Luego de haber transcurrido varios años, de mi madre pedirme limpiar la caja donde tengo todos mis cuadernos viejos y libretas de apuntes, al fin decidí hacerlo. Obviamente, inicié con los cuadernos; y mientras los destruía, y guardaba lo más importante para hacer luego un scrapbook me entretuve y distraje con varios escritos dignos de compartir. Entre ellos éste que es reciente, el cual les copio a continuación:
Febrero 23, 2016
Llevo alrededor de 3 a 4 años tratando de hacer un hábito del ejercicio físico. No voy a negar que ha sido difícil y que aún no es tan habitual como desearía… pero ahí vamos.
Ya que no me gusta el gimnasio, hago videos como Insanity o P90x. Ahora estoy usando “p90x3” por cuestiones de tiempo, y ¡me encantan! (Nota sobre mi condición actual: … ¡Pero ya no tanto!) Además, estoy cambiando mi rutina de hacer ejercicios en la tarde, para hacerlos bien temprano en las horas de la mañana (otra nota sobre mi condición actual: también esto ha cambiado)
En una ocasión, el siguiente día, a un fuerte ajetreo, me encontraba haciendo la rutina que a mi entender era la más difícil y ¡wao! Tuve un mareo como nunca antes me había pasado. Náuseas, cansancio, dolor. Seguí con el video, pero modificando la intensidad, porque ¡solo quedaban 10 minutos!
Más tarde, reflexionando un poco, en las posibles razones por las cuales me había sucedido eso, “como buena atleta” (otra nota personal “…sí, claro”) empecé a evaluar qué había comido la noche anterior. Y si bien es cierto que, hacía mi rutina de ejercicios en ayunas cada día, en esa ocasión estaba peor que en ayunas: ¡no había cenado! Bueno…, sí, me comí un pedazo de bizcocho (otra nota: el último que quedaba de mi celebración de cumpleaños).
Reflexionar en esa situación, abrió mis ojos. ‘¡Aliméntate de la Palabra!’ ‘Aliméntate BIEN de la Palabra’.
Un pedacito de bizcocho, con MUCHO fondant y azúcar y colorantes, aunque sació mi hambre esa noche, calóricamente; no era alimento suficiente para que mi cuerpo pudiera soportar el ejercicio físico al día siguiente. De igual manera, leer la Biblia un poquito o leer un devocional extremadamente digerido y “azucarado” no es suficiente para que mi alma enfrente las actividades del día siguiente.
No te digo lee más, digo lee mejor. Lee de forma que aquello que leas, sea suficiente para el ejercicio espiritual que corresponda. Los días son malos, la maldad del hombre llegará a niveles inconcebibles; aliméntate bien, no sea que te encuentres incapaz de enfrentarla.
Qué buen recuerdo para mí ahora mismo… ‘aliméntate Carolina, pero ¡aliméntate bien!’
En el sentido físico, no se trata de menos sino mejor para llegar y/o mantener un peso ideal.
En el sentido espiritual, no se trata de más sino mejor, para alcanzar la salud espiritual.
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