¿Qué haces cuando se cierra una puerta en tu vida? ¿Y si en lugar de cerrarse amablemente, con cuidado, se azota en tu cara? Me gustaría pensar que yo lo aceptaría como una señal de la dirección de Dios, pero lo más probable es que estalle en lágrimas y que sienta todo tipo de lástima por mí misma. Tal vez por eso es que Mary McLeod Bethune es de tanta inspiración para mí. La historia de su vida nos exhorta a no mirar las puertas cerradas con desilusión, sino como oportunidades dadas por Dios.
Nacida en la pobreza
Mary Jane McLeod nació el 10 de julio de 1875, en Mayesville, Carolina del Sur, hija de Samuel y Patsy McLeod, antiguos esclavos. Apenas fueron dejados en libertad, sus padres lucharon por alimentar y vestir a sus quince hijos. Mary soñaba con el día cuando pudiera tener las cosas que las familias blancas daban por sentado, como libros y ventanas de vidrio. Su madre decía, “Mary Jane tiene un alma prometedora. La llevará muy lejos, o romperá su corazón.”
La vida de Mary cambió cuando una mujer misionera de la localidad ofreció pagar por su educación, primero en el Seminario Escocia en Concord, Carolina del Norte, y luego en el Instituto Bíblico para Jóvenes del evangelista D.L. Moody en Chicago. Ella se convirtió en la primera estudiante afro-americana que asistió al Instituto Bíblico Moody, graduándose en 1895.
Un corazón por África
En Moody, la vida de Mary estaba repleta de trabajo, estudio bíblico, canto y servicio con equipos de ministerio. Ella quería dedicar su vida a Dios como misionera en África y después de graduarse, depositó para el servicio misionero. Imagina su desaliento cuando recibió una carta del consejo de la iglesia comunicándole que no había vacantes para que mujeres negras sirvieran en África.
Apenas tenía veinte años. Estoy segura que habrá abrazado esa carta cerca de su corazón y habrá dejado salir un gran suspiro. No me sorprendería si la funda de su almohada quedó empapada con lágrimas. Pero el testamento de su resistencia es que su historia no termina ahí. Ella envió esta carta de respuesta:
Cristo me ha llamado a la obra. Su mandato es “Ir.” Estoy tan gozosa que Él me haya considerado digna de cargar mi corazón con esta Gran Comisión. Estoy tan gozosa que Él no eligiera para ir, ningún color en particular.
Redirigida a Florida
En lugar de ver esta puerta cerrada como el final, Mary buscó la voluntad de Dios para su futuro. Ella dijo, “Siempre que el Señor me dice que no, escudriño mi corazón y busco mi motivación. Porque Dios solo puede usar a alguien que no busca sus propios intereses.”
Mary dejó Illinois y viajó al sur para enseñar en escuelas misioneras en Georgia y en Florida. En 1898, ella se casó con un compañero que también era maestro, Albertus Bethune. La pareja tuvo un hijo, pero su matrimonio se deterioró, y Albert la dejó antes de morir en 1918.
Después de mudarse a Daytona Beach, Florida, Mary vio la necesidad de que los niños afro-americanos, específicamente las niñas, recibieran una educación. En 1904, con solo $1.65 en su cuenta, ella rentó una destartalada cabaña para iniciar su primera escuela. Se inscribieron cinco chicas a quienes enseñó habilidades de servicio, pero también a leer y escribir. Transformó cajas viejas de duraznos en escritorios y usó madera achicharrada para hacer lápices.
Mary pido dinero, vendiendo pescado frito y pasteles de batata en las esquinas a turistas adinerados. Invitó a algunos donantes para que integraran el consejo de una escuela que parecía una choza. De aquellos esfuerzos iniciales Mary escribió:
Hoy estoy más fortalecida porque al haber tomado el camino difícil y empinado, he tomado el tiempo para ser fiel, perseverante y optimista.
En menos de dos años, su escuela creció a 250 estudiantes y cuatro maestras. Muchos años después se convertiría en la Universidad Bethune-Cookman.
Enfrentando el K K Klan
Sus actividades a favor de los afro-americanos atrajeron conflictos. En 1920, cuando a las mujeres se les permitió votar por primera vez, Bethune animó a las mujeres negras a registrarse, a pesar de la intimidación del Ku Klux Klan.
Una noche, el Klan se presentó en el campus con capas y caballos. Mary junto a sus estudiantes, prendió todas las luces y con sus cantos los sacaron de la propiedad. Y ese mismo año, con la ayuda de Mary, 460 mujeres negras del área se registraron para votar en Daytona Beach –un logro significativo, ya que solamente se habían registrado 488 mujeres blancas.
Honrada por presidentes
El trabajo de Mary a favor de los afro-americanos, recibió atención de la Casa Blanca con una invitación para atender una Conferencia para el Bienestar Social del Niño expuesta por el Presidente Calvin Coolidge. En 1934, el Presidente Franklin Delano Roosevelt convocó a estadounidenses reconocidos a una reunión donde se abordaría el problema, y Mary estaba en esa lista. Él abrió una posición para ella en la Casa Blanca.
Al referirse a ella, dijo, “La sra. Bethune es una gran mujer. Creo en ella porque tiene sus pies sobre la tierra –no solo sobre la tierra, sino en lo profundo del barro labrado.”
El trabajo de Bethune con Roosevelt fue el inicio de una carrera de larga duración al servicio del gobierno. En 1953, se le invitó a viajar a África como parte de un equipo especial representativo de los Estados Unidos para la inauguración de su presidente. Justo el lugar del cual había sido rechazada, ahora lo visitaba con grandes honores.
Un corazón agradecido
Conforme se acercaba a sus años finales, Mary tomó el rol de presidente emérito de Bethune Cookman y entregó el liderazgo de su trabajo de toda la vida.
Un día Mary sentada en el desayunador de su casa en el campus de la escuela recordó cómo, cuando era pequeñita había anhelado un hogar con verdaderas ventanas de vidrio. ¡Qué lejos había llegado! Contemplando su vida y legado, ella escribió, “Cuando me despierto en las mañanas y miro alrededor, y veo mis ventanas de vidrio, mi Biblia en la mesa, y veo la alfombra en mi piso, mi baño, mi tina, tengo tanto agradecimiento en mi corazón por lo que Dios ha hecho por mí.”
En Daytona Beach, puedes visitar la casa de Mary y su tumba en el campus de la universidad Bethune-Cookman. La tumba de su fundadora tiene un epitafio que dice:
Ella entregó lo mejor de sí misma para que otros pudieran tener una vida más abundante.
La vida de Mary estuvo llena de puertas que se cerraban con estruendo. Pero aun cuando se enfrentó con infranqueables desventajas, ella se negó a hundirse en la desilusión. En lugar de eso, esta fiel mujer de Dios siguió Su dirección, y el resultado fue una vida llena con abundancia.
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