Escrito por Gabriel Reyes Ordeix
La Reforma Protestante de 1517 no se trató solo de Lutero, Calvino, y Zuinglio. Durante este tiempo y en los años por venir, Dios también iluminó, avivó, transformó, y utilizó miles de cristianos en cuyos hombros también se levanta la iglesia cristiana de hoy. Lady Jane Grey fue una de estas preciosas hijas de la Reforma: mujer, adolescente, reformadora, realeza, la efímera segunda reina de Inglaterra, de carácter, y con la más alta estima por la Palabra de Dios.
Hacia los últimos años del reinado del joven Edward VI de Inglaterra, el duque de Northumberland —quien manejaba su reinado—, temiendo perder el poder, organizó una conspiración para evitar el ascenso de Mary Tudor (heredera de Henry VIII, rey de Inglaterra antes de Edward VI), y asegurar la corona para su hijo y su esposa, Lady Jane Grey.
El complot falló cuando Mary Tudor convenció a Inglaterra de que ella era la heredera. Nueve días después de su coronación, Jane fue encarcelada por el delito de engaño, y Mary Tudor fue coronada. Durante su tiempo en la cárcel, Jane, de 16 años, dialogó con John Feckenham, uno de los líderes de la iglesia contratado por la nueva reina para «preparar» a Jane para su muerte. Cuatro días después Lady Jane Grey fue decapitada.
Lo siguiente es parte del diálogo con John Feckenham, escrito palabra por palabra por Jane.[1]
Feckenham: ¿Qué se requiere para ser cristiano?
Jane: Creer en Dios el Padre, en Dios el Hijo, en Dios el Espíritu, tres personas y un Dios.
Feckenham: ¿No hay nada más que se le requiera a un cristiano que creer en Dios?
Jane: Sí, debemos creer en Él, debemos amarle a Él con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con toda nuestra mente, y a nuestro prójimo como a nosotros mismos.
Feckenham: Pero la fe sola no justifica ni salva.
Jane: Sí, definitivamente, solamente la fe (como dice Pablo) justifica.
Feckenham: Pero Pablo dice: «si tengo fe y no amo, no tengo nada».
Jane: Es cierto, pues, ¿cómo puedo amar a alguien en quien no confío? ¿O cómo puedo confiar en quien no amo? La fe y el amor concuerdan, y el amor se comprende en la fe.
Feckenham: ¿Cómo podemos amar a nuestro prójimo?
Jane: Amar a nuestro prójimo es alimentar al hambriento, vestir al que está desnudo, y darle de beber al que está sediento, y hacer para Él lo que haríamos para nosotros.
Feckenham: ¿Entonces por qué es necesario para la salvación el hacer buenas obras? ¿No es suficiente creer?
Jane: Yo niego eso. Afirmo que solamente la fe salva. Pero es lo apropiado para el cristiano, en la manera en la que sigue a su maestro, Cristo, el hacer buenas obras —y de ninguna manera decir que esto contribuye a nuestra salvación. Todos hicimos lo que pudimos, y aún somos siervos inútiles. Solo la fe en la sangre de Cristo salva.
Feckenham: Y, ¿cuántos sacramentos hay?
Jane: Dos. El primero es el bautismo, y el otro, es la cena del Señor.
Feckenham: ¡No, son siete!
Jane: ¿Por medio de qué Escritura encuentra esto?
Feckenham: Bueno, hablemos de esto luego. ¿Qué significado tienen sus dos sacramentos?
Jane: Por el sacramento del bautismo, yo soy lavada con agua y regenerada por el Espíritu; ese lavamiento es un símbolo para mí de que soy una hija de Dios. El sacramento de la cena del Señor es ofrecido como un sello de seguridad y testimonio de que yo soy por la sangre de Cristo ... y que soy participante con Él en Su reino infinito.
Feckenham: Entonces, ¿qué recibes en ese pan? ¿No recibes tú el mismo cuerpo y la sangre de Cristo?
Jane: No, ciertamente yo no creo eso. En la cena del Señor no recibo carne ni sangre, sino sólo pan y vino. Cuando el pan es partido, y cuando el vino es bebido, me hacen meditar en que por mis pecados el cuerpo de Cristo fue roto y Su sangre fue derramada en la cruz; y con ese pan y ese vino, recibo los beneficios que vinieron por el rompimiento de su cuerpo y el derramamiento de su sangre en la cruz por mis pecados.
Feckenham: ¿Por qué entonces Cristo dijo: «Toma, come, este es mi cuerpo»? ¿Necesitamos que sea más sencillo? ¿No ha dicho Él que ese es su cuerpo?
Jane: Yo acepto que Él ha dicho esto, y que también ha dicho: «Yo soy la viña, y yo soy la puerta» pero nunca es visto como una viña, ni como una puerta [literalmente]. ¿No ha dicho Pablo que él llama las cosas como son —y no como fueron? Dios me perdone si digo que como el cuerpo y la sangre de Cristo, porque estaría arrancando de mí mi redención … ¿sería el mismo Cristo, o tenía Él dos cuerpos? Si su cuerpo fue atormentado en la cruz; entonces, estaríamos comiendo de otro cuerpo…
Feckenham: ¿No es posible que Cristo por Su poder haga que Su cuerpo pueda ser roto y comido, igual como fue nacido de mujer sin la semilla de un hombre, y como caminó en el mar… y otros milagros que completó por Su poder?
Jane: Ciertamente, si Dios hubiese querido hacer un milagro con la cena, Él lo hubiese hecho; pero yo digo que Él no quiso hacerlo así, sino que rompió su cuerpo y derramó su sangre en la cruz por nuestros pecados. Pero, yo oro para que usted me responda una sola pregunta, ¿dónde estaba Cristo cuando dijo: «Toma, come, este es mi cuerpo»? ¿No estaba Él en la mesa al decirlo [comiendo el pan y bebiendo el vino]?
Feckenham: Tú basas tu fe en autores que dicen y desdicen, y no en la iglesia a la que deberías dar crédito.
Jane: No, yo baso mi fe en la Palabra de Dios, y no en la iglesia. Pues si la iglesia es una buena iglesia, la fe de la iglesia debe ser probada por la Palabra de Dios, y no la Palabra de Dios probada por la iglesia, ni tampoco mi fe. ¿Debo yo creer en la iglesia por su antigüedad? ... Si nos niegan [la cena del Señor], nos están negando parte de nuestra salvación; y yo digo que esa es una iglesia malvada. No es la novia de Cristo, sino la esposa del diablo la que altera la cena del Señor… A esa iglesia Dios traerá plagas, y esa iglesia Dios sacará del Libro de la Vida… ¿Debo yo creer a esta iglesia? ¡No lo permita Dios!
Feckenham: Eso fue hecho con buena intención por parte de la iglesia para evitar herejía.
Jane: ¿Por qué debe la iglesia alterar la voluntad de Dios y las ordenanzas con «buena intención»? ¿Cómo describió el Señor al rey Saúl (1ª S. 16:14)?
— Con estas y otras persuasiones Feckenham trató de convencerme sobre la iglesia, pero no pasó así.
Sinceramente,
Jane Grey
La vida de Lady Jane Grey fue corta, llena de eventos, y con un final trágico; sin embargo, no fue una sin propósito. En esta breve conversación vemos el testimonio de lo que una vida cambiada por la Palabra de Dios puede ser, aún a los 16 años. Aquí, tres cosas que nos enseña:
- Historias como esta no tienen la autoridad ni el poder redentor de la Biblia, pero nuestra iglesia está levantada sobre testimonios como el de Jane, y por vidas como la suya hoy somos exhortados. La historia de la iglesia no es inspirada, pero nos conforta y exhorta (cp. He. 12:1). En este caso, seamos imitadores de Jane como ella lo fue de Cristo: valentía, coraje, y convicción presentando defensa de nuestra esperanza (1ª P. 3:15).
- Una discusión teológica entre una adolescente y un maestro entrenado en teología en la que la joven responde más sabiamente solo tiene una explicación: Jane estaba cimentada en la Palabra de Dios, y no en la creencia de una iglesia falible. La Palabra es nuestra única guía, y por medio de ella somos hechos sabios (Sal. 19:7, 119:127; 2ª Ti. 3:16); y solo a través de esa misma Palabra, la iglesia será sostenida (Mt. 16:18).
- La Reforma Protestante se trató sobre un grupo de cristianos que se aferraron a la Palabra de Dios, y no a las enseñanzas extraescriturales que presentaba la iglesia en la época. En la medida en que nos aferremos hoy a la Palabra, el mismo impacto tendrá ella en nuestras vidas.
«Oro a Dios que desde las entrañas de Su misericordia envíe Su Espíritu Santo; pues Él ya te ha dado Su gran regalo de la comunicación. Le plazca a Él también abrir los ojos de tu corazón». — Lady Jane Grey a John Feckenham
¡Que ésta también sea nuestra oración por el perdido! A Dios le plazca abrir los ojos de sus corazones.
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