La verdadera esperanza

Esperanza es una palabra común que muchas veces es mal utilizada o mal entendida. Especialmente, en los momentos en que nuestra fe es probada y enfrentamos dificultades. Sí, es ahí, cuando todo se ve gris, que es difícil no sucumbir ante la angustia y la desesperación y olvidamos poner nuestros ojos donde encontramos verdadera esperanza. 

Hay dos salmos que han tocado mi vida de una manera particular. Son dos salmos que están en mi mente y mi corazón y, de una manera u otra siempre termino recitando, orando o leyendo una y otra vez. El primero es el Salmo 121: 

«Levantaré mis ojos a los montes; ¿de dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene del Señor, que hizo los cielos y la tierra. No permitirá que tu pie resbale; no se adormecerá el que te guarda. He aquí, no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel.

El Señor es tu guardador; el Señor es tu sombra a tu mano derecha.

El sol no te herirá de día, ni la luna de noche. El Señor te protegerá de todo mal;

El guardará tu alma. El Señor guardará tu salida y tu entrada desde ahora y para siempre».

Cuando siento que mi corazón está a punto de desfallecer o quiero tirar la toalla, suelo sentarme en el balcón de mi casa para mirar las montañas. Es allí cuando vienen a mi mente estas palabras: «Levantaré mis ojos a los montes; ¿de dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene del Señor».

Entonces, le hablo a mi alma y le digo una y otra vez que mi socorro solo proviene de Dios, que Él tiene el control de la situación y que en su soberanía así lo dispuso. Estas palabras me dan esperanza y ánimo de que esta situación pasará; que aunque no lo entienda y aún me encuentre en medio del sufrimiento, Él es quien guarda mi alma. 

El salmista tenía la costumbre de hablarle a su alma en los momentos de angustia y tribulación. Lo interesante es que toma el sufrimiento y lo enfoca en Dios, mientras anima a su alma a esperar en Jehová. ¡Esa debe ser nuestra forma de vivir también! No podemos sucumbir ante las situaciones, sino más bien debemos hablar la Palabra de Dios a nuestras almas y llenar nuestra mente y corazón de ella, porque solo así podremos enfrentar las situaciones y pruebas que llegan a nuestra vida de la manera correcta.

Por otro lado, el Salmo 73 comienza diciendo que tener envidia por la prosperidad de los impíos produce que nuestros pasos se resbalen y nuestros pies se deslicen. ¿Oh cuántas veces no somos como Asaf el salmista? ¿Cuántas veces nos enfocamos en lo que los impíos tienen? ¿Cuántas veces nos comparamos con los demás? 

Tenemos una tendencia a mirar a los de afuera, a compararnos, a creer que la vida del otro es mejor que la mía o peor aún a creer que porque otra persona pasó por una situación parecida debemos tener el mismo resultado. No quiero ser como Asaf que quitó sus ojos del santuario (v.17), pues es allí cuando damos lugar a la amargura, el resentimiento, a la envidia y perdemos de vista lo que Dios quiere enseñarnos (vv. 21-22). Es solamente cuando entramos en el santuario que entendemos lo que Dios quiere mostrarnos. Es solo en su presencia que podemos entender Su obra en nosotros. 

Por eso, es mi oración que en los momentos de dificultad podamos decir como el salmista: 

 «¿A quién tengo yo en los cielos, sino a ti?

Y fuera de ti, nada deseo en la tierra.

Mi carne y mi corazón pueden desfallecer,

pero Dios es la fortaleza de mi corazón y mi porción para siempre». 

Salmo 73: 25-26

En este mes de febrero queremos enfocarnos en el tema de la esperanza en nuestro blog Mujer Verdadera. Queremos compartir y animarnos unas a otras a fijar nuestra mirada en el Único lugar donde podremos encontrar esa esperanza para seguir corriendo la carrera que tenemos delante de nosotras.

Amiga, que en los momentos de dificultad nuestros ojos y nuestros corazones sepan a dónde ir, quién es nuestro socorro y dónde se encuentra la fortaleza para estar seguras mientras pasa la tormenta. 

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Sobre el autor

Yamell de Jaramillo

Yamell es originaria de la República Dominicana. Ama la Palabra de Dios, es firme en sus convicciones y vive apasionadamente la vida cristiana teniendo el deseo genuino en su corazón de poder vivir el señorío de Cristo.  Tiene un especial … leer más …


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