La mentoría no tiene edad

Cuando las mujeres están en la escuela secundaria y la universidad, necesitan de todo lo que tengan a su alcance para adaptarse a la adultez, enfocándose en lo académico y las relaciones. Decimos que necesitan mujeres mayores que les llamen, les envíen mensajes de texto y se hagan amigas de ellas, que las lleven a tomar un helado y las inviten a sus casas.

A sus veintitantos, las mujeres deben dar todo lo que tienen para adaptarse a sus carreras y al matrimonio, enfocándose en construir hogares y llevar responsabilidades complejas. Decimos que necesitan mujeres mayores para ser discipuladas, reunirse semanalmente para estudiar las Escrituras y orar juntas, para invitarlas a cenar y tener tiempos de comunión. 

Cuando las mujeres se convierten en madres, se requiere de todo lo posible para adaptarse a las noches de insomnio, el autosacrificio y las abrumadoras responsabilidades de ser padres. Decimos que necesitan mujeres mayores para ayudarlas con los niños y compartir una sonrisa comprensiva acompañada de sabiduría práctica, necesitan mujeres mayores para ofrecer cuidar a los niños, servir en la guardería, enseñar en la escuela dominical y decirles que está bien llorar.

Cuando las mujeres están en edad mediana, se necesita todo lo que tienen para adaptarse a sus adolescentes, aumentar el sacrificio personal, ajustarse a la intensidad de la vida y al envejecimiento de los padres. Decimos que necesitan mujeres mayores que se hagan amigas de ellas y les muestren cómo cuidar a sus adolescentes. También necesitan mujeres mayores para que puedan recibir a los niños durante un fin de semana para que los padres puedan escapar, para que puedan enseñar a las adolescentes a coser y darles un empujoncito a los maridos para que enseñen a los jóvenes cómo trabajar en el hogar.

Cuando las mujeres llegan a sus sesenta y setenta años, se necesita todo lo que tienen para mantenerse en contacto con sus hijos adultos, dar la bienvenida al mundo a sus nietos y despedirse de sus padres (si aún no lo han hecho). A veces, los problemas de salud aumentan, o descubren que les duelen las muñecas después de cargar a los bebés, o que la vista deficiente les impide conducir de noche. Sus corazones y agendas están llenos mientras cuidan a sus maridos y nietos. Decimos que necesitan mujeres mayores que las rodeen con sus brazos durante las alegrías y las tristezas de la vida, para darles una visión para las próximas décadas. 

Cuando las mujeres tienen entre ochenta y noventa años, necesitan todas sus fuerzas para mantenerse al tanto de su salud, y mucho más para coordinar con amor sus agendas con la gran cantidad de familiares y amigos que se han reunido a su alrededor a lo largo de los años. Decimos que necesitan mujeres para hacerse amigas y mentoras a través de esta etapa de la vida.

Llamadas a apoyarnos unas con otras

Ni una sola mujer, desde la más joven hasta la más anciana está nunca totalmente disponible ni totalmente libre de complicaciones y pruebas, nunca estará totalmente fuerte para ser de apoyo. No obstante, fuimos diseñadas y llamadas para apoyarnos unas a otras. 

Cada generación de mujeres se apoya fuertemente en la anterior, en las mismas mujeres con el corazón y los brazos llenos; en las mismas mujeres que se adaptan constantemente al envejecimiento, las hormonas, las relaciones y las innumerables demandas externas.

¿Cómo puede ser? ¿Por qué no nos desmoronamos, aplastándonos unas a otras con nuestras demandas?

Milagrosamente, a medida que cada mujer alcanza rápidamente su propia capacidad y siente su propio punto de ruptura frágil, se apoya en Jesús, quien sostiene a toda la hermandad con gran fuerza, dándonos todo lo que Él tiene. 

«Así pues, ustedes ya no son extraños ni extranjeros, sino que son conciudadanos de los santos y son de la familia de Dios. Están edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular, en quien todo el edificio, bien ajustado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor» (Efesios 2:19-21).

Dios es la Roca de las Edades, el Alfa y Omega, Él va delante de las mujeres mayores y acompaña a las más jóvenes. Sobre esta base sólida, cada mujer ayuda a la otra. Allí, delante de Dios, es un lujo ser el que sirve y es un regalo ser quien recibe el servicio. 

Así que, seamos amables unas con otras. Hagamos con gusto lo que somos capaces de hacer, cuando seamos capaces de hacerlo; y busquemos ser comprensivas a medida que nos apoyamos en Cristo.

¿Quieres aprender más sobre el llamado de Dios para que las mujeres se apoyen y aprendan unas de las otras? Consulta el libro de Nancy DeMoss Wolgemuth, Adornadas: Viviendo juntas la belleza del evangelio, una mirada en profunda a Tito 2.

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Sobre el autor

Laura Booz

Laura Booz es escritora, maestra y locutora de podcasts que anima a las mujeres a amar a Dios, pensar bíblicamente y vivir vibrantemente. Ella te animará, compartirá ideas prácticas y señalará las hermosas formas en que Dios está obrando en … leer más …


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