Imagina por un momento que tienes una hija enferma con una extraña y desesperante condición, y has perdido la esperanza de que pueda ser sanada. De repente, a tu ciudad llega el único médico que tiene el conocimiento para devolverle la salud. Has escuchado de él, pero no tienes cómo poder verlo. Nadie más que Él puede ayudarte, y solo tienes un momento, una oportunidad para poder presentarte ante él y ver si te concede el escucharte. No pierdes un instante, sabes que debes ir tras él y rogar que por favor te dé la oportunidad de llevar a tu pequeña ante él. ¿Qué harías?
Esta es la imagen que viene a mi mente sabiendo que el cuadro real era mucho peor. Esta niña estaba endemoniada y su madre solamente había escuchado desde lejos quién era Jesús, pero la fe es poner la esperanza en la Persona correcta, y con su poco conocimiento sobre Él, ella se aferraba a la certeza de que solamente el Hijo de David podía sanarla. Esto es interesante, porque esta mujer era griega y además sirofenicia (Mr. 7:26); descendía de griegos que vivían en la región de Tiro y de Sidón.
A pesar de ser una mujer pagana, ella llama al Señor por este nombre lleno de significado. Es la promesa de que Él cumpliría todo lo profetizado en las Escrituras sobre su persona. Mateo inicia el evangelio diciendo «Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David» (Mateo 1:1). Así que, ella entra en la casa llamándolo a voces de esta manera, esperando ser atendida.
La reacción de Jesús
Jesús está enfocado por el momento en las ovejas de Israel, Su tiempo de hacer más público Su ministerio no parece haber llegado todavía; pero aquí se encuentra, lo que parece una «cita divina» con una mujer de una fe inquebrantable, a pesar de su poco conocimiento del Señor.
Ella irrumpe en la casa en que Jesús se encuentra, y clama, pidiendo a gritos Su atención, a tal punto que los discípulos le suplican que la atienda para que se marche. Jesús, que no rechaza a nadie, aquí permanece callado ante su súplica, y cuando habla, lo hace para decirle algo que nos deja a todos sorprendidos. Él había sido enviado a las ovejas de Israel y no estaba bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos (Mt. 15:24, 26).
Los israelitas con frecuencia se referían a los que no eran judíos como perros, pero ella, llena de humildad y perseverancia, no le importó el comentario; por el contrario, fue animada a clamar con más fe. «Pero aun los perrillos, debajo de la mesa, comen de las migajas de los hijos» (Mt. 15:28), le respondió. Jesús sabía su gran necesidad y no buscaba humillarla, sino que Él conocía la fe de ella y la llevaba a mostrarla. Por eso le respondió: «Deja primero que se sacien los hijos»; ella está dispuesta a esperar lo que el Señor le pida, pero no a rendirse; «Sí, Señor…pero aun los perrillos debajo de la mesa comen las migajas de los hijos» (Mt. 15:27-28).
Una frase de confianza y de gran fe que tiene una enorme recompensa. Jesús hace el milagro y sana a su hija quedando libre del demonio que la atormentaba.
¿Qué puedo yo aprender de este pasaje y hacerlo personal para mí?
- Jesús nos ama de una manera personal y conoce todas nuestras necesidades. Él orquestó un encuentro divino con esta mujer para evidenciar su fe y mostrar Su poder. Quizás ella misma no sabía cómo había creído en el Hijo de David poniendo toda su fe únicamente en Él; pero Cristo puede orquestar situaciones en que de la misma manera nuestra fe se aferre sola y únicamente a Él.
- No es la cantidad de fe que tenemos, sino en Quién está depositada esa fe.
- Mi fe debe ser persistente; esta es una invitación continua: «Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá» (Mt 7:7). Dios tiene el tiempo perfecto para responder nuestra oración, necesitamos orar y no desmayar, como la viuda que clamaba ante el juez injusto en la parábola de Lucas 18:1.
- Puede ser que la respuesta demore; si es así, es porque mi fe necesita ser probada y fortalecida.
- Jesús no necesita estar presente para que la oración sea respondida.
Señor, que yo pueda verte siempre como lo único que necesito, y que mi esperanza no importa lo que atraviese, esté solamente en Ti.
*Citas tomadas de la versión Reina Valera de 1960.
Una versión de este artículo fue publicado en el blog del Ministerio Ezer das click aquí
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