Sabes que tienes un adolescente en casa cuando ellos empiezan a corregirte por usar las palabras de forma incorrecta.
«Mama, eso no es lo que la palabra ‘épico’ significa, la estás usando incorrectamente»
«¿No se considera un error épico de crianza cuando tu hijo te corrige?»
Mi hijo tiene la razón en un punto: las palabras tienen significado. Es muy importante el que nosotras sepamos utilizarlas de manera correcta, de lo contrario no podremos comunicarnos el uno con el otro. El problema es que en nuestra sociedad el significado de las palabras es variado, siempre está cambiando al compás de la cultura. En nuestro mundo postmoderno, de la misma manera en que las personas piensan que no hay absolutos morales, ellos también quieren redefinir las palabras de forma que encaje en sus deseos.
Desafortunadamente, esto es algo que también pasa en círculos cristianos. Tomemos la palabra gracia, es una de las palabras pilares de nuestra fe; no tenemos fe sin ella. Casi todo el mundo, incluyendo a los no creyentes, conoce las palabras del himno Sublime Gracia. Pero algunas veces cuando escucho a creyentes utilizarla, me pregunto si estamos hablando de la misma cosa. Es como si te encontraras con alguien con quien estuviste en la secundaria y están hablando de un amigo en común, María Peréz, solo para darte cuenta de que habían dos Marías y que cada uno estaba hablando de acerca de una diferente de la otra.
Hay múltiples maneras en las que he escuchado la palabra gracia mal utilizada o mal interpretada. A veces las personas enfatizan la gracia en una área de su vida pero no en otra. Otras veces la utilizan de manera alterna con otras palabras como paciencia o dominio propio. Pero lo que más me preocupa es cuando la definen como «pasar por alto algo» (la mayoría de las veces, pecado). Algo así como: «esto es lo que soy y Dios me acepta de esa manera. Él me da la gracia de ser yo misma».
La gracia de Dios es mayor, profunda y más asombrosa de lo que la mayoría de las personas pueden imaginarse. Es importante para nosotras el poder entender la gracia bíblicamente para que cuando escuchemos a las personas hablar o leer en un blog, articulo o libro, nosotras sepamos de que dicho autor está hablando. El creer que la gracia es algo diferente de lo que la Biblia enseña no es solo engañoso, sino que es peligroso para nuestra fe.
La maravillosa gracia de Dios
La gracia es el favor inmerecido de Dios hacia los pecadores. Es amor y bondad que no merecemos. Comenzó en la eternidad pasada cuando Él nos escogió en Cristo para ser adoptados en la familia de Dios (Efe 1:4-5). Por Su gracia, Él nos despertó de la muerte espiritual y nos dió una vida nueva.
Y Él os dio vida a vosotros, que estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo…
Pero Dios, que es rico en misericordia, por causa del gran amor con que nos amó, aun cuando estábamos muertos en nuestros delitos, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia habéis sido salvados), y con Él nos resucitó, y con El nos sentó en los lugares celestiales en Cristo Jesús (Efesios 2:1-6)
Si no fuera por Su gracia, no tuviéramos el deseo de conocerle. En nuestro pecado, amamos la oscuridad, no amamos la luz. Pero Él nos levantó de la muerte y nos trajo a la luz de Su gracia.
El la gracia de Dios la que nos salva. No podemos salvarnos a nosotras mismas; la salvación es una obra de Dios. «Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.» (Efesios 2: 8-9)
Así como escribió R.C. sproul: «A menos que nazcamos del Espíritu de Dios, a menos que Dios derrame su santo amor en nuestros corazones, a menos que Él se incline en Su gracia para cambiar nuestros corazones, no lo amaremos. Él es el que toma la iniciativa para restaurar nuestras almas .»
Una gracia que entrena
Al salvarnos, Dios perdona nuestro pecado gracias a el sacrificio de Cristo en nuestro lugar, y acepta la vida perfecta y justa que Cristo que vivió por nosotros. Pero Él no nos deja continuar en nuestro pecado. Él no simplemente pasa por alto nuestro pecado y dice que está bien o que el pecado no importa. En lugar de eso, nos entrena para que por su gracia nos despojemos el pecado y en su lugar nos vistamos de obediencia.
Porque la gracia de Dios se ha manifestado, trayendo salvación a todos los hombres, enseñándonos, que negando la impiedad y los deseos mundanos, vivamos en este mundo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador Cristo Jesús, quien se dio a sí mismo por nosotros, para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo para posesion suya, celoso de buenas obras. (Tito 2:11-14)
Por Su gracia, Dios nos cambia y nos transforma a la imagen de Su Hijo. Esa es la meta final, que seamos como Cristo. Esto quiere decir que debemos hacer morir el pecado remanente en nosotros. Significa volverse en arrepentimiento de nuestra forma de vida anterior. Significa buscar caminar en el Espíritu y no en la carne.
Hay mucho que hacer en ese proceso de transformación, pero es la gracia de Dios lo que al final está trabajando en nosotras, transformándonos a la imagen de Cristo. «Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para conmigo no resultó vana; antes bien he trabajado mucho más que todos ellos, aunque no yo, sino la gracia de Dios en mí.» (1 Cor 15:10) Y podemos descansar en que Dios continuará su obra en nosotros hasta que sea completada en gloria.
«Gracia» es una hermosa palabra que es esencial para nuestra fe. Es el fundamento en el cual nos podemos mantener en pie. Desde el principio hasta el fin— desde nuestra salvación, a la santificación y a la glorificación— todo es por la gracia de Dios. Es por esta razón que su gracia es tan importante para nuestra fe, necesitamos saber lo que significa para no ser arrastradas por doctrinas erróneas. Y es por eso que mientras más aprendamos, entendamos y consideremos—cuán profunda y cuan ancha es— más podremos cantar con asombro, «Sublime Gracia del Señor, que a un infeliz salvó».
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