Cuando los conflictos revelan lo que hay en mi interior.
La Biblia tiene múltiples referencias a los fariseos y cómo Jesús los llamaba “hipócritas". A menudo (o casi siempre) al leerla tendemos a asociarnos con los personajes que nos gustan o con quienes nos sentimos identificadas–Rut y el dejarlo todo por seguir al Dios de Israel, Abigail y su generosidad hacia los hombres de David– pero no nos vemos mucho en los zapatos de un fariseo, ¿a quién le gustaría ser llamado “sepulcro blanqueado” por Jesús?
El diccionario asocia la palabra hipocresía con “santurrón”, y la define como: “Fingimiento de sentimientos, ideas y cualidades, generalmente positivos, contrarios a los que se experimentan.” ¿Sabes qué? Mira el ejemplo que utilizan: “No soportamos la hipocresía de los falsos cristianos."
No dejes de leer, sospecho que no escribiré lo que te imaginas…
Te comparto lo que aprendí de algo que me sucedió, que puede ayudarte al momento de enfrentar obstáculos en tus relaciones —con Jesús y con quienes te rodean-.
Recientemente enfrenté un conflicto cotidiano y me di cuenta de que me comporté de manera hipócrita. Luego reflexioné tratando de entender lo sucedido.
Cada persona es diferente, en su manera de pensar, reaccionar, ver las situaciones. Cada quien tiene su propio guión de cómo debe responderse ante ciertas circunstancias, o una forma particular de sentirse dependiendo de lo que le dices o cómo le tratas. Si somos sinceras debemos admitir que muchas veces actuamos como si todos deben responder de la manera que asumimos como correcta, o según nuestro guión de lo que debe hacerse y lo que debe suceder. Definitivamente en muchas ocasiones ésta es la razón por la cual no nos entendemos unos a otros.
Me pasó algo así. Me sentí mal porque no sería como yo esperaba, según mi guión para ese día, y estallé. En lugar de admitir que mi conducta estaba relacionada con mi sentir, hice de cuenta que “nada” había pasado, racionalizando mi reacción, pero cubriendo lo que verdaderamente había en mi corazón. Nuestro enemigo Satanás hace que el pecado luzca razonable.
¿Buscas rápidamente una explicación racional para tus reacciones y actitudes en medio de un conflicto?
En el afán de escapar del conflicto, ¿actúas con indiferencia decidiendo ignorar los sentimientos de la otra persona?
Entonces te pareces a mí…. y nos parecemos a los fariseos.
Al bloquearnos hacia otros, cerramos nuestro corazón, enmascaramos nuestras verdaderas emociones, damos rienda suelta a la lengua y actuamos… no sin pensar, sino habiendo pensado hacer el mal y no el bien. Esto ocurre en fracciones de segundos, como un disfraz que nos quita el sentimiento de culpa y de responsabilidad, da cierto alivio, pero está mal. No tomamos el tiempo de parar y pensar a la luz de la Palabra de Dios —que es el verdadero guión— disponiendo el corazón a que el Espíritu obre en nosotras.
Fingimos entonces, al momento de estallar o luego, diciendo: “¡No!, todo está bien, en serio…” o, “No te preocupes, ya pasó”; también puede ser “Ya no voy a pensar más en eso, no es nada…”, y cosas por el estilo. Es más fácil decir estas cortas frases y huir de la situación, antes que expresar sinceramente que nos sentimos heridas o que algo nos frustró, pedir perdón por nuestra reacción, renunciar a nuestros planes y buscar (luchando contra nuestra carne) el bienestar de la otra persona.
No significa que recitemos nuestros sentimientos por todas partes, ¡no! Pero sí que al tener un conflicto veamos la vida de Jesús en nosotras a través de Su Espíritu, ayudándonos a enfrentar el problema con valentía, a no enmascarar nuestro corazón con razonamientos ni excusarnos detrás de nuestros guiones, sino expresar nuestros sentimientos con mansedumbre, pidiendo perdón y perdonando —aún si la persona no lo pide— y siempre viendo al otro como superior a nosotras mismas.
Esto es trabajo arduo, pero no nos cansemos amada hermana, la carrera sigue y el Espíritu Santo vive en nosotras.
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