Marcharon como ejército, reforzadas por sus deseos de igualdad. Un grupo de mujeres como río que perdió su cauce exigían identidad. Caminaron así como lo hizo Eva, resuelta a negociar con Satanás lo que ya Dios le había dado: propósito y misión. Hoy no estamos muy lejos de ese suceso ocurrido hace siglos, al parecer caminamos tan lejos que nos hemos perdido.
Esas voces demandantes aún hacen eco en nuestros días y constantemente atacan la mente de la mujer que se considera cristiana. Las pisadas que el movimiento feminista trazó sembraron un camino de inseguridad y cuestionamientos en el corazón de las mujeres del mundo, todas en algún momento nos hemos preguntado: ¿quién soy?, ¿para qué estoy aquí?, ¿cómo encuentro mi identidad y valor?
Pero esta lucha interna de ambición no inició en el siglo XIX. Tuvo su origen en el mente de la primera mujer, Eva, quien con determinación se enfocó en encontrar respuesta mordiendo un fruto prohibido. Este abrió la herida del pecado, redefiniendo así las motivaciones de su corazón, una vez creado para portar la imagen de Dios, ahora portando una imagen distorsionada de su propósito inicial. (Gn. 2:17, Gn. 3:6) (2 Co. 11:3)
Solo Jesús ha definido lo que significa ser una mujer. Como un regalo inmerecido, la vida que nosotras habíamos decidido acabar, Cristo la redimió, siendo el Mesías prometido, el Cordero que pagó por nuestros pecados, quien restableció nuestro valor y propósito eterno. (Ef. 2:5,10)
Una mujer es diferente a un hombre, una creación exclusiva de Dios, hecha a Su imagen y semejanza, llamada a un propósito diferente que cualquier otro ser creado. Una mujer nunca es inferior, débil o de voluntad frágil, más bien es dadora de vida y formada con belleza innata. Sin necesidad de comparar su aspecto físico al espejo de Instagram o a los comentarios insensibles de hombres pecadores. Ella fue creada hermosa, adornada y amada por el perfecto escultor. ( Pr. 31:10-27)
Aunque no lo creas, tú y yo todos los días decidimos marchar hacia alguna dirección, la autenticidad de nuestra fe se muestra en la forma en que vivimos, en cada decisión que tomamos. Y es que, ¿cómo podemos pensar bíblicamente acerca de nuestra feminidad, si constantemente recibimos de la sociedad mensajes opuestos a lo que nos dice la Biblia? ¿Cómo marchar diferente aún viviendo en este mundo en donde la sumisión es sinónimo de abuso y el servicio a otros está condicionado a la retribución que recibimos?
¡Mujer cristiana, marcha!
Hoy te invito a unirte a un grupo de mujeres quienes hemos decidido marchar diferente, entendiendo nuestra misión en esta tierra y buscando dar gloria a Cristo en cada aspecto de la vida.
¡Mujer cristiana, marcha! Así como lo hicieron Ana, Rahab y María. Ondea la bandera del evangelio con tus manos, mente y corazón. Sé transformada por la Palabra y que esta sea el mapa en el que se encuentres la absoluta Verdad sobre tu vida, propósito e identidad. Sustenta tus pasos sabiendo que la liberación solo llega con el conocimiento de la verdad bíblica. Entiende que el empoderamiento y la libertad real nunca vendrán de manos de un sistema corrompido por el pecado. ( 1S. 2; Jos. 2; Lc.1:38)
¡Mujer cristiana, marcha! Guía tus emociones en la paz, el poder y la presencia de Dios como torre fuerte, armas que serán el mejor recurso en cada etapa de tu existencia. Asume con valentía la labor encomendada de dar vida y sembrar semillas que den fruto eterno. Avanza segura de dónde vienes y hacia dónde vas. (2 Co 10:5)
¡Mujer cristiana, marcha!, de vuelta a tu hogar, a reconstruir los muros que el pecado ha destruido, confiada no en tus recursos pasajeros, sino en Aquel que inició la obra y prometió perfeccionarla. ( Sal. 127:1; Flp. 1:6; Sal. 144:12)
Mujer cristiana, marcha todos los días de rodillas en oración, doblega tu voluntad al único merecedor de ello por amor. Da pisadas inteligentes, sabias, humildes guiadas por la Palabra de Vida, sin importar cuán contradictoria sea para una cultura moribunda.
( 1 Ts. 5:17 / 2 Ti 3:6-7 / Pr. 31:19, 20, 26)
Mujer cristiana, marcha, camina libre, enfocada con intencionalidad en enseñar a las generaciones futuras con tu testimonio y tiempo, cuál es tu herencia más especial, la abundante gracia y fe inquebrantable en Cristo quien perdonó tu pasado, sustenta tu presente y asegura tu futuro. ( Tit. 2:4-5; Ro. 8, Mc. 16:15, Ap.12:11)
¿Mujer cristiana, hacia donde estás marchando?
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