Cuando pienso en la palabra «compasión», puedo definirlo como: ser de ayuda o soporte a alguien que quizá no pueda llevar a cabo por sí mismo cualquier acción o tarea. Solo imagina cuán gratificante y hermoso sería poder ver un rostro lleno de felicidad y agradecimiento por recibir un acto de compasión de parte nuestra.
«¡Cuanto te agradezco! ¡Te lo agradezco mucho!» dice la madre cansada, quien tuvo la ayuda de alguien para cuidar de sus hijos sin costo alguno, y quien, por gracia, también recibió un día de spa, totalmente gratis. Por otro lado, tenemos a un padre sin empleo, que recibe un año de renta gratis, o la chica recién graduada del colegio, quien se entera que su jefe va a ayudarla a poder ir a la universidad.
Lamentablemente, así no es como la vida funciona para muchas de nosotras. Por alguna razón mi esposo y yo aún estamos pagando mensualmente nuestra hipoteca, y yo sigo esperando poder ganarme un día de spa gratis.
Consumida por mis ideas de lo que parece ser la compasión, puedo pasarlo por alto cuando entra a mi vida de otras maneras, como la búsqueda compasiva de un Dios santo.
El diccionario en línea «Dictionary.com» define Compasión como: un sentimiento de profunda simpatía y dolor por el otro quien es afectado por una desgracia, acompañado por un fuerte deseo de aliviar el sufrimiento.
No hay duda de que nuestro Dios compasivo desea aliviar nuestro sufrimiento. Sin embargo, Dios no puede siempre aliviar nuestro sufrimiento físico sin aliviar nuestro sufrimiento espiritual. La primera prioridad de Dios, es nuestro bienestar espiritual; mientras nuestras prioridades tienden a ser nuestro bienestar físico. La diferencia en estas prioridades puede causarnos confusión.
Mientras la compasión de Dios se centra en revivir nuestras almas corruptas, con frecuencia nuestra compasión se centra en mejorar la vida actual de las personas. Pero lo que es más difícil de entender, es cómo Dios usa nuestro sufrimiento físico para traer alivio espiritual.
Por compasión, Dios permite cosas difíciles
Si la vida hubiese sido siempre como yo quería, no habría conocido bien a Dios. Estaría "conforme" en mis propias circunstancias, sin necesidad de buscar ningún tipo de ayuda. Dios permite que nos sucedan cosas difíciles por nuestro propio bien. Las cosas que no parecen ser, ni se sienten como un acto de compasión para nosotras, son la esencia misma del amor de Dios; ya que esas circunstancias indeseables nos terminan llevando a Él.
No son los días fáciles los que aumentan nuestra fe. Es el hecho de encontrarnos a nosotras mismas intactas, aun después de batallar en esos momentos difíciles, lo que hace aumentar nuestra confianza en Dios. Hebreos 11:6 dice: «Sin fe es imposible agradar a Dios», por compasión Dios nos permite varios momentos difíciles para probar y crecer en nuestra fe. (1 Pedro 1:7)
Cuando estamos en medio de la adversidad, ciertamente no sentimos a Dios siendo compasivo con nosotras, sino más bien indiferente. Debo recordarme constantemente que Dios está conmigo y no contra mi. Su compasión se centra más en mi interior y no en mi gratificación instantánea.
Antes bien, «si aflige, también se compadecerá según su gran misericordia» (Lam 3:32)
Dios se negará a eliminar las dificultades para que le busquemos, lo encontremos, y nos demos cuenta que no hay mayor bendición que conocerlo a Él.
Por compasión, Dios algunas veces dice «No».
¿Quieres saber un secreto?
Yo no siempre pido a Dios por lo que es mejor. Mis motivos pueden ser egoístas y mi visión miope. Esto es una cosa buena de Dios, Él no siempre me da lo que le pido, o podría estar viviendo en un paraíso con todo el dinero del mundo, siendo completamente miserable porque he reemplazado al Dios de mi salvación con cosas insignificantes.
Escuchar un «no» de Dios puede ser difícil de entender, especialmente cuando estoy pidiendo por algo bueno y su respuesta silenciosa me está rompiendo el corazón. El «no» de Dios puede sentirse duro, sin amor y sin compasión.
¿Pero, sabes qué es lo que necesitamos más que cualquier otra cosa? necesitamos a Dios. Pedirle a Dios por algo que no sea Él mismo, es rogarle a Dios por menos. Cuando pedimos por cosas que nos impiden ver la gloria de Dios, que nos impiden crecer en nuestra fe o por cosas que pueden apartarnos del camino de la santidad, ruégale al Señor para que Su respuesta, sea un «no».
Es la búsqueda compasiva de un Dios Santo el darnos a sí mismo; en lugar de todo aquello por lo que pedimos.
Por compasión, Dios nos hace santos.
Nosotras pensamos que llegar a tener todo lo que queremos, cuando nosotras queremos, es lo que nos hará felices; pero no es así. El gozo reside en la presencia de Dios, no en la presencia de las cosas. La Santidad es el camino rápido a la felicidad. Por tanto, la búsqueda compasiva de Dios siempre nos mueve en dirección hacia la santidad, aun cuando esta pueda ser dolorosa.
Esta es la razón por la que el apóstol Pablo se gozó en su sufrimiento. Él conoció de primera mano que «el sufrimiento produce resistencia y la resistencia produce carácter y el carácter produce esperanza» (Rom 5: 3-4). Esta reacción en cadena toma lugar cuando permitimos que el sufrimiento haga su trabajo, volviéndonos más como Cristo.
Cuando nos extraviamos, Dios nos disciplina como un padre amoroso, impidiendo que nos perdamos en la búsqueda de Su santidad. Y aunque no es divertido reconocer nuestro pecado (ya que esto resulta ser vergonzoso), el perdón y la reconciliación que nos esperan al otro lado del camino de la confesión, es la evidencia de la continua compasión de Dios.
Dios nos ama tanto que no permitirá que permanezcamos sumergidas en nuestros pecados para toda la vida. «En esto se manifestó el amor de Dios en nosotros: en que Dios ha enviado a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por medio de Él». (1 Juan 4:9)
Por compasión, Dios nos envió al Salvador
Es fácil perder de vista la increíble bondad de Dios, que ya ha sido mostrada a nosotras, cuando estamos atrapadas en los afanes y los momentos difíciles de la vida. No, no somos las que estamos sosteniendo un cheque que diga que nuestra hipoteca ha sido pagada. En Cristo estamos sosteniendo algo mejor, un certificado de redención, certificando que nuestra deuda espiritual ha sido pagada.
Siendo incapaces de liberarnos a nosotras mismas del control del pecado, Jesús intervino para hacerlo por nosotras. Incapaces de hacernos a nosotras mismas santas, Jesús nos cubrió de santidad, dándonos el poder de hacer lo que es correcto por medio de la morada de su Espíritu Santo. Nosotras no pedimos nada de esto, pero Dios nos lo da libremente.
«Y cuando ustedes estaban muertos en sus delitos y en la incircuncisión de su carne, Dios les dio vida juntamente con Cristo, habiéndonos perdonado todos los delitos, habiendo cancelado el documento de deuda que consistía en decretos contra nosotros y que nos era adverso, y lo ha quitado de en medio, clavándole en la cruz». (Col 2: 13- 14)
Por compasión, Jesús nos ha entregado mucho más que un día gratis en el spa o una casa libre de hipotecas. Nos ha dado vida eterna. En Cristo, podemos ahora conocer, amar y estar con Dios ahora y para siempre. Por tales razones deberíamos estar llenas de agradecimiento.
Alabado sea el Señor por su búsqueda omnipresente, interminable, santa y compasiva de nuestros corazones.
Ayúdanos a llegar a otras
Como ministerio nos esforzamos por hacer publicaciones de calidad que te ayuden a caminar con Cristo. Si hoy la autora te ha ayudado o motivado, ¿considerarías hacer una donación para apoyar nuestro blog de Mujer Verdadera?
Donar $3
Únete a la conversación