Soy del norte por lo que no conozco todas las tonalidades de la manera de hablar sureña. No sabría cómo pronunciar algunas palabras aunque estoy segura que en otros casos podría ganarle a algunos sureños con mis expresiones. No soy del tipo de personas rosadita, o frívola.
Sin embargo, hay una frase sureña que sé pronunciar bien “Magnolias de acero” Amo esa frase porque me habla de la esencia de la femineidad. Mezcla la belleza con la perseverancia, la suavidad con temple, delicadeza con duradero, dulzura con resistencia.
Me recuerda la exclamación del primer hombre al ver la primera mujer. Cuando Adán la miró, expresó un poema exuberante y espontaneo:
Esta es ahora hueso de mis huesos, y carne de mi carne; ella será llamada mujer (Ishsha), porque del hombre (Ish) fue tomada.” Genesis 2:23
El primer hombre se llamó a sí mismo “Ish” y a la mujer “Ishsha.” Se trata de un juego de palabras bastante inteligente y profundo. El sonido de estas dos palabras hebreas es casi idéntico—Ishsha solo añade la letra “a” para que sea femenino—pero las dos palabras tienen un significado complementario. Ish viene de la raíz cuyo significado es “fortaleza” mientras que la raíz de Ishsha significa “suave.”
Su implicación se aclara aún más cuando observamos el significado bíblico de la fortaleza del hombre. Se refiere a su masculinidad — su potencia, virilidad y poder procreador (Sal. 105:36; Prov. 31:3; Gén. 49:3).
En contraste, la suavidad de una mujer se refiere a su capacidad de quedar embarazada, su accesibilidad y vulnerabilidad (en el buen sentido). Un comentarista ha sugerido los equivalentes en inglés de “perforador” o “perforado”.
Los cuerpos del hombre y de la mujer reflejan esa idea. El cuerpo del hombre está diseñado para moverse hacia la mujer. Y el de la mujer, para ser sensible al hombre. Pero el patrón va más allá de la diferencia física entre hombres y mujeres para referirse a la totalidad de su esencia: el hombre fue creado para iniciar y dar, gozosa y activamente. Y la mujer, para responder y recibir; ella es la “suave”, que es sensible, responde y se relaciona. El hombre, es el “fuerte” con mayor capacidad para iniciar, proteger y proveer. Cada uno es la contraparte perfecta del otro.
El Señor creó al hombre y la mujer como una lección objetiva –una parábola– de una realidad espiritual profunda: la relación entre Cristo, el esposo y la Iglesia, Su esposa. Los hombres deben reflejar la fortaleza, el amor y sacrificio de Cristo. La mujer, el carácter, sensibilidad, gracia y belleza de la Esposa redimida por El.
En la medida en que meditaba en esta verdad cuando trabajaba con Nancy en un currículo sobre la Mujer Verdadera, he pensado en cómo puedo reflejar la belleza de la Esposa en mi matrimonio. Cómo ser “suave” y “sensible” hacia mi esposo. Le he pedido al Señor que me muestre áreas donde mi corazón se ha vuelto “brusco”. He tratado de responderle a mi esposo con una actitud de gozo y deleite, para reflejar cómo la Iglesia Esposa debe responder a Jesús, el Amante y Redentor de su alma. Ha sido divertido. De hecho, rejuvenecedor. Mujeres, cuando escuchamos lo que dice el mundo, olvidamos que nuestra suavidad es nuestra mayor fortaleza y suprema belleza.
A continuación, mi reto para ti. Examínate con sinceridad y mira si has apagado aquello que te hace hermosa como mujer. ¿Has perdido tu suavidad de Magnolia de acero? ¿Te has vuelto áspera y brusca? Pídele al Señor redescubrir tu femineidad. Inténtalo por unos días y luego vuelve para que me cuentes cómo te ha ido.
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