Libre al fin. Parte 2

Hoy continuamos con la segunda parte del testimonio de Deborah. Si no has leído la primera parte, te invitamos a leerlo aquí. Sigamos siendo animadas al ver el poder y el amor de nuestro Padre celestial. Solo en Él podremos encontrar verdadera libertad. -Yamell de Jaramillo 

Escrito por Deborah Fehsenfeld

Así que, aquí estoy, disfrutando de una hambre de Dios y de encontrar mi libertad en Él. Y no solo eso, he empezado a creer que el patrón básico para el cambio es el mismo sin importar cuál sea el hábito o la adicción: dependencia de Dios. Así es, confiar en Su ayuda un día a la vez, tener el propósito firme de evitar aquellas cosas que detonan la situación, agregar rutinas que promueven la salud y saturarnos de la Palabra de Dios. Mi batalla particular fue con la bulimia, así que esta es mi referencia, pero creo que estos mismos principios pueden aplicarse a aquellos que están buscando libertad de otros hábitos destructivos y adicciones. 

Así que, quiero compartir contigo algunos pensamientos que han sido de ayuda para mí a través de este proceso de haber sido liberada de esta esclavitud. Son las cosas que continúo practicando y buscando en Dios para obtener cada vez más libertad del gobierno de otras cosas o personas sobre el de Cristo.

  1. Clamar a Dios

Confesión. Si tú estás en esclavitud,no hay manera que la libertad sea completada, sino es con Su poder. Déjale saber que tú sabes de tu necesidad de Él y que no puedes hacer nada para liberarte a ti misma. Reconoce delante de Él que tú no mereces nada, sino su castigo, habiéndole fallado al no amarle sobre todas las otras cosas. Clama por Su misericordia. 

Honestidad. Dile a Él, si puedes hacerlo con toda honestidad, que odias esa comida que ha robado tu amor y tu energía. Exprésale tu deseo de darle a Él todo el afecto de tu corazón. Y si te encuentras a ti misma solo diciendo palabras, sin que tu corazón y tu mente estén comprometidas, díselo a Él. Sé completamente honesta delante de tu Salvador. La honestidad es esencial para ser sanadas. Pídele a Dios que te revele la verdad acerca de tu propio corazón.

Engaño. En ocasiones podemos asumir, desde luego, que queremos ser libres. Sería una locura no querer romper con la esclavitud que gobierna nuestras vidas con relación a la comida, y que queremos ser libres para amar a Dios más que cualquier otra cosa o cualquier otra persona. Que asumamos que algo es verdad acerca de nuestros corazones no lo hace cierto. No esperes encontrar honestidad y pureza en tu corazón. Cuando ponemos nuestros corazones bajo el escrutinio de las Escrituras, usualmente encontramos una mezcla de deseos, pasiones y anhelos santos y no tan santos.

Sin la Palabra de Dios como un espejo, no podríamos saber lo que realmente es verdad de nuestros propios corazones. ¿Qué debemos hacer cuando reconocemos que, aunque queremos amarlo a Él con todo nuestro corazón y ser libres del gobierno de la bulimia, nos encontramos repetidamente haciendo elecciones que nos llevan a darnos un atracón de comida y luego a vomitar? ¿Qué debemos hacer cuando nos encontramos insistiendo al menos mentalmente, que nosotras debemos amar a Dios más que a la comida, aunque en el mismo momento estemos en medio de un atracón? Le pedimos a Dios que purifique nuestros corazones y nos ayude a ver cualquier engaño que esté allí. Empieza a notar lo que dices, piensas y haces, especialmente en lo relativo a la comida, y ven delante de Dios a la luz de Su verdad revelada.

Petición. Haz esta la oración de tu corazón: «Oh Dios, Tú conoces mi corazón. Yo quiero ser libre de la bulimia [o cualquier adicción pecaminosa que pueda haber], quiero amarte con todo mi corazón, pero me doy cuenta de que no lo estoy logrando. Yo sé esto porque continúo abrazando mi viejo amor. Tú eres digno de todo mi amor. Por amor a Tu nombre, ¿pudieras hacerme absolutamente pura en mi devoción y amor por ti?».

Cada vez que reconoces que tienes deseos mezclados y pasiones en tu corazón, ve delante de tu Ayudador y Sanador rápidamente. Mantente haciéndolo. Si vienes a Él de esta forma, reconociendo y confesando tu falla, tu mezcolanza de motivaciones y deseos, y te comprometes a vivir en obediencia a Su Palabra, recibirás ayuda.

Aunque tu amor por Él no sea todo lo que tú quieres que sea, si es tu anhelo e intención amarlo supremamente, tú puedes estar segura de que Él te oirá y responderá a tu clamor de libertad.

  1. Confiar en Dios el día de hoy

Confía en Él para que te ayude en este día a comer sanamente y a desechar atracones y purgas. No te digas a ti misma: «Nunca voy a volver a darme un atracón y a purgarme». En vez de esto, ora: «Ayúdame, por favor, Señor, y por Tu gracia, yo voy a obedecer; voy a obedecerte hoy». Confía en que Él va a suplir fuerza, perseverancia y el amor que necesitas para obedecerle en el día de hoy. Luego prueba tu confianza en Él tomando decisiones sobre las comidas que comerás, por amor a Dios y a Su Palabra como tu principio. Somos liberadas y cambiadas día a día.

  1. Rechaza comidas desencadenantes

Seguramente hay comidas que particularmente comes durante un atracón—comidas que no comerías si estuvieras planeando purgarte. Mientras todavía estás vulnerable y volviendo atrás a tus viejos hábitos, y amándolos, tú debes esperar para introducir estos alimentos nuevamente a tu dieta. Quizás debas elegir no comer estas comidas jamás. Come comidas con las cuales te sientas bien introduciéndolas a tu cuerpo, y no comas demás.

  1. Agrégale ejercicios a tu rutina diaria 

Tu meta no es sólo parar atracones y purgas, sino empezar a ser saludable por causa de que le perteneces a Dios y quieres hacer el mejor uso de todo lo que Él te ha encomendado para Su gloria. Además de contribuir con tu salud física, los ejercicios también te van a ayudar a energizar y a mantenerte activa. Nosotras estamos más inclinadas a los atracones y a comer de más cuando nos sentimos lentas y nuestra energía está baja.

Una ofrenda de gratitud. Piensa en el ejercicio como una ofrenda de acción de gracias para Dios. Como ofrenda, requiere sacrificio. Deja que este sacrificio sea una expresión de tu agradecimiento a Dios por darte la salud necesaria para ejercitarte.

Advertencia. Si encuentras que el ejercicio se está convirtiendo para ti en otra manera de «purgarte», reconócelo y trata esto delante de Dios de la misma manera intencional que estás tratando con la comida. Al igual que con la comida, «lidiar con esto» no quiere decir que renuncies a todo, pero no debes permitir que esto te gobierne. Nosotros tenemos un amo, ¡Cristo el Rey!

  1. Satúrate de la Verdad

Memoriza las Escrituras (mientras te ejercitas es un gran momento para hacerlo), estudia, escucha sermones, lee libros que te ayuden a entender la Palabra de Dios, alábalo por las verdades que estás descubriendo. Haz todo lo que puedas para introducir la verdad de Dios dentro de ti. Aliméntate de ella, saboréalo. Piensa acerca de esto como lo has hecho con la comida. Así como la comida llenaba los vacíos profundos en tu vida, ahora deja que la palabra de Dios se apodere de esos vacíos y se levante de manera prioritaria como gobierno sobre tu vida.

Anhélalo de tal manera que lo obtengas. Tu vida está fundamentada en la Palabra de Dios (Dt. 8:3; Jn. 6:63). Búscalo en Su Palabra porque la crees. Continúa hacia delante para apoderarte de esta vida que es la vida verdadera y no la dejes ir hasta que la poseas completamente. Él concederá la libertad a aquellos que le buscan creyendo que Él es verdadero y que por fe actúan en obediencia a Su Palabra. Tú puedes ser libre de bulimia, y mientras continúas buscándolo de esta manera, irás ganando más libertad de la esclavitud a la comida. Serás libre para amar y obedecer a tu amo.

Y te preguntarás… «Si yo me saturo de la Biblia, seré verdaderamente libre de la bulimia?

La Palabra de Dios no es una varita mágica. No hace zas y nos libera» (como al principio yo esperaba). La libertad está garantizada de acuerdo a nuestra fe en Dios (fe es un don misericordioso de Dios, no algo que podamos manufacturar naturalmente). Debemos preguntarnos: «¿Creo lo que Él dice? ¿Creo que Su amor satisface más que la más deliciosa comida? ¿Creo que en Su presencia hay la mayor plenitud de gozo que pueda ser conocida, que Su poder es suficiente para hacer cualquier cosa, que Él es sabio y muy bueno?».

Créele a Dios. El mero conocimiento intelectual de la Biblia no libera a nadie. Muchos han memorizado y han estudiado la Palabra de Dios y nunca han cambiado. Tú puedes leerla, memorizarla, estudiarla y nunca ser cambiada. De acuerdo a Hebreos 4:2, el evangelio fue predicado a los judíos del Antiguo Testamento en el desierto,«pero la palabra que ellos oyeron no les aprovechó por no ir acompañada por la fe en los que oyeron».

El cambio y la libertad vienen cuando tú lees, memorizas, estudias, y le crees a Dios. Tú no conoces cuándo o cómo Él va a cumplir Sus promesas, pero tú crees que lo va a hacer. Y te aferras a ellas, te aferras a Él y a Su Palabra, obedeciéndola porque tú le crees. Sueltas las cosas a las que te aferras porque lo que Él tiene es mejor. «La fe sin obras es muerta». Si decimos que creemos que el amor de Dios satisface más que la más deliciosa comida y todavía planeamos y participamos en atracones, ¿Dónde está la evidencia de nuestra fe?

Mayor fe. Quizás crees que Dios es bueno, pero no suficiente para cambiarte. Si te encuentras a ti misma con falta de fe para creerle, pídele a Dios fe para creer más en Él, pídele la gracia de una mayor fe. Luego empieza de nuevo a obedecerle, creyendo que Él te ha dado la fe que pediste.

«¿Sería fácil para mí parar atracones y purgas?», podrías preguntarte. No, no si estás realmente atrapada. Es más fácil para unos que para otros, dependiendo qué tan arraigados estén los viejos hábitos. Los hábitos no cambian sin intencionalidad y compromiso. Los hábitos pecaminosos deben ser rotos y reemplazados. No esperes que sea fácil.

  1. Aprovecha momentos cruciales. 

Es en medio de los más intensos momentos de tentación, esos momentos cuando todo en ti se siente arrastrado a hacer aquello que estás acostumbrada a hacer, que tienes la oportunidad de abrazar y aferrarte a la gracia de Dios para que puedas romper esos hábitos y seas libre. Cuando tú sientes la vieja y familiar atracción a la tentación, puedes estar segura que vas a hacer lo que has estado haciendo a menos que con todo el propósito e intención hagas algo diferente. Ese algo diferente puede consistir en un sinnúmero de cosas diferentes: jugar con tus niños, orar por alguien, pagar tus cuentas, escribir una carta, tomar un paseo… debe ser algo activo, no sólo mental. Haz algo diferente mientras dependes de Dios, alabándole y recordándote a ti misma la frescura de la verdad que has comenzado a creer: ¡Su amor satisface más que la más deliciosa comida!

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