¿Los compro o los hago? Recuperando lo perdido

«…y con agrado trabaja con sus manos». -Proverbios 31:13

Hace unos días me pidieron llevar unos polvorones a un almuerzo para celebrar el día de las madres. De inmediato pensé en buscar a alguien que me los hiciera. Cuando averigüé el precio, dije: ¡Wow, no sale barato! ¡Mejor los hago yo!

Llamé a mi abuela que sabe mucho de cocina y le pedí ayuda. Gustosamente me dijo que sí, y mi hermana también se unió al proyecto. 

El almuerzo familiar quedó precioso. Todas en familia sin proponérnoslo llevamos todo «hecho en casa», y pusimos nuestros talentos al servicio de los demás miembros de la familia, ya que mi cuñada fue quien hizo los arreglos florales.

Esto me dejó meditando en algo que como mujeres hemos perdido entre los afanes diarios y la vida continua fuera del hogar. ¡Cuántas cosas podemos hacer dentro de casa! Cuántos talentos Dios nos ha dado que por falta de cuidado y empeño dejamos dormidos por años. Proverbios 31 nos describe una mujer virtuosa y nos dice: «…con agrado trabaja con sus manos…ella se ciñe de fuerza y fortalece sus brazos».

Aparte de creer todas las mentiras del movimiento feminista de que fuera del hogar la mujer se desarrolla, halla su plena satisfacción y que debe reclamar igual oportunidad que los hombres, ¡nos han vendido la idea de que la casa es aburrida! 

Muchas se preguntan: ¿qué hago el día entero dentro de mi casa? ¡Mil cosas!!! Si nos propusiéramos desarrollar esos talentos que Dios nos ha dado, descubriríamos infinitas actividades que las 24 horas no serían suficientes. Siempre podemos arreglar una gaveta, ordenar un espacio de mejor manera, inventar recetas para agradar a nuestro marido y nuestros hijos, entre otras cosas. La casa es una empresa, un privilegio que Dios pone en nuestras manos para que vigilemos su marcha: «Ella vigila la marcha de su casa, y no come el pan de la ociosidad» (Prov. 31:27).

Las cosas hechas en amor con nuestras propias manos tienen una belleza que no necesariamente podemos conseguir con dinero. Dios nos hizo dadoras de vida, Él puso algo especial en nosotras que nos da la capacidad de hacer de las cosas sencillas y cotidianas, un detalle especial. Qué alegría poderle decir al esposo o a uno de nuestros hijos: «¡Hice este plato pensando en ti!». ¿Verdad que tiene un toque diferente?

¿Te animas a hornear algo para tu familia? Ora al Señor que ponga en ti creatividad; que adiestre tus manos para servir mejor a tu familia y a todos a tu alrededor. ¡Que por Su gracia seamos mujeres de virtud! 

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Sobre el autor

Elisa Michelén de Ramírez

Elisa Michelén de Ramírez está casada con Alejandro Ramírez. Tiene 3 varones: Rodrigo de 14 años, Kalil de 11 y Andres de 7. Estudió Educación Inicial dedicándose al ejercicio de su carrera hasta su primer embarazo cuando hizo una pausa … leer más …


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