No tengas miedo de estar agradecida

Esta época del año me da tanto placer porque se acerca el día festivo de Acción de Gracias en los Estados Unidos y me encanta escuchar todas las cosas por las que la gente está agradecida. El otro día, de hecho, una de mis queridas amigas, que actualmente vive en España, me contó todas las cosas que Dios había hecho en su vida en los últimos 15 años desde que se mudó a ese país. Mientras leía sobre las cosas por las que estaba agradecida, me llené de gozo al ver a Dios obrar en la vida de mi amiga. Fue una manera tan hermosa de conectarme con ella y de regocijarnos en Dios juntas, aunque fuera a la distancia. Otras personas en mi vida también hacen esto. Mi hermana, de manera regular, comparte lo que el Señor está haciendo en su vida en agradecimiento a Él, y me encanta cuando lo hace. 

Pero, ¿alguna vez has tenido miedo de contar las bendiciones de Dios en tu vida a otros? ¿Te has preocupado por lo que la gente pueda pensar de ti si compartes las formas en que Dios ha obrado en tu vida? ¿Casi como si fuera a parecer una fanfarronada? 

Estaba tratando de pensar por qué a veces me cuesta tanto compartir acerca de lo que estoy agradecida con otras personas y el Señor me recordó el pasaje de Lucas 18:9-14, donde Jesús cuenta una parábola de dos hombres. Un hombre era humilde y el otro orgulloso; la oración del orgulloso era esta: «Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: estafadores, injustos, adúlteros; ni aun como este recaudador de impuestos» (Lucas 18:11).

A primera vista, parece que este hombre estaba agradecido, pero estaba agradecido por todas las cosas equivocadas. Este hombre realmente no estaba agradeciendo a Dios por lo que Dios había hecho, sino que estaba agradecido por su propia justicia. Su corazón estaba orgulloso y concentrado en sí mismo. Así que, mi temor era que, al compartir mi gratitud hacia Dios con los demás, yo llegara a sonar como este hombre. No quería parecer orgullosa, pero en mi temor de lo que otros pudieran pensar de mí, estaba negando la oportunidad de alabar a Dios externamente, privando a la gente de la oportunidad de regocijarse en Dios conmigo por lo que Él ha hecho. En esencia, en mi intento de evitar sonar orgullosa, en realidad estaba siendo orgullosa y me estaba preocupando más por mí misma y lo que otros pudieran pensar de mí, en lugar de glorificar a Dios.

Ahora, esto no quiere decir que no debamos examinar la motivación de nuestros corazones para compartir las bendiciones de Dios en nuestras vidas con los demás. Siempre debemos estar atentas a lo que sucede en nuestros corazones y debemos pedirle al Señor que los examine para ayudarnos a evitar cualquier motivación orgullosa (Salmo 139:23-24).

Además, debemos pedirle al Señor que nos dé discernimiento sobre lo que debemos compartir con los demás y lo que debe seguir siendo un acto de acción de gracias entre nosotras y el Señor en el lugar secreto (Mateo 6:6). Pero una vez que hayamos hecho esto, debemos sentirnos libres y gozosas al hablar en voz alta de las cosas por las que estamos agradecidas y las bendiciones que Dios nos ha permitido experimentar de Sus manos. Debemos buscar dar gracias al Señor, invocar Su nombre, y dar a conocer Sus obras (Sal. 105:1).

Una de las formas en que mi esposo y yo disfrutamos al hacer esto es poniendo piedras en un frasco que exhibimos en nuestra sala (como una forma de imitar lo que encontramos en el Antiguo Testamento al usar piedras como un monumento a las obras que Dios hizo). Cada piedra representa un evento o circunstancia por la que estamos agradecidos con Dios. Escribimos una palabra o frase en la piedra y le ponemos la fecha. Luego, en un diario, incluimos más detalles sobre qué es exactamente por lo que estamos agradecidos. Y de vez en cuando, mi esposo y yo revisamos el frasco y el diario, y leemos las cosas que Dios ha hecho. Este frasco también brinda una gran oportunidad para compartir algunas de estas cosas por las que estamos agradecidos con quienes visitan nuestro hogar cuando nos preguntan sobre el frasco. 

Entonces, ya sea que uses un texto, un blog, una conversación en persona o un frasco de agradecimiento, como sea que elijas compartir con otros cómo Dios está obrando en tu vida y las cosas por las que estás agradecida con Él, debes saber que esto es algo bueno si se hace con la actitud correcta del corazón. Y también es una bendición para los demás, puesto que les das una oportunidad de adorar a Dios junto contigo por lo que Él ha hecho en tu vida.

Y es mi deseo que digamos junto con el salmista mientras compartimos las bendiciones que Él nos ha dado: «No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a Tu nombre da gloria, por Tu misericordia, por Tu fidelidad» (Sal. 115:1).

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Sobre el autor

Alejandra Minton

Salvada por gracia, hija del Rey de reyes, recién casada con Kyle y apasionada por estudiar y enseñar la Palabra de Dios.

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