La inmutabilidad de Dios

Parte de mi familia materna es oriunda de una pequeña ciudad en el norte de mi país, República Dominicana, que se llama Puerto Plata. Hoy en día es una ciudad turística hermosa porque tiene la belleza de sus playas y a la vez un paisaje de montaña imponente. Tuve la oportunidad, siendo niña, de viajar muchas veces a Puerto Plata y guardo recuerdos hermosos de mi niñez, de mis tiempos entre arena y caracoles y la vista majestuosa de Isabel de Torres (nombre de la montaña que se alza sobre el paisaje) junto al amor y el cuidado de la familia.

Recientemente pude regresar después de muchos años. Hubo en esos días fuertes lluvias e inundaciones, crecidas de ríos y además de todo eso, el paso inexorable de los años, hizo que todo el escenario que yo recordaba de mi niñez estuviera muy cambiado.

Desde la habitación de mi hotel, temprano en la mañana, cuando abrí la ventana pude contemplar inconmovible a Isabel de Torres. Y fue cuando Dios me concedió tener una visión más clara, usando la imagen de esta montaña, de mi pequeñez y transitoriedad, contrastadas con Su inmutabilidad y eternidad.

Los años pasan, generaciones van y vienen, mis antepasados por generaciones vivieron en Puerto Plata y contemplaron esa montaña. Hoy ellos no están, pero ella permanece, inconmovible.

Nosotras somos como la hierba y nuestra gloria como la flor de la hierba que hoy es y mañana ya no existe. Sin embargo, las Escrituras nos enseñan que Dios es inmutable, Él no cambia. Él es inmutable, no cambia en Su sabiduría, Su amor, Su gracia, Su poder, Su presencia con nosotras.

Dice la Escritura que…

Él es el Padre de las luces, en quien no hay mudanza ni sombra de variación. Él es la roca de nuestra salvación.

«Pues ¿quién es Dios, fuera del Señor? ¿Y quién es roca, sino solo nuestro Dios?». - Salmos 18:31

«Porque Yo, el Señor, no cambio». - Mal. 3:6

«Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y por los siglos». -Hebreos 13:8

Ahora, en este año que comenzó, para cada día de nuestras vidas, qué gran consuelo es estar unidas a un Dios que no cambia. Aunque las ideas de este mundo varíen, aunque se traspasen los montes al corazón del mar y la tierra sea sacudida, Él no cambia.

Lo que Él dijo hace cientos de años sigue siendo verdad al día de hoy porque Él es un Dios inmutable:

  • Él es quien perdona todos nuestros pecados.
  • Él echó nuestros pecados en lo profundo del mar.
  • Él que comenzó en nosotras la buena obra la llevará hasta el fin.
  • Él tiene planes de bien y no de mal para darnos un futuro y una esperanza.
  • Nunca se volverá atrás de hacernos el bien; se deleita en hacernos bien.
  • Todas las cosas obran para el bien de los que amamos a Dios y hemos sido llamadas por Él para ser conformadas a la imagen de Su Hijo.
  • Todo lo que necesitamos en esta vida y para la piedad ya nos ha sido dado por Su divino poder.
  • El que no escatimó a Su propio Hijo, ¿cómo no nos va a dar con Él, todas las cosas?
  • Nadie nos separará del amor de Cristo…

Porque Dios no cambia, nosotras podemos descansar y confiar seguras de que Su Palabra no cambia, y estas promesas y todas las demás, han sido, son y serán así mientras Dios sea Dios, y serán nuestra ancla mientras vamos transitando por esta vida hacia la eternidad.

Él es esa roca, la piedra angular, y como piedras vivas, nosotras estamos siendo edificadas en ese edificio que es Su iglesia. Él no cambia ¡Gloria a Dios! Nosotras sí cambiamos y el que no cambia es quien está cambiándonos a Su imagen. Y será así hasta que Él regrese o nosotras vayamos a estar con Él.

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Sobre el autor

Patricia Acebal de Saladín

Patricia vive en Santo Domingo, República Dominicana. Está casada con Eduardo Saladín, pastor de Iglesia Bíblica del Sola Gracia en Santo Domingo. Le apasiona llevar el mensaje de la feminidad bíblica a las mujeres de habla hispana. Su anhelo es … leer más …


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