Jesús se encarnó y tomó forma de siervo para traer la salvación a todos los que creyeran en Él como Señor y Salvador. ¿Esta verdad te asombra y te detiene en seco? ¿Hace que tu corazón se ensanche de alegría y agradecimiento? Si has puesto tu fe en Jesús como Señor y Salvador, definitivamente debería hacerlo.
En el primer capítulo del evangelio de Juan se explica esta maravillosa verdad. El autor escribe:
«El Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos Su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad…Nadie ha visto jamás a Dios; el unigénito Dios, que está en el seno del Padre, Él lo ha dado a conocer» (vv. 14, 18).
Jesús, Dios mismo, vino a salvarnos tomando forma de carne, se hizo humano, vivió una vida perfecta y murió en nuestro lugar por nuestros pecados, resucitando de entre los muertos al tercer día para vencer a la muerte. ¡Esta es la verdad que debemos tener en mente esta Navidad y realmente todos los días de nuestras vidas! Esta verdad debe celebrarse los 365 días del año y debe hacernos regocijar siempre.
Sí, podemos disfrutar de todas las maravillas y festividades que vienen con esta temporada, son un regalo de Dios. Pero ya sea que estés esperando esta temporada por todo el gozo que trae, o si es una temporada que está rodeada de dificultades y desafíos, mantén la gloriosa verdad de la encarnación de Cristo y el propósito detrás de ella en tu mente y corazón. Porque sin importar cuáles sean tus circunstancias, el milagro de que Jesús naciera de una virgen y tomara carne humana para salvarte es algo para celebrar y regocijarse. El plan de Dios para salvarte de la muerte y el castigo eterno por tus pecados a través de Jesús es un motivo de adoración constante.
Jesús no tenía que hacerlo. Él no tenía que salvarnos. Dios no tenía por qué vaciarse de todos Sus privilegios celestiales para venir a servirnos. Pero lo hizo. Pablo escribe:
«el cual, aunque existía [Cristo Jesús] en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse,sino que se despojó a Sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres.Y hallándose en forma de hombre, se humilló Él mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (Filipenses 2:6-8, énfasis añadido).
Jesús se hizo humano para salvarnos y este era Su plan incluso antes de que Adán y Eva cometieron pecado en el Jardín del Edén (Génesis 3:15; Efesios 1:5-11). ¡Este fue Su plan todo el tiempo y podemos regocijarnos en esta maravillosa verdad durante todo el año!
Debido a que Jesús se hizo carne, ahora tenemos la gracia de entrar ante Su trono para tener una relación íntima con Aquel que nos creó y que nos ha dado el propósito de conocerlo, amarlo, servirlo y adorarlo. Cuando vivimos con ese propósito, encontramos gran gozo y satisfacción porque permanecemos en Él.
Todos los regalos fantásticos y todos los momentos asombrosos que experimentas de este lado del cielo han sido comprados para ti en la cruz y te son dados para que los disfrutes porque Jesús se hizo carne. Y cuando las penas y el dolor se presenten en tu camino, puedes continuar y seguir adelante, en la fuerza de Dios, porque Jesús vino en la carne. Nunca estás sola y no estás desamparada por Dios; lo tienes siempre contigo porque, como hija de Él, te ha dado el Espíritu Santo porque Jesús se hizo hombre. Cada promesa que Dios te ha dado en la gloriosa verdad de Su Palabra es posible porque Jesús vino a este mundo.
Hermana, cualesquiera que sean las emociones que traiga esta temporada, no dejes que eclipsen el milagro que fue el nacimiento de Jesús. ¡Guarda estas verdades en tu corazón y regocíjate en ellas sin importar lo que estés enfrentando en esta Navidad porque Él ha nacido!
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