Oh ven, oh ven Emmanuel
de la maldad rescata a Israel
que llora en triste desolación
y espera ansiosa al Hijo de Dios
Cantad, cantad con gozo Israel
vendrá a Ti muy pronto Emmanuel
Oh ven, oh ven Emmanuel y así
alégranos con tu venida aquí
disipa toda la oscuridad
y de la muerte danos libertad
Cantad, Cantad con gozo Israel
vendrá a Ti muy pronto Emmanuel
Esta es una de mis canciones favoritas de Navidad. Las letras transmiten el deseo tan grande que tenían los judíos por la venida del Mesías. Sus almas añoraban la salvación del Señor. Generación tras generación esperaba por cientos y cientos de años al Mesías prometido que vendría, ellos estaban muy acostumbrados a esperar.
Yo me siento muy identificada con ellos. Siento que siempre estoy esperando algo. Y es que esperar es una característica de la vida de este lado de la eternidad. Aunque la celebración de la Navidad puede ser una época muy feliz, también muchas veces está marcada por tristeza, soledad, deseos insatisfechos, logros no alcanzados y situaciones familiares difíciles. Sin importar cuál sea tu situación o circunstancia, todas esperamos, todas anhelamos.
Pero más allá de esperar por cosas terrenales, esperamos por algo mucho mayor. La primera venida de Cristo en esa primera Navidad, Su vida y Su muerte como hombre en esta tierra, garantizaron para nosotras la salvación y una gloria futura en la segunda venida de nuestro Rey. En Navidad recordamos y celebramos el primer «adviento» o «venida», pero también celebramos y esperamos con ansias Su segundo «adviento».
Como reflexionamos al principio de esta jornada, la historia no ha terminado y seguimos en espera, pero con la confianza en la obra que Cristo completó en Su primera venida y anticipando la gloria futura de la próxima.
«Pues considero que los sufrimientos de este tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria que nos ha de ser revelada. Porque el anhelo profundo de la creación es aguardar ansiosamente la revelación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sometida a vanidad, no de su propia voluntad, sino por causa de aquel que la sometió, en la esperanza de que la creación misma será también liberada de la esclavitud de la corrupción a la libertad de la gloria de los hijos de Dios. Pues sabemos que la creación entera a una gime y sufre dolores de parto hasta ahora. Y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, aun nosotros mismos gemimos en nuestro interior, aguardando ansiosamente la adopción como hijos, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esperanza hemos sido salvos, pero la esperanza que se ve no es esperanza, pues, ¿por qué esperar lo que uno ve? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos» (Romanos 8:18-25).
Nosotras también cantamos y anhelamos como los israelitas «¡Ven, oh Emmanuel!». Así que, en esta Navidad y hasta que el día llegue:
«Mantengamos firme la profesión de nuestra esperanza sin vacilar, porque fiel es el que prometió; y consideremos cómo estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras… exhortándonos unos a otros, y mucho más al ver que el día se acerca» (Hebreos 10:23-25).
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