Nuestro Dios es un Dios de orden y desde el inicio vemos que en Su creación hay esferas de autoridad. Sin embargo, en la cultura en que vivimos, queremos ser independientes y autónomas, y en ese sentido existen algunos principios en la Escritura que se asignan únicamente a determinadas posiciones o roles, cuando en realidad su aplicación es mucho más amplia. Ese es el caso del concepto de la sumisión.
Esta palabra parece provocar alergia y controversia con solo mencionarla, porque estamos viviendo en un mundo que rechaza el concepto de autoridad y, como dijimos previamente, promueve la autonomía y la independencia. En el caso de nosotras, las mujeres, muchas entienden que es un término denigrante, que implica inferioridad y que solamente se aplica a nosotras, en especial si estás casada.
Sin embargo, quisiera que dejáramos a un lado los prejuicios y me permitieras aclararte que esta manera de pensar no es correcta porque el término sumisión, no se aplica solamente a la mujer, ni surgió con el matrimonio.
Este concepto tiene su origen en Dios mismo. Lo encontramos en la persona y esencia de nuestro Dios. Las Escrituras nos enseñan que es posible que dentro de una relación de unidad e igualdad se encuentra la sumisión. El Hijo, la segunda persona de la Trinidada está sujeto al Padre.
Cuando Cristo anduvo en este mundo como uno de nosotros, lo manifestó de muchas maneras; pero déjame compartir contigo dos textos: uno es Juan 6:38: «Porque he descendido del cielo, no para hacer Mi voluntad, sino la voluntad del que me envió» y el otro en Lucas 22:42 «No se haga Mi voluntad sino la Tuya». Es evidente que Él se sujetó a hacer la voluntad del Padre en lugar de hacer la suya propia, y eso es sumisión.
En la Biblia, la palabra sumisión también se usa para referirse a la obediencia de los hijos a los padres, de los criados a los amos, de los empleados a sus jefes y de todos a la autoridad establecida. En el libro de Efesios se nos dice claramente: «sométanse los unos a los otros» (5:21), ahí no hay excepción.
Por lo tanto, si hasta este momento el término te había molestado por creer que era abusivo, denigrante o algo por el estilo, confío en que te hayas dado cuenta de que estabas equivocada.
La sumisión es un asunto de actitud y de orden, pero también, y sobre todo, del corazón. Es una oportunidad única de asemejarnos a Cristo. Por eso, quiera Dios permitirnos entender que, al rechazar este concepto , nuestro problema es con Él.
Si estás casada, en Su Palabra nos dejó el mandato divino a someternos a nuestros maridos «como al Señor» (Efesios 5:22), pues el marido es «cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia» (v. 23) por lo que las mujeres deben estar sujetas a sus esposos así como la iglesia «está sujeta a Cristo» (v. 24).
Colosenses 3:18 nos enseña que esa sumisión debe hacerse «como conviene en el Señor»; además, tenemos la responsabilidad de instruir a las mujeres jóvenes a que amen a sus maridos y estén sujetas a ellos. (Tito 2:3-5). Finalmente, 1 Pedro 3:1 nos ofrece una recompensa, uno de los beneficios de obedecer ese mandato divino es que los esposos que son desobedientes a la Palabra de Dios, pueden ser ganados por la conducta sumisa de sus esposas.
¿Te has visto confrontada con esta perspectiva de lo que es la verdadera sumisión?
¿Te resistes a seguir las instrucciones de aquellos en autoridad? (Ro. 13:1)
Pídele al Señor que la visión que el mundo nos ha vendido de la sumisión no sea lo que permee tu vida, sino que renueve tu mente en esta área tan importante como mujer, y que puedas glorificarlo en todo.
Ayúdanos a llegar a otras
Como ministerio nos esforzamos por hacer publicaciones de calidad que te ayuden a caminar con Cristo. Si hoy la autora te ha ayudado o motivado, ¿considerarías hacer una donación para apoyar nuestro blog de Mujer Verdadera?
Donar $3
Únete a la conversación