Unas pocas semanas antes de la última Semana Santa, algo ocurrió dentro de mí, y te aseguro, no fue algo bonito. Salí de la habitación de mi hijo después de un largo, y exhausto conflicto con él, asustada por la ira y la impaciencia que sus necesidades especiales me habían provocado de repente. Es imposible explicar todo lo que me llevó a este punto, e incluso si pudiera, no sería beneficioso, porque las circunstancias no son el punto. Esta es una de las muchas cruces que me han sido dadas para cargar, y nadie puede entender completamente su peso, excepto Cristo.
Sin embargo, recientemente lo que me sorprendió es que las circunstancias dolorosas que enfrentamos no solamente son dolorosas debido a las pruebas en sí mismas, sino también porque el sufrimiento saca nuestro pecado a la superficie y también intensifica nuestra batalla interna.
Mientras oraba y consideraba lo que me quebró ese día en particular, me di cuenta de que no era tanto el dolor de la lucha de mi hijo sino el horror de ver la fealdad de mi corazón pecaminoso. Ahora puedo ver cómo, en ese momento, Dios permitió gentilmente que la presión de mis circunstancias rompiera mi determinación humana y mi tendencia natural a usar mi dolor como una justificación para mi respuesta. Aunque ha sido difícil, puedo ver Su mano amorosa detrás de esto.
La lupa de las pruebas
La realidad es que tendemos a sentirnos bien con nosotros mismos cuando nada presiona nuestros botones o amenaza nuestra comodidad y control. Pero cuando las pruebas comienzan a presionarnos, las respuestas pecaminosas a menudo no se quedan atrás. Aunque al principio podríamos culpar a nuestras circunstancias, con el tiempo, nos enfrentamos a la realidad de que nuestras pruebas no son la causa de nuestro pecado sino la lupa de lo que ya estaba allí. Seré la primera en admitir que ver la fealdad de nuestros pensamientos, acciones y reacciones pecaminosas puede ser increíblemente desalentador e inquietante. De dónde viene esta ira, nos preguntamos. ¡Nunca he sido una persona airada! ¿Realmente acabo de decir eso? ¿Realmente pensé eso? ¿Cómo podría haber hecho eso?
Nos sorprendemos al darnos cuenta de que algo tan pecaminoso podría salir de nosotros. Pero luego sucede una y otra vez y nos preguntamos qué pasó con la buena persona que una vez fuimos.
Y, sin embargo, esto es evidencia del amor de nuestro Padre por nosotros, ya que Él levanta suavemente el velo de la falsa percepción y abre nuestros ojos a la depravación de nuestros corazones separados de Cristo. Esta época de intenso sufrimiento me ha llevado cada vez más a analizar las palabras de Pablo en 1 Timoteo 1: 15-16
Palabra fiel y digna de ser aceptada por todos: Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, entre los cuales yo soy el primero. Sin embargo, por esto hallé misericordia, para que en mí, como el primero, Jesucristo demostrara toda Su paciencia como un ejemplo para los que habrían de creer en Él para vida eterna.
Aunque para algunos esto puede sonar como si estuviera derrotada y «siendo dura conmigo misma», la realidad es que ahora soy más libre para recibir la gracia, la misericordia y el perdón de Cristo porque veo más claramente cuán desesperadamente lo necesito. No es hasta que obtenemos una imagen precisa de nuestra miseria que podemos entender y ser transformados por el increíble regalo del sacrificio de Cristo por nosotros.
El sufrimiento, aunque a veces difícil de entender, puede ser el mejor camino al entendimiento del tesoro inmerecido y glorioso del evangelio. Entonces, en lugar de ver el sufrimiento como un inconveniente y sin sentido, veámoslo a través de los lentes de la verdad del evangelio. Desde ese punto de vista, podremos confiar en que cualquier cruz que Dios nos haya pedido llevar, será usada por Él para cumplir sus buenos propósitos.
5 maneras en que Dios ha usado la presión del sufrimiento
Me gustaría animarlas con cinco maneras en que Dios ha usado la presión del sufrimiento para revelar quién soy separada de Cristo y lo que he ganado en Él. Ruego que esto te anime a ver cómo Dios está haciendo una obra redentora dentro de tus propias pruebas.
1. La presión del sufrimiento ha revelado orgullo y la expectativa de bendición terrenal y comodidad.
Pero Cristo sacrificó su comodidad, salud, reputación terrenal y vida para que tú y yo pudiéramos tener mucho más que estos deseos temporales, que nunca merecimos en primer lugar, incluida una identidad segura en Él, el perdón de los pecados, un carácter para reflejarlo, gozo que no depende de las circunstancias, propósito para cada momento de nuestra vida y una eternidad prometida con Él. A medida que nos ayuda a ver más claramente lo poco que merecemos, estas verdades deberían humillarnos y llevarnos a adorar a Dios por todo lo que hemos ganado en Cristo (Filipenses 3:8-10).
De hecho, las mismas pruebas que me han llevado, durante un tiempo, a cuestionar la bondad de Dios, han sido los medios por los cuales Él me ha demostrado cuán buen Padre es.
2. La presión del sufrimiento ha revelado cuán condicional y temporal es mi amor.
Cristo, voluntaria y conscientemente, aceptó un sufrimiento horrible para ofrecer el sacrificio supremo, Su propia vida, incluso cuando lo rechazamos e ignoramos nuestra necesidad de Él.
Cuando reacciono con enojo, autoprotección y autocompasión por las palabras y acciones hirientes de mi hijo (aunque están fuera de su control), recuerdo nuevamente cómo la respuesta de Jesús fue la opuesta a la mía cuando Él fue burlado, golpeado y rechazado por las mismas personas por las cuales estaba dando su vida. La única forma en que podría ofrecer amor incondicional a quienes puedan lastimarme, probando mi paciencia, o fallando al no apreciar los sacrificios que he hecho por ellos (como mis hijos) es a través de la obra santificadora de Cristo expandiendo mi corazón para amar a otros mediante Su amor por mí.
No podemos hacer esto con nuestras propias fuerzas, pero podemos hacer todas las cosas a través de Aquel que nos fortalece. (Filipenses 4:13)
3. La presión del sufrimiento ha revelado que mi pecado es un problema más grande que mis pruebas.
Cristo conocía el verdadero estado de mi corazón: egoísta, orgulloso, altivo, irritable, impaciente, presumido y rebelde, incluso antes de que mi vida comenzara; y aún así eligió amarme, morir por mí, perdonarme y ofrecerme una nueva vida en Él a sus expensas.
A veces Dios permite circunstancias incómodas (o francamente devastadoras) para exponer el verdadero estado de nuestros corazones y magnificar la santidad del suyo. Hasta que estemos dispuestos a enfrentar la gravedad de nuestro pecado, nunca podremos comprender completamente la libertad y el tesoro que se nos ha dado a través de la sangre redentora de Cristo.
4. La presión del sufrimiento ha revelado cuánto deseo estar en control.
Cristo ha permitido que mi sufrimiento me ayude a liberarme de la prisión de tratar de ser mi propio dios y enseñarme a confiar en Él, apoyarme en Él y encontrar descanso en Él como el único Dios verdadero quien está en control y trabajando en Sus buenos y amorosos propósitos en mi vida.
Intentar controlar nuestras vidas es agotador y, eventualmente, nos estrellaremos y quemaremos. En la gracia de Dios, Él a veces permite circunstancias que nos quitan la capacidad de controlar nuestro entorno para liberarnos del círculo vicioso de la autosuficiencia y enseñarnos a descansar en sus propósitos amorosos y sus promesas fieles.
5. La presión del sufrimiento ha revelado cuán lejos estoy de la santidad de Dios.
Cristo vino a la tierra para vivir la vida perfecta que me falta todos los días. Él murió en mi lugar para pagar la pena de mi pecado para que Su santidad y perfección cubrieran mis fracasos, pecados e intentos de auto-glorificación moral. Muy lentamente, Él está cambiando fielmente mi corazón pecaminoso para reflejar Su santidad.
Como el salmista dijo, «hará resplandecer tu justicia como la luz, y tu derecho como el mediodía» (Salmos 37:6). Es posible que no lo veamos en el momento, así como es difícil ver que la luz del sol aumenta gradualmente a medida que se acerca al horizonte, pero cuando miramos hacia atrás, veremos cómo la luz y el carácter de Cristo han crecido dentro de nosotros.
Si te sientes desanimada por tu pecado, anima tu corazón y consuélalo con el hecho de que si ves tu pecado y te entristeces, significa que el Espíritu está obrando en ti. Él será fiel a Su promesa. E incluso ahora, tenemos la esperanza de que a medida que recorremos el camino de la santificación, somos redimidas y escondidas en la justicia de Cristo.
Fija tus ojos en Jesús
A primera vista, el dolor y el sufrimiento no parecen hacer nada más que robarnos el gozo y la felicidad. Pero con el tiempo, Dios a menudo lo usa para aumentar y profundizar nuestro gozo y libertad en Él, ya que nos lleva a Cristo y eleva nuestros ojos hacia el cielo. A medida que elimina la ilusión de felicidad y expone la fragilidad de nuestra alma separada de Cristo, gradualmente abre nuestros ojos al tesoro, al gozo y a la esperanza de ser perdonados, amados y restaurados por la sangre de Jesús.
Amiga, Jesús dio su propia vida en lugar de la nuestra para que pudiéramos experimentar una vez más las inconmensurables bendiciones de estar en una relación con nuestro Padre celestial. Sabiendo esto, debemos recordarnos a nosotras mismos, cuando la vida se pone difícil, que «el que no escatimó en su propio Hijo sino que lo entregó por todos nosotros. . . [también] con él amablemente nos dará todas las cosas» (Romanos 8:32). Si estás sufriendo hoy, que ese dolor te lleve a conocer a tu Salvador más profundamente que nunca. Porque si estamos en Cristo, podemos confiar en que así como Su sufrimiento tuvo un propósito santo y glorioso, el nuestro también lo tiene.
Hoy, sigamos adelante con esperanza, confiando en que la cruz que llevamos en el camino de seguir a Cristo es digna de manera incalculable y eternamente valiosa.
«Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tenéis tribulación; pero confiad, yo he vencido al mundo». (Juan 16:33)
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