Mis arrugas y la eternidad de Cristo

Nunca pensé admitirlo pero, sí, soy vanidosa, y más de lo que pensé. Engañoso es el corazón y perverso (Jer. 17:9), dice la Escritura, de tal manera que mi vanidad no era evidente. Pero llevo años vigilando mis arrugas, semanas en la que me detengo frente al espejo de aumento y percibo que la crema fabulosa no ha funcionado porque veo aparecer unas discretas, pero sinceras líneas en mi rostro, antes liso y sin senderos que se bifurcaran.

Oh sí. Soy vanidosa y llena de preocupación porque mi aspecto físico comienza a ser diferente. Iba a escribir que mi belleza comenzaba a declinar, pero en realidad no declina, sino que cambia, según apunta mi ego, con su cara lisita y sin manchas.

Pero me tiene sorprendida esto de convertirme en una analista de arrugas. ¿Qué no tengo nada más para hacer? ¿Acaso el mundo se acaba porque comienzo a reflejar los años que llevo encima? ¿Por qué este afán de querer detener lo inevitable y pretender ser lo que no soy? ¿Enloquecerme por mi pelo cano y mi arruga evidente en el ojo?

Siendo una mujer cristiana, creyente en Cristo Jesús, me inquieta y entristece comprobar esta debilidad porque lo que muestra es mi YO queriendo reinar, para bien o para mal. Yo, la mejor de todas. Yo, la peor de todas. Yo, la más conservadora de las damas. Yo, la más descuidada del vecindario. Yo, la más espiritual del mundo. Yo, la más banal de mi grupo. Pero al final y al principio, yo.

Vivir en los extremos es peligroso; vivir en lo efímero de lo banal, peor aún. Y el cuerpo, mi cuerpo, es pasajero. Es esta pequeña cápsula donde mi Señor ha puesto mi alma y donde el Espíritu Santo habita por la fe en Jesús. 

Y en Cristo radica mi identidad, no en mi piel lisa y sin arrugas, sino en Aquel que me ha comprado con gran precio para estar con el Padre, con el Hijo y con el Espíritu, por los siglos de los siglos. 

El Señor puso eternidad en el corazón humano para que ese corazón lo anhele y busque, y halle satisfacción en Cristo. Pero también puso un límite a nuestros días sobre esta tierra, y estos disminuyen cada día más.

¿Qué estoy haciendo con eso? ¿En qué invierto el tiempo que me ha dado Dios? ¿En contemplarme a mí o a Cristo y Su Palabra?

«Por tanto, tengan cuidado cómo andan; no como insensatos sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos». -Efesios 5:15-16 

Si no puedo desaparecer el paso del tiempo en mi persona, ¿por qué preocuparme o afanarme? ¿Qué provecho hay en desperdiciar mi tiempo así? No estoy diciendo que tiremos la toalla y nos instalemos en el descuido personal, ¡todo lo contrario! Pero sí te invito a que abracemos cada etapa de nuestra vida, buscando honrar a Dios.

«Así pues, no sean necios, sino entiendan cuál es la voluntad del Señor». -Efesios 5:17

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Sobre el autor

Claudia Sosa

Claudia Sosa es mexicana, de la ciudad de Mérida, para ser más especifica. Nacida de nuevo, por gracia de Dios, en Enero de 2009. Casada con Rubén, su novio de toda la vida, desde hace casi 28 años. ¡Matrimonio rescatado … leer más …


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