Los odiadores odian

Por Sarah Bubar

Confesión: AMO EL CHOCOLATE.

Específicamente, los chocolates Dove. No sé si es porque está envuelto tan perfectamente en papel aluminio, con mensajes de felicidad que me hacen pensar que son pequeñas piezas de bondad celestial que se derriten en mi boca o si es debido a que vienen en pequeñas porciones. En ocasiones, los uso como mis propias recompensas: “Bien, Sarah, si puedes leer otro capítulo más, podrás tener dos pedazos más de chocolate”. Les aseguro que debido a esta motivación he resuelto varios de mis asuntos pendientes en el seminario.  No fue por el diploma. No era la satisfacción de completar un proyecto. Era el chocolate.

Las últimas veces que me los regalé me quedé sorprendida con los mensajes. La mayoría de las veces, son mensajes de diversión, llenos de esparcimiento, frívolas ocurrencias sobre la necesidad de baños de burbujas y de masajes. "Disfrutar" o “Día soñado”, ellos me dirían. Pero un día, se volvió verdaderamente preocupante. “Ama las reglas sin reglas” enseñaba. "Deja que tu sensualidad brille”, me alentaba. Ahí iba yo con las ruedas que iban más rápido que las de Nascar, horrorizada con las mentiras que había estado siendo alimentada…..en forma de chocolate. Y esto me puso a pensar: ¡Nuestros enemigos REALMENTE nos odian!

Numerosos pasajes en Las Escrituras nos dicen que tenemos enemigos. Pero, ¿quiénes son exactamente? Las Escrituras nos identifican claramente quienes son: el mundo, la carne y el Diablo. En teoría lo sabemos. Hemos hecho películas, escrito canciones expresando nuestra lucha contra ellos. ¡Los llamamos “enemigos” por amor a Dios! 

Sin embargo, a menudo tomamos una actitud displicente hacia ellos. “Seguro, no son nuestros amigos y, probablemente, no necesariamente nos gustan…..pero, quiero decir, no son TAN malos. Son más que dignos adversarios contra quienes te enfrentas en un juego de pelota. A ganar algunos partidos; a perder otros. ¿Cierto?". Pero no es así como las Escrituras los muestran. Ellos están fuera de la sangre (Juan 10:10) . . . tu sangre. Y me temo que hasta que no entendamos la magnitud de cuanto detestan nuestra existencia, siempre viviremos derrotadas. Debemos darnos cuenta de esta verdad: Ellos absolutamente nos odian!

El Diablo

No es una sorpresa que el Diablo sea considerado tu enemigo. Fue enemigo de Dios desde el principio, tratando constantemente de envolver a la humanidad en su red de mentiras  (Génesis 3). No lo vemos como ese demonio asomado en la parte superior izquierda de nuestra espalda, con su capa roja, cuernos puntiagudos y apariencia diabólica, susurrando engaños a los oídos de las personas. Es más complicado que eso. Pablo nos advierte de sus muchas máscaras en 2 Corintios 11:14: “Y no es de extrañar, pues aun Satanás se disfraza como ángel de luz.” Astuto, ¿verdad? El propio Cristo le llama “el Padre de las Mentiras” (Juan 8: 44).  Hace siglos que Satanás trato de levantarse ante Dios (Isaías 14:13–14), y ha estado jugando con nosotros desde siempre (Lucas 22:31). Pero para que no piense que es sólo usted y Dios contra el príncipe de este mundo, sepa esto: Satanás sólo es el cabecilla de nuestros “enemigos”. Tenemos un par más. Un par más estrechamente ligado con nosotros mismos.

El Mundo

Eso es cierto, el mundo definitivamente nos odia. Dove me convenció de eso el día que escuché: “Adelante…….vamos a dar rienda suelta; pon todas las inhibiciones a un lado y haz lo que quieras hacer”. Disfrazado en una nota concisa que decía: “Déjese llevar por su sentido de aventura”. Pero el mensaje no podía estar más claro. El mundo quiere que te enredes en sus cosas. Quiere que seas como ellos. No estoy siendo cínica al hacer este comentario; Cristo nos advirtió sobre esto en Juan 15.

Nuestro mundo es astuto, también. El mundo es como el personaje de Lindsey Lohan en la película “Mean Girls” conocida por su nombre en español como “Chicas Pesadas”, quien te da una “barra dietética” diciéndote que te ayudará a bajar de peso cuando en realidad, su único objetivo es hacerte ganar peso. Te atrapan con envolturas de chocolate Dove y artículos de revistas que te animan a ser más sexy, delgada, más provocativa, porque según el mundo, ese es el tipo de personas verdaderamente felices. Quiero decir, si Jessica Biel puede tener la imagen de la “chica buena de al lado” vistiendo una blusa transparente y unos provocadores pantalones extremadamente cortos: ¿por qué no puedo hacerlo?

Ellos te mienten a través de comerciales de televisión cuyos mantras nos dicen que los hombres son mudos y que las mujeres deben dirigir el mundo. Te dicen que las cirugías plásticas son normales y, si ya te la has hecho, presúmela, lo más sexy, lo mejor. Ellos dejan a un lado lo que significa preferir a tu hermano y proteger su vida y la parte acerca de cuán vacía te sientes a pesar de convertirte en lo que han hecho contigo. Su objetivo es darte satisfacción inmediata. Y las consecuencias toman el asiento trasero para permitir el placer momentáneo que es el premio de la búsqueda de emociones (Hebreos 11: 25). Las Escrituras nos advierten contra estas tácticas cuando nos dicen “no améis al mundo ni las cosas que hay en el mundo….” (1 Juan 2:15–17).

La carne

Si Satanás es el mentiroso y el mundo es la chica mala, entonces nuestra carne es esa niña malcriada que grita y patalea cuando no se sale con la suya. ¿Por qué? Porque la carne quiere lo que quiere, y lo quiere ¡AHORA! Satanás y el mundo pueden ser tremendos enemigos, pero sabemos que Satanás tiene un final (has leído Apocalipsis, ¿cierto?) y el mundo pasa. Pero la carne es probablemente el enemigo más temible que hay. En parte, porque cargo con ella dondequiera que voy. En parte, porque en ocasiones, es extremadamente fuerte y exigente.  Y, en parte, porque tiene una inclinación perversa y torcida hacia la justicia. Quiere ser santa y buena, pero tan carente de Dios y Su obra en mi vida. Romanos 7:18 nos confirma esto: 

"Porque yo sé que en mí, es decir, en mi carne, no habita nada bueno; porque el querer está presente en mí, pero el hacer el bien, no”.

Por eso es que Gálatas nos desafía a no alimentar la carne y nos recuerda que se ha tratado con ella en la cruz de Cristo (Romanos 8:13; Gálatas 5:16–25).

No nos equivoquemos al respecto: tu carne mentirá, te engañará y te robará. Te dirá que una vez no es la gran cosa. Te convencerá que las demás personas están haciendo lo mismo, y están felices. Te dirá que no necesita ayuda porque es lo suficientemente fuerte por sí sola. Y cuando venga a confesión, se apropiará de sus malos actos, avergonzado de someterse a Dios. Esto es lo que nuestra carne es capaz de hacer; definitivamente te odia.

Entonces: ¿qué debe hacer una joven para liberarse del pánico malvado de este mundo en que se encuentra? Esa es la belleza de todo. NADA más que creer. Todo ha sido hecho. 

"El Señor peleará por vosotros, mientras vosotros os quedáis callados" (Éxodo 14:14).

Nuestros enemigos, así de abominables como son, han sido vencidos con la sangre y la cruz de Cristo.

1. Date cuenta de su final. 
Colosenses 2:13–15 nos habla acerca de cómo Cristo venció a Satanás y sus secuaces, los principados y gobernantes de este mundo, y no fue un jalón de orejas. Ellos recibieron su merecido, y tendrán más en el final (Apocalipsis 20). El mundo ya está pasando (1 Juan 2:17), no ocurre lo mismo con las promesas que Dios les da a quienes Le siguen (Salmo 84:11; Mateo 7:11; Lucas 11:13;  Santiago 1:17), lo cual también será reemplazado al final por algo mejor! (Isaías 65; Apocalipsis 21) y la carne… bueno, ella también fue sometida en la cruz y resurrección de Cristo (Romanos 6:4; Gálatas 2:20)

2. Deja de creer sus mentiras. Sólo tenemos que parar de comprar las mentiras que nuestros enemigos nos preparan. Necesitamos dejar de darles poder al obedecerlos. Así de simple. No los obedecerles y cesarán de dictarte lo que debes hacer (Romanos 6:16).

Cuando empiezas a fortalecer tu fe, a acercarte a Dios y Su Palabra, la conducta piadosa será el reflejo natural de tu fe. Cuando empieces a creer en la Palabra de Dios en lugar de las mentiras de este mundo, vivirás  versículos como Colosenses 3: 5 y 1 Corintios  6:18.

3. Recuerda Quien te guarda la espalda. Cuando finalmente puedas identificar a tus verdaderos enemigos, será muy obvio ver a Aquel que te guarda la espalda. Dios es contigo (Romanos 8:31; Salmo 56:9; Isaías 41:10). Él tiene “sobreabundantes” cosas que ofrecerte (Efesios 3:20–21). Su carga es ligera, no complicada (Mateo 11:29). Dios es el Único que cuida tu espalda. Él es el Único que quiere lo mejor para ti. Él es el Único que quiere darle verdadera alegría y contentamiento a tu corazón (Juan 10:10). 

Si, nuestros enemigos pueden lucir formidables, disimulados, pero absolutamente odiosos hacia nosotros; es el Dios del universo quien ABSOLUTAMENTE nos ama!

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Este artículo procede del Ministerio Aviva Nuestros Corazones ® www.avivanuestroscorazones.com 

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