“No seas vencido por el mal, sino vence con el bien el mal”
Ro. 12:21
Una de las ocasiones en que la Biblia nos enseña que no debemos dejarnos vencer por el mal, es cuando Saúl buscaba a David para matarlo. David estaba escondido en una cueva con sus hombres cuando Saúl entró, sin saber que David estaba allí. Los hombres de David le susurraron que ésa era su oportunidad para matar a Saúl, pero David no lo hizo. Se acercó a Saúl y solo cortó el borde de su manto. Cuando Saúl salió de la cueva, David se enfrentó a Saúl y le dejó saber que le había perdonado la vida. Saúl le contestó: “Eres más justo que yo, porque tú me has tratado bien mientras que yo te he tratado con maldad.” (1ª Sam. 24:17). Lucas 6:35 dice: “amad a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad no esperando nada a cambio, y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo; porque Él es bondadoso para con los ingratos y perversos.”
David fue perseguido por Saúl sin razón, excepto que la Biblia nos dice que el corazón de Saúl se llenó de enojo al ver que David era reconocido por el pueblo y esto dio paso a que un espíritu atormentador abrumara a Saúl. Y era David quien lo consolaba con su arpa.
Nuestros enemigos no desean que nos vaya bien. Envidian aún las bendiciones de Dios o la paz que reflejamos. Están llenos de odio que en ocasiones hasta podría provocarles matar, robar o destruirnos. Algunos ni razonan; solo viven por una causa, deshacerse de nosotras. Una y otra vez David le preguntaba a Saúl “¿Qué mal he hecho?” Y Saúl nunca le contestó, porque él mismo no tenía la respuesta, excepto que sabía que el Espíritu de Dios se había apartado de él y ahora estaba con David.
Por más difícil e incomprensible que parezca, es posible que seamos perseguidas por hacer el bien, esto no nos exime del mal. Esta es una de las pruebas mayores que podremos enfrentar para saber lo que hay en nuestro corazón. Para mostrar al mundo que somos hijas de Dios, nuestro corazón debe responder como Cristo lo hizo, con amor, y amor de cruz. Nuestra respuesta nada tiene que ver con que nos hagan justicia o no; o con que seamos aceptadas o no; o que se convenzan de que somos “buenas” y nos dejen en paz. Se trata de que la gloria y el amor de Dios sea manifiesto al mundo a través de nuestra respuesta a la maldad. Sabemos que somos peregrinas y extranjeras en este mundo y que nuestro hogar no se encuentra aquí. Dejemos que los del mundo se queden con el mundo; nuestra mansión es celestial.
“Dios bendice a los que son perseguidos por hacer lo correcto, porque el reino de cielo les pertenece. Dios los bendice a ustedes cuando la gente les hace burla y los persigue y miente acerca de ustedes y dice toda clase de cosas malas en su contra porque son mis seguidores. ¡Alégrense! ¡Estén contentos, porque les espera una gran recompensa en el cielo! Y recuerden que a los antiguos profetas los persiguieron de la misma manera” (Mateo 5:10-12 NTV)
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