivos puros y que nuestros corazones no se confundan. 

Aunque seamos capaces de equivocarnos, debemos amar bien a nuestro prójimo. Esto podría verse más o menos así: 

  • Bendice a los que no pueden bendecirte.
  • Sirve/da de manera anónima. 
  • Olvídate de las redes sociales y envíale una tarjeta a una persona.
  • Acércate a una persona nueva en la iglesia. Invítala a cenar o llévala a pasear después del culto. 
  • Sé hospitalaria. Haz que tu casa, en cualquier circunstancia, sea una plataforma para el ministerio y no un foco de idolatría. 
  • Haz de la oración tu principal ministerio.
  • Trabaja en el arte de hacer preguntas. Haz que las conversaciones giren en torno a la otra persona. 
  • Invita a tu vecina no creyente a tomar un café.
  • Da las gracias.

Haz de este versículo la oración para tu propio corazón: 

«Que el Señor los haga crecer y abundar en amor unos para con otros, y para con todos, como también nosotros lo hacemos para con ustedes» ( 1 Tes. 3:12).

Colegas adictas a la aprobación, debemos aplastar este ídolo de raíz.

Contempla profundamente a Dios.

Ama bien a los demás. 

1Edward T. Welch, When People Are Big and God Is Small: Overcoming Peer Pressure, Codependency, and the Fear of Man (Phillipsburg, NJ: P & R Pub., 1997).

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Sobre el autor

Cindy Matson

Cindy Matson vive en un pequeño pueblo de Minnesota con su esposo, su hijo y su ridículo perro negro. Le gusta leer libros, tomar café y entrenar baloncesto. Puedes leer más de sus reflexiones sobre la Palabra de Dios en … leer más …


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