Maternidad avivada: recuerda tu «por qué»

Nota del editor: Hoy comenzamos una serie de nuestra amiga Laura Booz que se desarrollará durante los próximos tres lunes. Esto es lo que dice Laura sobre sus objetivos para la serie «Maternidad avivada»: «Espero que esta serie sea como una sorprendente siesta de cuatro horas durante los días de tener a un recién nacido. Espero que sea como una conversación lineal con una buena amiga o una canción de adoración que te levante el ánimo. Espero que algo en esta serie hable directamente a tu corazón y te dé esperanza para el futuro».

Sigo despierta después de mi hora de dormir, pero estoy decidida a permanecer despierta hasta que mi hija adolescente vuelva a casa del entrenamiento. Aprovecho el tiempo para revisar mi plan de comidas por enésima vez, tratando de encontrar esa combinación perfecta de barato + sano + fácil. Luego espero enviar un correo electrónico explicando por qué tengo que decir «ahora no» a un viaje de trabajo que me alejaría de mi familia durante un fin de semana de más.

Pero, ¿por qué? ¿Por qué renuncio a mis preciadas horas de sueño y a recortar gastos y a investigar sobre comidas familiares saludables y a rechazar oportunidades?

Mi respuesta es importante, determinará la forma en que le responderé a mi hija cuando entre por la puerta. Determinará la actitud con la que pediré los alimentos y llenaré el refrigerador y serviré las comidas. Mi «por qué» dará buenos o malos frutos.

El «por qué» equivocado me cuesta mucho. Digamos que estoy esperando y trabajando en el plan de comidas y diciendo: «Ahora no», porque me siento culpable. Me apresuraré a salir del pozo de la culpa de mamá, sólo para sentirme más abrumada que nunca. O digamos que estoy haciendo todas las cosas de «mamá» por miedo. Sólo sentiré más miedo y probablemente haré que mis hijos también lo sientan. O si sólo quiero complacer a la gente, acabaré sintiéndome amargada hacia las personas a las que intentaba apaciguar (o impresionar o imitar).

¿Te sientes identificada? Como madres, tú y yo hacemos innumerables sacrificios cada día, y nuestro «por qué» realmente importa. Somos como las semillas, poniendo nuestras vidas, esperando que algo bueno crezca. Cuando ponemos nuestras vidas por culpa, miedo o por complacer a la gente, es como si plantáramos nuestras semillas en tierra envenenada: no crecerá ningún fruto bueno. Pero si nuestra motivación se alinea con la voluntad de Dios para nosotras, si dejamos que Él determine nuestro «por qué», pondremos nuestras vidas en buena tierra y podemos esperar que crezcan buenos frutos de nuestra labor de amor.

Vale la pena detenerse y preguntarse por qué nos ocupamos de las listas de tareas, de los sentimientos y de la preocupación por el bienestar de nuestros hijos. Vale la pena recordar el por qué de Dios para la maternidad.

Hacemos lo que hacemos porque Jesús dio su vida por nosotras

Jesús nos ama y dio su vida por nosotras. Estábamos muertas en nuestros pecados; ¡ahora estamos vivas en Cristo! Éramos enemigas de Dios; ¡ahora somos amigas, hijas y herederas! Éramos esclavas del pecado; ahora somos libres para amar a Dios y a las personas. Somos libres para hacer la obra que Él establece para nosotras con corazones agradecidos. Todo en nosotras, incluida nuestra maternidad, se vive por y para Cristo.

«Con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por la fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gal. 2:20).

Si Dios te ha hecho madre, por nacimiento o adopción, lo ha hecho a propósito. Él tiene un buen trabajo para ti en esa relación. Jesús se dio a sí mismo por ti para que tú pudieras darte a ti misma por tu hijo. Tu vida como madre es una oportunidad para imitar a Jesús, para vivir una vida verdaderamente buena, y para conocerlo mejor a través de todo esto.

Somos «hechura Suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas» (Ef. 2:10). Esto incluye todas las tareas gloriosas y mundanas de la maternidad. Tan solo piensa: Dios te eligió para pelar un plátano para tu hijo pequeño, para guiarlo en la escuela secundaria, para tomar decisiones difíciles sobre el tiempo de pantalla y para enseñarle la gracia de Dios a través de Jesucristo.

Por supuesto, cuando el llamado nos parece demasiado elevado, como suele ocurrir, podemos pedir ayuda a nuestro Padre celestial. Él nos equipará al hacernos «aptos en toda obra buena para hacer Su voluntad, obrando Él en nosotros lo que es agradable delante de Él mediante Jesucristo, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén» (Heb. 13:21).

Hacemos lo que hacemos porque Dios ama a nuestros hijos

En el ajetreo diario, podemos olvidar ver a nuestros hijos a través de los ojos de Dios, pero cuando lo hacemos, recordamos la importancia de nuestra relación con ellos. Nuestros hijos han sido creados por Dios de forma maravillosa. Dios ha escrito los días de nuestros hijos en Su libro. Él piensa en nuestros hijos todo el tiempo.

Dios quiere que nuestros hijos escuchen sobre Él, Quiere que nosotras les enseñemos sobre Su carácter, Sus promesas y Su plan de redención. Quiere que nuestros hijos escuchen: «Dios te ama». Quiere que obedezcan Su Palabra, que sean guiados por Su Espíritu, que se arrepientan y se salven. Quiere que nuestros hijos proclamen: «¡Jesús es el Señor!» con corazones agradecidos y llenos de alabanza. Esto es cierto en todo momento, ya sea que estemos ayudando a nuestros hijos con sus tareas, jugando un juego después de la cena, o manejando rumbo al entrenamiento.

Tú y yo tenemos la oportunidad única de comunicar el amor de Dios a nuestros hijos. ¡Oh, que yo sea la primera en la fila! Que no me rinda cuando las cosas se pongan difíciles y que mi amor por mis hijos sea un eco del amor de Dios por ellos. Que las palabras de 1 Juan 4 cobren vida mientras crío a mis hijos: «Amados, si Dios así nos amó, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nunca lo ha visto nadie. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y Su amor se perfecciona en nosotros» (vv. 11-12). Aunque mis hijos e hijas no pueden ver a Dios, espero que experimenten algo de Su amor a través de mi oído atento, de mi sonrisa y de mi disposición a hacer lo que sea necesario para mantener nuestra relación. Oh, cómo oro por la gracia de permanecer en el amor de Cristo y hacer lo que sea necesario para compartir Su amor con mis hijos.

Hacemos lo que hacemos porque Dios nos ama

Un día, cansada de «hacer las cosas de mamá» por todas las razones equivocadas, abrí mi Biblia en 1 Corintios 13; el capítulo del «amor» y aprendí esta importante lección sobre la maternidad: si quiero que crezcan buenos frutos de mis sacrificios, debo entregar mi vida por el amor de Dios hacia mí. Así es como 1 Corintios 13 se aplica a mi vida como madre y espero que te bendiga con un nuevo recordatorio de «por qué» estás poniendo tu vida como madre también.

La meditación de 1 Corintios 13 de una madre

Si soy madre pero no tengo amor, solo soy una mujer que intenta manejar la vida de mi hijo. Si elaboro palabras para comunicarme perfectamente con mi hijo, pero no tengo amor,soy un tambor ruidoso. Si tengo todas las respuestas sobre el bienestar de mi hijo, y si sirvo a mi hijo las veinticuatro horas del día, pero no tengo amor, sólo soy una sierva cansada. Si doy todo lo que tengo, y si ofrezco mi cuerpo como un lugar para que mi hijo crezca, se aferre, llore y se abrace; si estoy totalmente consumida por la maternidad, pero no tengo amor, no gano nada.

Pero si me sumerjo profundamente en el amor de Dios por mí, creceré y tendré algo verdaderamente nutritivo que ofrecer a mi hijo. Dios es paciente conmigo mientras averiguo cómo criar a mis hijos. Es amable conmigo incluso cuando soy dura conmigo misma. Él no me envidia cuando estoy prosperando como madre, ni se jacta de lo bien que lo haría Él. No es arrogante ni grosero conmigo aunque muestre el desgaste de la maternidad. Él no insiste en Su propio camino, sino que me creó para ser una mujer única, irrepetible, y adecuada para el trabajo. Él no se irrita conmigo aunque le moleste pidiendo ayuda, ni se resiente conmigo cuando simplemente no entiendo. Dios no se alegra cuando me equivoco, me ama cuando lo hago bien. Él cree la verdad sobre mí. Él soporta todas mis cargas de la maternidad. Él espera lo mejor. Dios lo soporta todo por mí, y Su amor por mí y por mi hijo nunca termina.

Estoy trabajando desde una comprensión limitada de la maternidad y de lo que supone criar a mi hijo. Algún día comprenderé plenamente cuánto nos conoce y nos ama Dios. Pero por ahora, lo mejor que puedo hacer es dejar que Su amor me rodee, que caliente mi corazón, que reconecte mi cerebro, que suavice mis emociones, que guíe mis acciones, que impregne mi personalidad, que reorganice mi agenda, que desmantele mis defensas, que me sorprenda con oraciones contestadas y que me dé todas las razones para esperar que crezca algo hermoso.

Ayúdanos a llegar a otras

Como ministerio nos esforzamos por hacer publicaciones de calidad que te ayuden a caminar con Cristo. Si hoy la autora te ha ayudado o motivado, ¿considerarías hacer una donación para apoyar nuestro blog de Mujer Verdadera?

Donar $3

Sobre el autor

Laura Booz

Laura Booz es escritora, maestra y locutora de podcasts que anima a las mujeres a amar a Dios, pensar bíblicamente y vivir vibrantemente. Ella te animará, compartirá ideas prácticas y señalará las hermosas formas en que Dios está obrando en … leer más …


Únete a la conversación