Lidera en tu debilidad

Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad. 2ª Co. 12:9-10

El liderazgo no es para los corazones débiles. A pesar de la fortaleza y el elevado estatus que muchos adjudican a quienes lideran, la mayoría de las lecciones que he aprendido como líder, vienen de una profunda conciencia de mi debilidad.

Reconoce y abraza tu debilidad

Si has sido llamada a liderar, tal vez puedas identificarte con una o más de las situaciones siguientes:

  • A veces te cansas de ser a quien todas buscan para tener una visión clara y para saber qué más piensas hacer/planear/o hablar. Solo por una ocasión te gustaría decir “Estoy en una temporada ocupada, por lo que tomaré un año fuera de servicio. Por favor pídanle a alguien más que lidere.”
  • Te sientes sobrecargada por las ataduras, el sufrimiento y las profundas luchas que las mujeres comparten contigo.
  • Te desanimas al ver mujeres en la iglesia que van detrás de cosas mundanas, atadas por el pecado, con poca hambre de la Palabra de Dios, y raramente asisten a las oportunidades que el ministerio les presenta para ser edificadas.
  • Existe un número de factores que a veces pueden tentarte a cuestionar tu llamado, incluyendo tus sufrimientos personales, pecados que te asedian, las luchas por la falta de tiempo y energía, las expectativas de los demás sobre ti; e incluso la lucha por mantener buenas relaciones mientras sirves en el ministerio.
  • Puede resultar extenuante saber que estás siendo observada todo el tiempo.  Por ejemplo:
    • Como líder del ministerio de mujeres en una iglesia grande, muchas parecen recibir todos los privilegios y asientos delanteros mientras navego entre los gozos y las luchas de mi vida y del ministerio.
    • Han observado tanto mis victorias como mis fallas en mi lucha por perseverar en la fe.
    • Han visto mi esfuerzo por practicar (aunque no perfectamente) las verdades del Evangelio que predico, y esperan que les modele la vida que tanto las animo a llevar.
    • Han escuchado mis lamentos cuando Dios me ha parecido distante y se han gozado con mi testimonio de Su fidelidad.

La realidad, como cualquier líder sabe, es que el liderazgo no te exime del estrés, de las tentaciones, ni de las pruebas de la vida. Habrá batallas qué luchar contra el pecado, hacer que muera el deseo de “complacer a las personas,” ambiciones egoístas que debes vencer, temores que debes enfrentar y virtudes piadosas por las cuales luchar, y todo esto ocurre al mismo tiempo que eres llamada a liderar a otras en las mismas cosas.

Ciertamente, Pablo nos insta a “vivir de una manera digna de la vocación con que hemos sido llamad[a]s, con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándonos un[a]s a otr[a]s en amor.” (Ef. 4:1-2). Y es en este llamado que experimentamos nuestra debilidad y desesperada necesidad de Cristo.

Perseverando con gozo en la debilidad

A continuación, algunas de las cosas que me han ayudado a perseverar con gozo en mi posición de liderazgo -frecuentemente solitaria-:

  1. Recuerda que tu propio andar con Cristo es lo más importante que puedes ofrecer a las mujeres a quienes sirves.
  • Cuando sientas temor, déjalas que te vean corriendo confiadamente a las promesas de la Palabra de Dios. (Is. 41:13)
  • Cuando el dolor y el sufrimiento asalten tu vida, permite que las mujeres a quienes sirves vean que “la alegría del SEÑOR es tu fortaleza.” (Neh. 8:10)
  • Cuando los pastores y ancianos de tu iglesia no abracen un plan que te parece bueno, da ejemplo de un espíritu sumiso que viene de tu confianza en Dios (Heb. 13:17)
  • Cuando te sientes profundamente agotada, deja que te vean confiando en que Dios suplirá lo que necesitas para perseverar con paciencia (Col. 1:11)
  1. Sin temor y con confianza enseña y modela a las mujeres lo que la Palabra de Dios dice respecto a su propósito y diseño, sabiendo que éste es el camino a la bendición y al mayor gozo.
  2. Recuerda que el mismo Dios que te salvó (por gracia) promete capacitarte y fortalecerte (por gracia) para el trabajo que Él te ha dado conforme caminas por fe en obediencia (por gracia).
  3. Confiesa humildemente tu pecado y tus luchas, pidiendo a otras que oren por ti. El liderazgo no se trata de un show de una sola mujer.  Las mujeres a quienes sirves, necesitan ver que nuestra fortaleza está en el Señor, no en nosotras mismas. Invita a otras mujeres piadosas y maduras en quien confíes, a caminar a tu lado, para que hablen verdad a tu vida y que oren fielmente por ti.
  4. Únete y sométete a los líderes de tu iglesia. El ministerio de mujeres nunca debe ser algo aislado, sino que debe apoyar totalmente la misión general de tu iglesia. No des cabida en tu vida a mujeres que se quejan sobre el liderazgo de la iglesia; en su lugar, tus pastores deben agradecer a Dios por tu apoyo en oración a su liderazgo. Recurre con frecuencia a su consejo y sabiduría y encontrarás que tu carga es mucho más ligera.

No me gloriaré sino en mis debilidades…Por tanto muy gustosamente me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí…porque cuando soy débil, entonces soy fuerte, 2ª Co 12: 5, 9.10.
¿De qué manera has sentido tu debilidad como líder recientemente? ¿Cómo te ha hablado directamente la Palabra de Dios y Su Espíritu en medio de tu debilidad para convencerte, animarte, exhortarte o fortalecerte para perseverar? Pasa un tiempo en oración pidiendo a Dios que te ayude en tu debilidad, y que traiga una mayor medida de libertad, plenitud y frutos a tu vida.

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