No estoy segura de cuándo me convertí en “espiritualmente madura” pero sucedió sin que me diera cuenta. Simplemente amaba la Biblia porque me daba atisbos del Dios Viviente. Conforme crecía mi amor por Dios, también crecía un apetito insaciable por todos los 66 libros de Su Palabra inspirada por el Espíritu.
Luego, en algún lugar del camino, otras comenzaron a pedir mi opinión sobre todo tema debajo del sol, porque de pronto yo estaba “llena de sabiduría espiritual.” En lugar de asistir a los estudios bíblicos, comencé a ser la que enseñaba. Con frecuencia, cada vez más yo era la mentora en lugar de la mentoreada.
Así es como debiera ser. No debe sorprendernos que quienes aman la Palabra de Dios con frecuencia sean buscados para pedirles consejo. El Salmo 1 nos dice que quienes se deleitan en la ley del Señor y meditan en ella de día y de noche serán como árbol plantado junto a corrientes de agua que da su fruto en su tiempo. Proverbios 1 nos recuerda que el temor de Dios es el principio de la sabiduría y que el conocimiento del Santo es entendimiento. Pero en el sutil proceso de pasar de aprendiz a maestra, surgió una nueva tentación que no anticipaba.
La tentación de usar a Dios
No comencé este viaje de conocer a Dios para hacerme una mujer sabia ni para impresionar a otros. Quería conocer a Dios porque Él es admirable –y ¿quién no quiere conocerlo? Pero al mirar a mi alrededor y notar que otras estaban impresionadas o venían a mí en busca de consejo, algo comenzó a cambiar. Disfrutaba de la nueva atención y afirmación que recibía de otras por mi conocimiento de Dios y de Su Palabra. El orgullo comenzó a deslizarse a través de una puerta inesperada: deleitándome en mi propio conocimiento de Dios, más que en Dios mismo.
Este lento desvanecimiento hacia el orgullo es la búsqueda de un gozo barato, de segunda clase –un gozo en nuestra propia capacidad de conocer a Dios. En nuestra búsqueda, cesamos de aprender acerca de Dios porque disfrutamos de Él, ni porque nos resulte hermoso y glorioso sino que en su lugar Lo buscamos para impresionar a otros. Exactamente como ocurre con los amigos de infancia de los famosos, que entregan información intima a las revistas solo para ganarse un peso, nosotras podríamos encontrarnos usando nuestro conocimiento de Dios para mejorar nuestra posición delante de otros. Estoy exponiendo este orgullo peligroso primeramente por la amenaza que implica a mi propio amor por Dios que me pregunto si tú también ves esta tentación dentro de ti.
Los fariseos y la promesa de denunciarlos
En los Evangelios, Jesús con regularidad levanta el manto de la actividad piadosa para revelar los corazones orgullosos de los fariseos. En ellos vemos que esta tentación de usar a Dios les había atraído y echado raíz. Ellos amaban sus propias interpretaciones de las Escrituras más de lo que amaban a Aquel de Quien las Escrituras hablaban. Estudiaban la Ley, no por amor del que dio la Ley, sino por los beneficios que les daba. Ellos enseñaban la Palabra a otros, no por un anhelo de que otros conocieran la grandeza de su Dios, sino para ejercitar autoridad y poder sobre ellos.
Igual que ellos, cuando disfrutamos nuestra propia habilidad en conocer a Dios más que a Dios mismo, hemos garantizado nuestra inminente hipocresía. Y al igual que los fariseos, con frecuencia he sido una hipócrita, de maneras en que otros probablemente no pudieron ver. Pude continuar en el ministerio, diciendo y haciendo las cosas correctas, mientras mi corazón estaba inflado con orgullo.
Pero ¡Aleluya! Dios no nos deja donde estamos. Si verdaderamente hemos nacido de nuevo, Él nos ha dado Su Espíritu, y en Su bondad nos exhibirá (una promesa a la cual me aferro con fuerza cada día).
La revelación de Dios en mi vida se siente como agua que salpica en mi cara, despertando a mi alma aletargada por el encanto hipnótico que me lleva a la arrogancia espiritual. Tal incidente vino con el estímulo de una hermana en Cristo algunos años más joven que yo. He sido amiga, mentora y líder en su grupo pequeño. Poco importa lo que dijo, solo que mi corazón dio un vuelco al ser exhortada por esta hermana en Cristo a quien he considerado más joven que yo en todos los aspectos.
Conforme sentí la indignación levantarse y llevarme a un despertar más consciente, me di cuenta que había sido atraída, y me alejé de la pureza y sencillez de la devoción a Cristo. Ese momento de alguna manera doloroso, me proporcionó la salida para escaparme del orgullo. Su exhortación fue una oferta para regresar a Él en arrepentimiento y descansar en la obra consumada de Cristo.
Luchando por humildad
Mientras Dios nos expone, ¿Habrá cosas que podemos hacer para resistir esta tentación? ¿Cómo podemos protegernos a nosotras mismas de este peligro que siempre nos acecha? ¿Cómo podemos discernir que nuestras disciplinas espirituales comienzan a ser motivadas por un deseo de ser la persona más espiritual en la habitación? Permíteme compartir algunas maneras en que estoy luchando por una posición de humildad y una devoción pura a Cristo.
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Arrepentirse
El arrepentimiento no es algo malo que debemos evitar. Es un llamado a regresar a Dios, y como pecadoras tiene que ser la postura diaria de nuestro corazón. No veas el arrepentimiento como una prueba de fracaso, sino como una invitación a regresar a casa. Cuando la tentación se aproxime, clama a Dios y corre a Él.
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Medita
La arrogancia espiritual rápidamente convierte el estudio de la Palabra de Dios en una búsqueda de algo que twittear. Tal como si nos perdiéramos un atardecer por salir corriendo a contárselo a otros, asimismo fácilmente perdemos oportunidades de disfrutar a Dios en Su Palabra porque estamos demasiado obsesionadas con contárselo a otros. Decidir meditar y sopesar lo que leo, da a mi corazón el tiempo para empaparse en la realidad de Quién es Dios y lo que estoy aprendiendo acerca de Él. Me da el tiempo para responder a Dios y me recuerda de no estar contenta solo con aprender acerca de Él sino ¡hablar con Él!
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Estudia por diversión
Me encanta enseñar a otros acerca de Dios y ¡espero que a ti también! Pero mientras más oportunidades tengo de enseñar, más fácil me resulta, volverme a la oración y lectura de la Biblia como un medio y no como un fin en sí mismo. Por supuesto que necesito estar en la Palabra y buscar a Dios para preparar el siguiente artículo, estudio bíblico o conferencia. Pero si esa es la única ocasión en que voy a Él, el conocer a Dios se vuelve un trabajo, no un gozo. Siempre tengo como prioridad el estudiar libros de la Biblia que no tengan nada que ver con lo que voy a enseñar. ¡Estudia por diversión! Busca el carácter de Dios en Su Palabra simplemente porque Él es admirable y te ha invitado a conocerlo.
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Continúa siendo una aprendiz humilde
Yo era una joven estudiante de secundaria cuando Dios abrió mis ojos a Su Palabra. En la Biblia encontré un Dios más allá de mi imaginación y moría de ganas por saber más. Poco me preocupaba cuánto sabía o no sabía, simplemente estaba emocionada de que hubiera más por saber y que yo pudiera saberlo. ¡Qué gozo! Ahora, por Su gracia, oro que pueda permanecer tan modestamente como comencé: como una aprendiz humilde: Yo no poseo el mercado en la Palabra de Dios. Su Espíritu puede fácilmente hacer que las Escrituras alumbren a cualquier persona que Él desee, no rigen las reglas de antigüedad en el servicio. Oro que siempre pueda estar emocionada de aprender de otros a mi alrededor que aman a Dios sin importar cuán jóvenes en edad sean o cuán nuevas en la fe.
Nunca podremos estar satisfechas con algo más que no sea Dios mismo. Ser una experta en Dios y Su Palabra es un sustituto pobre y aún más, es como una cisterna rota que no puede retener el agua (Jer. 2:13) ¡Que al crecer en madurez, al enseñar a otras, al brindar sabiduría, y al encontrarnos más como mentoras que como mentoreadas, podamos luchar diligentemente por el gozo que solo se encuentra en Dios!
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