Por: Catherine Parks
Me casé 3 meses después de mi graduación de Universidad. Naturalmente, me sentía muy segura de que lo sabía todo. Sí, el matrimonio sería difícil. Sí, sabía que tendría que hacer sacrificios y aprender a servirle a mi esposo en lugar de demandar que se hicieran las cosas a mi manera. Sí, requeriría ajustes. Pero como soy una persona determinada (con la ayuda de Dios, claró está), iba a poder manejarlo.
Ese mismo verano, 4 de mis mejores amigas de Universidad también se casaron. Continuamos con nuestras vidas, entusiasmadas acerca del futuro y listas para server a Dios en nuestras diferentes vocaciones.
Nuestra consejería pre-matrimonial nos preparó para algunas discusiones que se podrían presentar. Se nos dijo que el matrimonio revelaría nuestro egoísmo. Se nos enseñó sobre las finanzas, el sexo y la paternidad. Todos esos temas eran útiles.
Más tarde llegaron las pruebas. Infertilidad. Enfermedad. Pérdida de trabajo. Pruebas familiares. De repente, todo el entrenamiento no nos servía. En medio de gran sufrimiento, había pleitos sobre cómo colocar el papel de baño o si las tazas debían ponerse boca arriba o boca abajo en los gabinetes (para sus registros, boca arriba).
Pensábamos que estábamos preparado para todo lo que podía ocurrir en un matrimonio normal. Para lo que no nos habíamos preparado era para cuando las cosas salían mal. Mis amigas y yo habíamos hecho nuestros planes -matrimonio, hijos, graduación, etc. -y no estaban ocurriendo como lo habíamos planificado.
Conversaba con una amiga recientemente y me comentaba que hubiera preferido que la consejería pre-matrimonial se enfocara más en lo desconocido que en lo conocido. Entiendo lo que ella quiere decir. ¿Cuántas parejas planifican todo-el plan de los 5 años, de los 10 años, hijos a la edad de 29 años y así por el estilo-solo para descubrir que sus planes se desmoronan alrededor de ellos?
El asunto es que realmente no podemos planificar lo desconocido. Pero sí podemos planificar que lo desconocido puede ocurrir. ¿Cómo lo hacemos?
El secreto no se encuentra en un cuadro ni en un listado ni en los libros de matrimonio. El secreto está en las Buenas Nuevas, el Evangelio, que puede cambiarlo todo. Pablo entendió el valor supremo de Cristo y escribió en su carta a los Filipenses, " yo estimo como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor" (Flp. 3:8). Describe haber perdido todas las cosas para ganar a Cristo. En un capítulo anterior Pablo dijo "Vivir es Cristo y morir ganancia" (Flp. 1:21).
Cristo es supremamente valioso. Conocerlo es mejor que tener hijos, éxito económico, salud física o sexo fabuloso. Estas cosas son bendiciones pero no son lo supremo .
Con cada prueba, esta verdad es más real. En la medida en que cambia cada aspecto del "plan" o es eliminado, veo la mano de Dios amorosamente guiándome para ver a Su Hijo mejor que a mis planes. El remueve mis ídolos y los remplaza consigo mismo.
Por tanto, si estás iniciando ya que un matrimonio, la universidad o vivir de manera independiente, planifica para lo desconocido que te puede acontecer. Aférrate a Cristo. Ora pidiendo que El abra tus ojos para ver a Cristo más precioso que la vida misma. Y planifica experimentar un gozo mayor de lo que puedas imaginar.
¿Cómo lo desconocido en tu vida te ha acercado más a Cristo? ¿Cuáles ídolos pueden impedirte verlo como tu valor supremo?
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Este artículo procede del Ministerio Aviva Nuestros Corazones ® www.avivanuestroscorazones.com
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