Había tratado muchas veces de ser fiel en mantener una vida devocional, pero esas intenciones sobrevivían por poco tiempo. Supongo que esperaba que la disciplina de estudiar la Biblia fuera más fácil para una mujer cristiana. Cuando se me hacía difícil y abrumador, me sentía desanimada y fracasada.
En el proceso de una lucha familiar, clamé a Dios por ayuda y Él hizo algo que yo no estaba esperando. Él me reavivó. Me dio un hambre de conocerlo más íntimamente, junto con un deseo profundo de leer Su Palabra.
Estaba emocionada. No podía esperar para escudriñar en la Biblia. Sin embargo, había algo irónico acerca del tiempo de Dios para hacer esto. Yo estaba criando tres hijos menores de 4 años. Dios me dio esta gran hambre por Su Palabra durante el tiempo más ocupado de mi vida. A pesar de eso, yo estaba determinada a no permitir que ni las ocupaciones de ser esposa y madre -ni mis fracasos anteriores- disminuyeran este apetito.
Así que me lancé a una rutina de lectura de la Biblia y oración. Desafortunadamente, pronto enfrenté las mismas luchas con la inconsistencia que me habían atacado durante años. Pero me mantuve tratando.
Al mismo tiempo sentía la urgencia de sembrar más la Palabra de Dios en los corazones de mis hijos. Ya habíamos terminado un libro de devocionales para niños y yo estaba ansiosa por iniciar el siguiente…cuando tuve una idea. Yo tenía dos metas: quería leer la Biblia y quería que mis hijos conocieran la Palabra de Dios. ¿Por qué no hacerlas ambas al mismo tiempo? ¿Por qué no leer toda la Biblia juntos?
Un plan simple. Un compromiso a largo plazo
Mi plan era simple: un capítulo por día, cinco días a la semana. Compartí este plan con mi esposo, Wes, y él me dio el estímulo que necesitaba. No obstante, luego de haber hablado sobre el plan, tuve la curiosidad de saber cuánto tiempo nos tomaría leer la Biblia completa. Hice mis cálculos… ¡oh! Mi plan iba a tomarme ¡OCHO AÑOS!
Debo admitir que la idea de un compromiso a largo plazo me intimidaba, pero tenía un anhelo que no se quitaba de mi corazón. Así que iniciamos.
Los primeros días de lectura fueron un poco complicados. Estaba entusiasmada con la idea de leer toda la Biblia. Pero por alguna extraña razón, creía que mis hijos tendrían el mismo entusiasmo. Por el contrario, mientras yo leía sobre la caída del hombre, ellos estaban saltando y dando vueltas en sus sillas. Sentía que leía en voz alta para mí misma.
Pero Dios tuvo gracia conmigo al no dejar que me sintiera de esa forma durante mucho tiempo. Al cuarto día, después de nuestra lectura, mis hijos se fueron a jugar. Observé lo que jugaban. Estaban actuando lo que habían leído, y con detalles. Aunque parecía que no habían estado escuchando, sí oían. Oían la Palabra de Dios. Esto me dio toda la energía que necesitaba para continuar.
Pronto me di cuenta de que leer la Biblia a los niños no es algo sin complicaciones. Debemos admitir que la Biblia (en especial, el Antiguo Testamento) puede ser muy gráfica. Casi tuve un ataque de pánico cuando mis hijos en edad preescolar me preguntaron ‘mami, ¿qué es una prostituta?’
Momentos como esos, me empujaron a prepararme mejor de manera que tuviera respuestas para cualquier cosa que se presentara. También creé mi propia definición de algunas palabras – aquellas que mis hijos necesitaban escuchar para entender mejor la historia pero que todavía no necesitaban una definición completa. Por ejemplo, una virgen era “una mujer que todavía no se había casado”; o, una prostituta “una mujer que estaba con un hombre u otro en lugar de permanecer fiel a su esposo”. Eso te da una mejor idea.
Entendiendo y respondiendo
Antes de que transcurriera mucho tiempo, ya podía decir que ellos realmente estaban escuchando e involucrándose en cada historia. Después de leer una larga lista de nombres de reyes de Israel que hicieron lo malo y provocaron a Dios a ira, llegamos al final de 1ª Reyes 16. Leímos sobre Acab que fue hecho rey en Israel. La Biblia dice que él provocó la ira de Dios más que todos los demás reyes de Israel. Cuando terminamos de leer el capítulo 16, dije “Mañana Elías entra en escena”. Mi hija gritó ‘¡Qué bien, necesitamos este individuo!’
Ellos no solo estaban siguiendo la trama de la historia, sino que Dios también estaba aumentándoles su capacidad de entender. En una ocasión me esforzaba por explicarles lo que significa apagar el Espíritu. Lo asimilé con tirar agua al fuego. Mientras trataba de encontrar otra ilustración, observé a mi hijo. Tenía su dedo índice señalando mientras su otra mano cubría su dedo mientras cantaba suavemente un himno que dice que no escondamos nuestra lámpara debajo de la cama si no que hay dejarla brillar. O sea, que él captó la idea.
No debería sorprenderme que entiendan, como tampoco debería sorprenderme que quieran responder a lo que han leído. Pude ver esto, una inusual y divertida mañana, cuando Wes se preparaba para un viaje de su trabajo. Mi hijo exclamó ‘Mientras papi esté fuera, debemos ayunar de pecar’. Wes y yo nos miramos ‘¿ayunar de qué?’ ‘de pecar’, nos dijo de nuevo al tiempo que sonreía. ‘Y la recompensa por no pecar son ¡donas!’.
Ésa fue la primera de una serie de peticiones de ayuno y oración que nuestro hijo hizo. Habíamos leído historias de personas que habían ayunado y orado y él estaba listo para hacerlo también. Quería obedecer y esa obediencia era movida por la Palabra de Dios. de hecho, tratamos de “ayunar de pecar” mientras su padre estuvo fuera (y papá también estuvo de acuerdo en tratar de no pecar mientras no estuviera en casa). No estoy segura si fue un ayuno total, pero al final, sí disfrutamos nuestras donas.
Una lucha que se convirtió en gozo
¿Cómo podía moverme de una vida devocional no constante a un tiempo estable de lectura y meditación en la Palabra? ¡Dios usó a mis hijos! Él tomó una disciplina que había sido una lucha para mí y la convirtió en un gozo incalculable. Reboso de gratitud a Dios por darme esta idea y poner en mí constantemente el deseo estar en Su Palabra.
Después de cinco años, terminamos la Biblia el día 19 de marzo de 2007. Pasamos el día celebrando juntos como familia. La experiencia fue más que simplemente mantener una disciplina; en realidad se trataba de conocer a Dios.
El 20 de marzo de 2007, empezamos de nuevo en Génesis. Juntos, continuamos un capitulo y un día a la vez.
¿Cuáles son algunas maneras como dedicas tiempo junto a tus hijos en la Palabra de Dios? ¿Cómo podría beneficiarse tu familia si lo hicieras una práctica común?
Carrie empezó a leer la Palabra con sus hijos hace más de 15 años. Desde entonces, han completado más de cuatro viajes a través de la Biblia. Sus hijos están entre los 15 y 20 años y ella “no tiene mayor gozo que saber que sus hijos andan en la verdad”.
Puedes aprender más sobre Carrie y su libro (solo en inglés), Together: Growing Appetites for God, en CarrieWard.com.
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