Quizá muchas de nosotras sabemos o hemos escuchado de la batalla de sexos que se dio lugar en el mundo del tenis en 1973, entre Billie Jean King de 29 años y Bobby Riggs de 55 años. El movimiento feminista estaba en su punto más álgido y miles de aficionados se dieron cita para ser espectadores, otros tantos seguían la transmisión por medio televisivo. Billie le dijo a Bobby: «Cualquier cosa que hagas, yo la haré mejor». Riggs por su parte dijo: «Un veterano como yo podría derrotar a la mujer más joven del momento». Pero ella lo venció y pudo «demostrar» que las mujeres eran superiores. Después de esto surgieron algunos reality shows para mostrar que «las mujeres eran mejores».
¿Pero cómo comenzó todo?
La batalla real no se dio en ese evento deportivo, la batalla dolorosa fue la consecuencia del pecado que surgió en Edén y que ha causado dolorosas consecuencias entre hombres y mujeres. No hay persona que no haya sido afectada por esta gran batalla que vino como resultado de la caída. Fue lamentable, Adán respondió al estímulo de Eva que fue engañada con astucia (2 Co. 11:3). Su pecado no la eximió de la responsabilidad, ella había pecado. Del mismo modo, Adán era culpable (1 Ti.2:14) y no quedó eximido de pecado, había quebrantado el pacto. Así que, aunque con motivos diferentes, ambos fueron responsables de su pecado, y así entró el pecado de la humanidad: «En Adán todos mueren» (1 Co.15:22).
Esperanza para el pecador
El maravilloso plan de redención había sido pensado y diseñado desde la eternidad. El pecado no sorprendió a Dios en ningún momento como algunos pudieran pensar, el maravilloso plan de redención ya se había puesto en marcha desde la eternidad. En Gen. 3:14-15, vemos este hermoso plan de redención: el proto evangelio. Adán y Eva cayeron, y eso fue lamentable. Pero en Génesis 3:14-15 aparece una esperanza, las nuevas de salvación, el anuncio de un Salvador para redimir al pecador. En medio de una batalla entre Cristo y Satanás, finalmente Jesús ganaría la batalla (Ro.16:20). La promesa de Dios acerca de la semilla de la mujer, esto es Cristo, confirmaría la victoria sobre Satanás, mostrando el amor, la gracia y la misericordia de Dios triunfando sobre el pecado. Y a pesar de la desobediencia de ellos, en esa guerra había una luz de esperanza para la humanidad, ¡no todo estaba perdido! No todo está perdido para ti y para mí que seguimos en esa lucha constante de arrebatar el diseño de Dios.
El daño que causó el pecado, trajo dolor y muerte
Dios había puesto todo de manera correcta, pero después de la caída, Eva no consideró la posición y rol que Dios le había dado a Adán, sino que actuó como si él no estuviera allí, y peor aún, como si Dios no hubiera dado instrucciones. El daño causado trajo dolor y muerte, tanto para la feminidad como para la masculinidad. Ahora ambos experimentamos dolor de maneras diferentes a raíz de la caída. La batalla real empezó aquí y ¡aún sigue gritando a nuestros oídos!
En el libro de Diseño Divino nos encontramos con una definición que nos trae luz a este tema:
«El pecado tergiversó el deseo positivo de la mujer de responder sensiblemente al hombre y lo convirtió en un deseo negativo de rebelarse contra él. El pecado tergiversó el impulso positivo del hombre de usar su fortaleza para guiar, proteger y suplir las necesidades de la mujer y lo convirtió en una tendencia negativa a abusar de ella, o cederle sus responsabilidades a ella» p. 141.
Dios creó los sexos para vivir en unidad y armonía, pero el pecado provocó competencia y rivalidad entre ambos. Por esa razón, hoy las mujeres salen a la calle a manifestarse en contra de lo diseñado por Dios expresando un total desacuerdo al rol que Dios les dio. Los hombres no son el problema, el problema está en nuestro corazón. Nos manifestemos pensando que sabemos más que Dios cuando rehusamos el diseño perfecto, y nuestras relaciones se ven afectadas con Dios, nuestros esposos e hijos.
El diseño para ambos era perfecto desde la eternidad
Fuimos diseñados hombre y mujer con el único y hermoso propósito de mostrar a Cristo y su Iglesia (Ef. 5:22-32). Nuestro rol es tener un carácter receptivo y dócil. No creas la mentira que te dice el mundo de que tienes derecho a ser mejor que los hombres o que eres superior a ellos; ese no es tu rol, ese no es tu diseño. No es nuestro papel intentar corregir la relación entre el hombre y la mujer, el problema tan añejo de la batalla de los sexos solo puede ser tratado por Dios a través de Jesús, quien es el Cordero perfecto, suficiente y capaz de cubrir nuestro pecado y vestirnos con Su justicia. ¡Corramos a Él! ¡Solo Él puede restaurar nuestra verdadera feminidad y masculinidad para Su Gloria!
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