Libre de mi celular

Desde hace un tiempo he estado orando como el salmista: «Escudríñame, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis inquietudes» (Salmos 139:23). Le pedía a Dios que me mostrara cómo el pecado se estaba infiltrando en mi corazón y que me concediera el arrepentimiento. Necesitaba ojos para ver lo que mi orgullo quería esconder. 

Me fui a la cama y en la quietud de la noche, mientras meditaba en el salmo, Dios trajo luz a un área que estaba oscura. Me embargó una fuerte convicción del mal uso que le estaba dando al celular y del lugar equivocado que le estaba dando en mi vida. Hice un repaso de mis días y me di cuenta que mi móvil estaba en el centro de todo lo que hacía. Me vi absorta entre chats y en las redes que me estaban impidiendo levantar la cabeza para observar la realidad que tenía delante de mí. 

Me vi con el celular muy cerca mientras jugaba con mis hijos o almorzaba en familia. Lo cargaba a todas partes y le buscaba una función aún en los lugares y oficios más ordinarios. En ocasiones me encontraba usándolo al conducir, al punto de detener el vehículo para contestar algo u opinar acerca de un tema. También me encontré tomándolo sin ninguna necesidad aparente, gobernada por el temor a perderme algo importante. ¡Qué ilusa!

El pecado es así, distorsiona nuestra visión de la realidad. De pronto, ese mundo digital lleno de distracciones parecía más urgente, era mucho más atractivo que los afanes cotidianos; en realidad, mi comportamiento era el de una adicta, porque nunca era suficiente y era capaz de justificar cualquier situación en la que me encontraba con mi teléfono. 

Al final, terminaba sintiéndome ahogada entre chats, memes, videos, actualizaciones e imágenes que al final del día solo presentan una versión editada de la realidad. Mis ojos buscaban algo con lo que asombrarse, mi mente deseaba algo con lo que distraerse y perdía de vista el valor eterno de lo que Dios ya había puesto delante de mí.

Dios inundó mi corazón con una convicción de pecado. Mi celular era un pozo seco al que me estaba inclinando a buscar agua; un altar en donde estaba sacrificando mi tiempo y atención. Mi problema no se limitaba al mal uso de un dispositivo electrónico, iba más allá. El problema era mi corazón que se postra a ídolos y anhela otras cosas por encima de Dios y lo que Él ya me ha dado. Por eso la solución era (y siempre será) el arrepentimiento; reconocer el pecado detrás de la motivación que me impulsa a mantenerme conectada, y caminar en dirección opuesta para buscar lo que mi corazón anhela en Dios. 

Cuando veo la tendencia de mi corazón a desviarse hacia la cisterna rota del mundo digital en busca de agua viva, recuerdo que mi verdadera necesidad es Dios mismo y clamo: «Aparta mis ojos de mirar la vanidad, Y vivifícame en Tus caminos» (Salmos 119:37). «Oh Dios, Tú eres mi Dios; te buscaré con afán. Mi alma tiene sed de Ti, mi carne te anhela cual tierra seca y árida donde no hay agua» (Salmos 63:1).

Doy gracias a Dios que el evangelio me recuerda que mis pecados han sido perdonados por la vida y muerte de Cristo, y que ahora, el Espíritu Santo que resucitó a Jesús de entre los muertos, habita en mí y me capacita para negarme a mis deseos pecaminosos para vivir una vida plena en Él (Romanos 8:9-11).

Luego de mi arrepentimiento a Dios, confesé mi pecado a mi esposo y a mis hijos, y los invité a ayudarme a mantenerme enfocada en el «aquí» y «ahora». Esta es una área en la que deseo vivir en luz, así que les he pedido que me ayuden a identificar cualquier traza de idolatría. Es preciso que seamos radicales y hagamos lo que sea necesario para derribar los ídolos que levantamos. He limitado el uso de mi móvil a horarios y aplicaciones específicas para recordarle a mi alma que el único rey y Señor es Cristo.

Recordemos que la Palabra nos dice: «Todas las cosas me son lícitas, pero no todas son de provecho. Todas las cosas me son lícitas, pero yo no me dejaré dominar por ninguna» (1 Co. 6:12). 

Atrévete a pedirle a Dios que ilumine las áreas que están oscuras en tu vida, que te conceda convicción y arrepentimiento. 

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Sobre el autor

Betsy Gómez

Betsy Gómez tiene una gran pasión por inspirar a otras mujeres a atesorar a Cristo en lo ordinario de la vida. Nació en la República Dominicana, y ahora vive en Irving, Texas, donde su esposo, Moisés, sirve como pastor hispano … leer más …


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