La impostergable misión de instruir a los hijos | Parte I

Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y diligentemente las enseñarás a tus hijos, y hablarás de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. Y las atarás como una señal a tu mano, y serán por insignias entre tus ojos. Y las escribirás en los postes de tu casa y en tus puertas.

Deuteronomio 6:6-9

Con la primera luz de la mañana los niños se despiertan, tienen un sensor que detecta rápidamente cuando sus papás se levantan, así no hagan el más mínimo sonido, un nuevo día ha llegado.

Papá hace el desayuno y mamá trae las Biblias, cuadernos y muchos lápices a la mesa. De fondo mamá enciende una música suave.

Suena perfecto, pero la verdad es que más imperfecto de lo que imaginas.

Mamá inicia su lectura y  escribe, acompaña a uno de los niños al baño, vuelve, lee otro poquito y tiene que levantarse a darle una bebida a otro hijo, vuelve y continúa la lectura, mientras el hijo más grande también lee su Biblia, interrumpe a su mamá y le pregunta algo sobre lo que está leyendo, mamá nuevamente detiene su lectura y le explica a su hijo la pregunta, de pronto la más pequeña lanza todos los lápices al piso o escribe la mesa con tintas lavables, eso sucede muy a menudo, mamá se levanta a recoger un limpiador,  vuelve a la mesa retoma la lectura, ¿Dónde iba? Es una pregunta recurrente.

El niño más grande escribe un texto en un cuaderno y lo pinta. La pequeña que aún no escribe, pinta todo lo que tiene a su paso, también con su Biblia para bebés, hallando entre los dibujos figuras conocidas, y las señala con felicidad. Después de una extensa conversación, canciones, y hasta confesiones, por fin pueden hacer una muy breve oración.

Eso es apenas unos pocos ejemplos de cómo luce una mañana en mi familia.

Ahora si suena tan imperfecto como es, con sus reiteradas interrupciones, sus ausentes silencios, pero con la más hermosa memoria que puedan guardar en sus pequeñas mentes y corazones.

No siempre fue así, tras varios momentos de frustración por no tener un momento a solas de mañana, había comenzado a sentirme que buscar a Dios era algo imposible. Tenía la mejor excusa para calmar mi culpa, “con los niños no puedo”.

Abrumada por las estructuras que había en mi mente de cómo debía ser un devocional ideal, fallaba una y otra vez. Entonces fui confrontada de muchas maneras, mi esposo en especial fue a quien Dios quiso usar para enfocarme en la meta y no en las formas y me dijo;

“…esta podría ser una solución a tu problema; espera a que los niños sean mayores y ahí puedes buscar al Señor.”  Él sabía que no podría tomarme una pausa de años sin buscarlo solo porque no lucía perfecto. Sus palabras fueron duras pero necesarias para hacerme entender que Dios me había dado esos hijos y que todo implicaba una tarea aún mayor: como dice Deuteronomio, la gran responsabilidad de enseñar diligentemente la Palabra de Dios a nuestros hijos.

Dios nos da instrucciones de cómo debemos enseñar Sus verdades a la generación venidera. En todo lugar, a toda hora, diligentemente, y plasmándolas por todas partes.

“Escríbelas en los postes de tu casa y en tus puertas...”  ¡Esto es muy literal en mi hogar!

Una manera práctica que nos ayudó mucho a desarrollar este tiempo de enseñanza fue iniciar un Diario Bíblico, lo que nos permite una dinámica flexible para buscar juntos al Señor, aprender las Escrituras y así grabar la Palabra de Dios no solo en un cuaderno sino principalmente en los corazones.

Cada día es un momento único en el cual como mamás podemos más que nunca hacer nuestras las palabras de Proverbios 22:6 “Instruye al niño en su camino y aun cuando fuere viejo no se apartará de él. Los niños pueden ser instruidos en cualquier camino y de hecho con la era tecnológica en que vivimos estoy convencida que pueden ser formados por la televisión, el internet, amigos, etc., nosotras tenemos la misión de enseñarles las verdades del Creador y de sembrar en ellos el Evangelio con el fin de que vean a Cristo.

Deleitémonos en leer Su Palabra y en orar sabiendo que, aunque hubo algunas interrupciones, Él estuvo con nosotras, tal vez no fue la oración más extensa ni un estudio profundo, pero Él está entre nosotros perfeccionando Su obra.

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Sobre el autor

Débora Dilge de Peralta

Débora esta casada desde hace 16 años con Victor Peralta, Pastor de la Iglesia Cristiana de la Gracia, en Bahía Blanca, Argentina. Tienen dos hijos a quienes educan en el hogar y juntos como familia alojan niños con necesidad de … leer más …


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