Las malas noticias llegan, pero las Buenas Noticias ganan

Escrito por Colleen Chao

Durante la última década, visitar al doctor se ha sentido como beber vinagre de sidra de manzana mientras caminas sobre brasas calientes. No es exactamente mi idea de diversión.

El jueves no fue la excepción, malas noticias otra vez. No es cáncer, sino un complicado cóctel de problemas que mi médico cree que fue lo primero que puso en marcha mi cáncer. Y las soluciones complicadas son (una vez más) increíblemente caras, consumen mucho tiempo y no tienen garantía.

Cuando comencé a recuperarme de los resultados de los nuevos exámenes, sentí de manera especial a Dios conmigo. «Sé que esto no te sorprende», le dije tranquila, «sé que tienes todo lo que necesito para esto».

Pero estoy segura de que sabes tan bien como yo que, confiar en Dios no significa eludir las emociones difíciles que surgen en los días oscuros. Así que, aunque estaba llena de fe, también me sentí profundamente desanimada y triste porque tengo un cuerpo quebrantado, pues parece que no puedo durar tres semanas de buena salud. Mi corazón se sentía cargado.

Tomé mi Biblia y abrí los Salmos, leí solo dos versículos antes de que me impactara con nuevas fuerzas porque, mientras mi cuerpo es una fábrica de malas noticias; este Libro no es nada más que buenas noticias. Las mejores noticias. Y cuando ahí descanso, cuando me detengo en estas preciosas páginas, mi corazón se fortalece con esperanza. En este mundo mi cuerpo puede seguir siendo débil, pero en Su Palabra mi espíritu es un triatleta.

El apóstol Pablo lo expresó de esta manera: «Por tanto no desfallecemos, antes bien, aunque nuestro hombre exterior va decayendo, sin embargo nuestro hombre interior se renueva de día en día» (2 Cor. 4:16).

Ahora, escucha esto: Las buenas noticias de Dios no cuestan nada. Son gratis, gratis, gratis.

¿Podemos sumergirnos en la belleza de esto por un momento?

Las Buenas Nuevas de Dios no nos cuestan nada

Los mejores médicos, clínicos e instituciones me han dicho, en esencia, «No estamos del todo seguros de lo que está sucediendo en tu cuerpo, y estamos aún menos seguros de si podremos o no curarlo. Pero daremos lo mejor de nosotros». Esto luego pone en marcha: El Maratón de Recibos Médicos, una hazaña financiera tan agotadora que podría enviar a un hombre fuerte a la posición fetal en dos segundos.

Pero en sorprendente contraste, Dios mismo diagnosticó perfectamente nuestro problema (infinitamente mayor), luego nos ofreció una cura 100% garantizada que le costó todo a Él y nada a nosotras. El Médico Perfecto era también la Cura, y la Cura era también el Generoso Pagador de Cuentas.

Esta es la mejor noticia en la historia del mundo. Cada vez que abro mi Biblia, cada vez que recuerdo una promesa de estas páginas, las buenas noticias ganan. Entonces, que vengan las malas noticias, pronto serán enterradas con mis huesos de todos modos (ya sea en un año o en cincuenta). Pero las buenas noticias cobran impulso. Como el hermoso cuadro pintado en Ezequiel 47, la bondad de Dios comienza como un suave goteo en nuestra vida, pero no se detendrá hasta que sea un río que fluye ancho y profundo, dando vida a todo lo que toca.

Querida, cuando tenemos el hábito de buscar esa bondad que requiere que levantemos los ojos de nuestra soltería, enfermedad, infertilidad, divorcio, cuenta bancaria vacía, pérdida de un ser querido o relación herida, comenzamos a comprender que esas malas noticias de este lado de la eternidad son como golpearse el dedo del pie camino a recoger tu herencia de mil millones de dólares.

Más bondad de la que necesitamos 

Bien, me volví a golpear el dedo del pie la semana pasada. Pero estoy aquí sentada, rica sin comparación, mimada por un Papá Rico y Maravilloso, que me ama más allá de lo que yo jamás pueda merecer. Él está tomando los resultados no deseados de mis pruebas, las limitaciones físicas y las profundas decepciones, y está haciendo tanto bien en mi vida que no sé qué hacer con todo eso. En serio. Es increíble.

Susan Huntington escribió una vez: «Las aflicciones son enviadas para nuestro beneficio, y si no nos beneficiamos de ellas, la culpa es totalmente nuestra»¹.

Me he perdido algunas bendiciones asombrosas en el camino porque estaba muy ansiosa por evitar el sufrimiento. Pero cada vez que he envuelto mis brazos alrededor de las dificultades, cuando las he visto como un medio de experimentar más de Cristo, las bendiciones fluyen como un río torrencial.

¿Qué malas noticias has escuchado recientemente, querida hermana? ¿Qué se siente como un desaliento insuperable para ti hoy? Ahí es exactamente donde Dios quiere traerte tanto bien que te dejará sin aliento.

1 Donna Kelderman, Seasons of the Heart: A Year of Devotions from One Generation of Women to Another [Temporadas del corazón: Un año de devociones de una generación de mujeres a otra] (Grand Rapids: Reformation Heritage Books, 2013), March 31 entry.

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