En las últimas semanas, he escrito varios artículos relacionados con la sumisión bíblica y algunas de las razones más comunes por las cuales la resistimos. La más común de ellas, ha sido que nuestros esposos no se han estado comportando apropiadamente por lo que el requerimiento bíblico de someternos a ellos no debería aplicarse en nuestro caso. La segunda razón tenía que ver con la realidad de que simplemente muchas esposas son mejores líderes que sus esposos.
Otra objeción muy frecuente es que “la sumisión es algo del pasado- ya hemos sido liberadas de eso”-. Después de todo, estamos en el año 2017, ¿verdad? Logramos que se nos reconociera un estatus igualitario en las áreas más importantes de la vida, por lo que hasta el uso de las palabras “sumisión”, “sujeción” y “obediencia” dentro del contexto del matrimonio, parecerían un retroceso. Es difícil asirnos a los principios de nuestra fe cuando chocan de frente con la realidad de la cultura que es salvajemente independiente y hedonista a más poder.
Algunos argumentan que Gálatas 3:28 (No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer; porque todos sois uno en Cristo Jesús) elimina las distinciones de los roles entre hombres y mujeres. Sin embargo, eso es una interpretación errónea del texto el cual se refiere al hecho de que todos los creyentes son salvos de manera igual. No hay ciudadanos de segunda clase en el Cuerpo de Cristo. ¡Gloria a Dios!
La lucha por los derechos de las mujeres ha abierto el camino para recibir igualdad de trato en el pago del salario, así como acceso igualitario en áreas que previamente estaban cerradas a nosotras - ¡y esto ha sido extraordinario! Pero, tenemos una doble ciudadanía. Somos ciudadanas no solo de nuestros respectivos países sino también del Reino de Dios, donde Él gobierna y es soberano. La libertad que tenemos en Cristo no es una licencia para tirar por la borda todas las restricciones y hacer lo que nos plazca- sino que nos empodera a elegir obedecer Su Palabra…aún en el aspecto de la sumisión.
En una conferencia anual, el verano pasado, recibí varias miradas de consternación de parte de esposas de pastores cuando traté este tema. Pero la verdadera consternación fue mía, cuando ellas de manera valiente se levantaron y testificaron que ni siquiera asistían a las iglesias donde sus esposos eran pastores porque “no querían que sus esposos les dijeran qué debían hacer”.
Sentí dolor por ellas y por las formas en que el enemigo nos ciega a nuestro llamado de estar al lado de nuestros esposos como ayudas idóneas, estimularlos y ser sus amigas. Solo podía imaginarme el dolor que experimentaban estos esposos debido a la falta de apoyo de sus esposas.
Lancé un reto a las esposas para que preguntasen a sus esposos que, de manera honesta, compartieron con ellas cómo se sentían por la falta de involucramiento de sus esposas en sus iglesias, y a comprometerse a seguir su liderazgo si así era el deseo de ellos.
Más adelante en esa semana cuando George y yo regresamos a nuestro hotel, se nos acercó una pareja. Reconocí a la esposa como una de las mujeres de la clase, quien había expresado su objeción a congregarse en la iglesia de su esposo. Su esposo lentamente caminó hacia nosotros y tomó mi mano. Había lágrimas en sus ojos y de manera calmada me dijo “Gracias por motivar a mi esposa. Gracias.” Él sonrió, ella también. Y se alejaron.
Me resultaba difícil mantener la compostura cuando regresé a la habitación. Mi corazón rebosaba de gozo por la transformación que vendría a ese matrimonio, hogar y ministerio en la medida en que esa pareja caminase uno al lado del otro haciendo la obra de Dios.
La sumisión no ha pasado de moda, no es algo que dejó de practicarse y que podemos echar a la basura para deshacernos de ella. Si la has tirado a la basura, creyendo que está fuera de moda y ya no es algo políticamente correcto, te animo a que le quites el polvo de encima y nuevamente la observes bien. Todavía sigue estando en el corazón de Dios para Su pueblo y continúa mostrando cómo se relaciona la iglesia con Cristo. Hemos andado un largo camino como mujeres…no nos adelantemos demasiado.
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