Me aferro a Cristo

Escritora invitada: Patricia Pérez

En un mundo tan ajetreado, y donde todos buscan lo suyo y no lo del otro, donde el egoísmo y el «yo» impera de diversas maneras, donde parece que vives sola y que nadie te escucha o ayuda, es necesario y muy importante que busquemos dirección, sabiduría, fortaleza, aliento y verdad en la Palabra del Señor. 

Toda lucha y prueba vívela en la voluntad del Señor para ti. Como Sus hijas, sabemos que todo lo que Él permita, será para nuestro bien (Ro.8.28) y para formarnos cada vez más a imagen de Su hijo Jesucristo (Flp. 1:16).

Busquemos perseverar cada día, viviendo en obediencia, con gratitud y amor por Cristo y Su Palabra. Procura una comunión íntima con el Señor (Sal. 5:3; 63:1), la hora y el tiempo será conforme a tu etapa de vida, pero, de ser posible, haz de esto un hábito diario. Pídelo en oración al Señor.

Toda alegría, ya sea una oración contestada por el trabajo que querías, un esposo que deseabas, un bebé en tu vientre, una enfermedad curada, etc., vívela con gratitud, pues te han sido dadas por la gracia y bondad de Dios (1Tes. 5:18).

Toda enfermedad que permanece y parece no sanar, vívela soportando con paciencia y en oración incesante, a solas, derramando tu corazón ante Él y también con hermanos en la fe, que te ayuden a elevar ruegos por ti al Señor (Stg. 5:14), espera en Él y Él hará conforme a Su voluntad (Sal. 37:5). Esto traerá paz con confianza en Él, pues estás en Sus manos.

Toda injusticia, calumnia o mentira que se haga contra ti, vívela sin quejarte ni tomar venganza; descansa llevando todo delante de Él. Suya es la venganza (Mt. 5:11, Ro. 12:19).

Todo desánimo, cámbialo y vívelo leyendo y recordándole a tu alma las preciosas y grandísimas promesas que hay en Su Palabra (2 Pd. 1:4). Y no olvides ninguno de Sus beneficios para contigo (Sal. 103:2). 

Toda necesidad física: casa, trabajo, sustento, aun abrigo, llévalo en oración. Cristo es proveedor y sustentador fiel. Él cuida de los que son Suyos (Mt. 6:25-32, Flp. 4:19, Sal. 34:15).

Toda falta de carácter, también vívelo en oración y en dependencia del Espíritu Santo, para que Él te provea de Sus frutos (Gal. 5:22-23). Recuerda que tú no puedes cambiar sola; el cambio solo es posible por Jesucristo, pues solo Él cambia los corazones y las voluntades, para que podamos hacer aquello que le agrada. 

Por último, no olvides que hay uno que conoce y entiende tus debilidades, que fue tentado en todo, pero no pecó: Su nombre es Cristo. Vive con el evangelio presente cada día. Siempre vuelve a la cruz; toda necesidad, vívela en rendición a Cristo, aferrada a Su Palabra. Jesús ya venció todo pecado, pagando con dura muerte en la cruz, para que tú y yo, al conocer la verdad, seamos libres (Jn. 8:31). 

Pero debemos permanecer en la Palabra, dando gracias a Dios en todo (Flp. 4:6). Es de valor incalculable la salvación que hemos recibido de Jesucristo, por pura gracia. Y es mucho mayor que cualquier problema o necesidad, la gracia y misericordia que cada día el Señor renueva, para que seamos más que vencedoras por medio de Aquel que nos amó y nos ama.

AFÉRRATE A CRISTO. AFÉRRATE A SU PALABRA.

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