La resolución que todos necesitamos más

Por Elisha Galotti

Debido a que vivo en el corazón de la animada ciudad de Toronto, fue un cambio de paso dulce pasar los días de Navidad con mis padres quienes viven en una finca en el Valle de Ottawa. Una tarde me senté en el estudio de mi papá con mi computadora personal abierta, pensando acerca del próximo año, lista para escribir, pero la vista desde su ventana me hizo detenerme. En todas las direcciones se extendían campos de la finca separados por viejas cercas de madera. Había estado nevando durante las últimas horas y el suelo reflejaba un blanco suave.

El Creador diseñó nuestro mundo para que tuviéramos ilustraciones de Su Gracia. En la quietud de una tarde de invierno, Él pintó un cuadro de aquellas conocidas palabras, de redención, pero nunca viejas "aunque vuestros pecados sean como la grana,
como la nieve serán emblanquecidos " (Is. 1:18).

El pacífico blanco del invierno cubriendo el rojo carmesí del pecado. Sin huella, sin sombra, ni mancha. Solo blanco perfecto. La pureza es tan hermosa que nos deja sin aliento, y vestidas en Cristo, eso somos nosotras.

A veces es difícil creer que esa descripción es verdad. Vemos nuestras fallas, nuestro pecado y de repente el optimismo de un nuevo año parece un simple cliché. Queremos crecer y hacer algo mejor este año que tenemos por delante, pero hemos fallado antes y sabemos que fallaremos de nuevo.

Un nuevo año, y ya estamos en necesidad de esperanza.

Una resolución fresca es algo bueno, bíblico, no hay nada malo en hacer resoluciones. Sino que con tanta frecuencia fallamos en cumplirlas. Son un contraste entre nosotros y Dios. Decidimos hacer algo, pero tenemos altas y bajas; fallamos y luego por gracia empezamos de nuevo. Pero no Dios. Él decide, y perfectamente lo cumple.

Quizás en este año, en la resolución que más necesitamos reflexionar no es en la que hacemos nosotras, sino en la que recibimos: una resolución, un pacto, hecho por Dios a Su Pueblo.

Haré con ellos un pacto eterno, por el que no me apartaré de ellos, para hacerles bien, e infundiré mi temor en sus corazones para que no se aparten de mí. Me regocijaré en ellos haciéndoles bien, y ciertamente los plantaré en esta tierra, con todo mi corazón y con toda mi alma. (Jeremías 32:40–41)

Imagina que nuestra habilidad para cambiar solamente se sostuviera en nuestra capacidad de mantener las resoluciones. No tendríamos esperanza. Pero nuestro crecimiento en este año se sostiene en la habilidad de Dios de mantener Su resolución para nosotras. Y Él nunca dejará de hacernos bien.

La resolución que más necesitamos no es la que hacemos sino la que recibimos; no una meta qué lograr a través de nuestro esfuerzo sino un regalo que recibimos por fe. Es una resolución que nunca será incumplida porque fue hecha por el Único que nunca falla.

La nieve siguió cayendo. El suelo está cubierto de suave nieve blanca. Cada detalle de cada copo de nieve pintado por el Artista: belleza exquisita, pureza perfecta, esperanza que perdura. Y en la quietud de la fresca gracia que se derrama, escuchamos Su Voz: Haré con ellos un pacto eterno, no dejaré de hacerles bien.

¿En este nuevo año, está tu esperanza en una resolución propia? ¿o en la resolución que no falla de Dios para ti?

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