Justo antes de mudarnos a nuestra casa nueva, los propietarios anteriores tuvieron la cortesía de darnos una caja de luces de navidad. Inclusive dibujaron un diagrama en una pared de la marquesina que mostraba cuál línea de luces correspondía a cada parte del techo. Me puse muy contenta. Ahora, finalmente me contaría entre los vecinos que celebraban las festividades.
En nuestro antiguo vecindario, el espacio de nuestra casa siempre lucía como un gran hoyo negro. Todas las demás casas brillaban radiantes con las luces de la Navidad, pero la nuestra se identificaba por la oscuridad. Mi esposo no le encontraba sentido a subirse en la escalera a inicios de diciembre para colocar luces a los árboles y bordes de los techos. Él dijo, ¿por qué pondría en riesgo mi cuello solo para que aumente mi tarifa de la luz?
Pero seguramente esta era de la oscuridad de nuestra historia familiar terminaría. En lo adelante, cuando diciembre se acercase al hogar de la familia Popkin lo haría con el parpadeo de la alegría navideña, ¡trayendo admiración y gozo a todos!
Pero estaba muy equivocada. Pronto aprendí que en los años anteriores nuestro techo no se quedaba sin iluminar por la falta de un diagrama. Ni tampoco por falta de luces. Ahora teníamos ambos y no había un espíritu festivo en nuestra fachada.
Mientras más nos acercábamos al 25 de diciembre, sentía más vergüenza de nuestra casa notablemente oscura. Estaba segura de que los antiguos dueños pasaban diariamente frente a nuestra casa y movían su cabeza en señal de incrédulo disgusto. Los imaginaba frenando e inclinándose a mirar nuestra fachada depresivamente oscura y murmurando “¡Pero bueno!, les dimos un diagrama. Les dimos luces, ¡por el amor de Dios! por lo menos deberían tener la suficiente decencia de colocarlas y encenderlas”.
No tengo pruebas de que los antiguos dueños pasaran frente a nuestra casa, verificando si habíamos utilizado las luces. Pero aun si hubieran ido al frente de nuestra casa quejándose directamente con mi esposo, sé lo que hubiera pasado. Ken hubiera sonreído saludándolos afectuosamente y luego diría ‘¿las luces de Navidad? ¡Nooo! Estoy bien así. Pero gracias por pasar por aquí’.
¿Te imaginas como se irían? Avergonzados en la oscuridad.
Esparce una luz de un tipo diferente
Ahora imagina algo más problemático. Supón que, en lugar de los antiguos dueños, quienes pasaran delante de la casa fueran unos padres mirando a la distancia, la oscuridad de su hijo adulto. Después de la tensión de tener que mirar, estos padres sacuden la cabeza con incrédula tristeza – no porque su hijo no muestre entusiasmo por la Navidad sino porque la vida de su hijo no refleja la Luz que vino al mundo en Navidad.
En un tono desconcertante, estos padres dicen “¡Le pasamos nuestra fe! La empacamos y te la dimos. Lo único que tenías que hacer era tomarla." Pero aun si estos padres pasaran frente a la puerta del frente de este hijo y lo confrontaran directamente, ellos podían adivinar lo que diría. Sonreiría, los saludaría afectuosamente y les diría ¿Jesús? ¡Noo! …estoy bien así. No quiero arriesgar mi cuello por una Luz que no puedo ver. Gracias por haberse detenido a saludar”
No soy lo suficiente ingenua como para no pensar que estos padres podríamos ser nosotros. He escuchado bastantes historias de padres sufriendo por esta razón como para saber cuán serio es este asunto de pasar mi fe a mis hijos.
Pero lo que he aprendido es esto: una docena de variaciones del “diagrama puente” no va a darle a mis hijos pasión por Jesús. Mi amor por Cristo no es algo que puedo empacar en una caja para que mi hija se lo lleve cuando se mude.
Mis hijos solo heredarán mi fe si la hacen suya. Cuando se muden de mi casa, la única manera en que se llevarán la Luz del mundo con ellos es si ya estaba en sus corazones, si ya Él vivía allí-iluminando sus vidas desde adentro hacia afuera-.
No presumamos que podemos pasar nuestra fe a nuestros hijos como si fuera una caja de luces de Navidad. No es posible hacerlo.
Conectando la Luz
Pero esto es lo que sí podemos hacer: podemos abrazar la venida de Jesús todo el año, sirviéndole con gozo como nuestro Señor. Podemos hacer brillar la luz de la esperanza, aun en los momentos más oscuros de nuestra historia familiar. Y podemos levantar hogares que desplieguen el brillo tierno de Jesús.
¿Se ha alejado tu hijo de la Luz del mundo? ¿Está sonriendo en la oscuridad inconsciente de su necesidad de Jesús? No te desesperes. La Luz no se ha apagado ni desconectado. La calidez de la invitación del Evangelio vive en ti. Haz un inventario de tu influencia. ¿En cuáles áreas de tu vida estás cerca de personas que viven en la fría oscuridad por no haber entregado su vida a Cristo? Quizás se trata de tus propios hijos. O quizás Jesús te ha colocado en lugares donde puedas brillar en la vida de los hijos de otros.
Aunque no tengas luces de Navidad este año, ¿no usarías esta época navideña para esparcir la luz de Jesús?
"Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo el que cree en mí no permanezca en tinieblas”. ~Juan 12:46
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