Gran parte de mi juventud fue en la fe. Crecí llevando una vida activa en la iglesia y sirviendo con entusiasmo. Al mismo tiempo, y muy sutilmente, me fui enorgulleciendo de mis disciplinas y de mi crecimiento. Me daba temor tener disciplinas espirituales y luego fallar de nuevo. Me daba temor servir en la iglesia sabiendo que podía hacerlo en hipocresía. Basaba mi identidad en mi pecado y me «castigaba» por fallar buscando formas de pagarle a Dios por mi ofensa. El peso de mi culpa era grande y no había nada que yo pudiera hacer para que Dios «me amara de nuevo»… Esto es parte de lo que nos cuenta Annamarie en nuestra serie el Poder de la Verdad ¡No te lo pierdas!
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