La armadura de Dios: toma tu casco, cuida tu mente

Cuando estaba en el segundo grado de primaria, durante la clase de educación física, mi mejor amiga y yo pensamos que sería divertido que ella tratara de darme la vuelta entrelazando las manos a través de nuestras piernas. No recuerdo claramente qué se suponía que debíamos estar haciendo en ese momento, pero estoy segura de que la hazaña acrobática que nos propusimos realizar no tenía nada que ver con la clase de la señorita Stater.

Pero no importaba, nada nos iba a detener. Así que, con toda la emoción que dos niñas con coletas pueden contener, me volteé dándole la espalda a mi amiga, y nos agarramos las manos por entre las piernas. ¡Uno, dos, tres! … ella tiró tan fuerte como pudo, y ¡pumm! Mi cabeza se estrelló contra el suelo del gimnasio.

Les contaría más, pero, no recuerdo mucho después de eso. Recuerdo el dolor. Recuerdo estar sentada en la dirección esperando a que mi mamá viniera por mí, y recuerdo haberme palpado la frente que se sentía deforme. Ahora que lo pienso, hay múltiples ocasiones en las que llevar un casco sería perfectamente apropiado, como andar en bicicleta, conducir una moto o hacer esquí alpino. No creo que la clase de educación física de segundo año debería estar en esa lista.

Sin embargo, el apóstol Pablo dice en Efesios 6 que la vida que vivimos en Cristo debería de formar parte de esa lista. El versículo 17 dice que la quinta pieza de nuestra armadura espiritual debe ser el casco de la salvación.

La verdadera batalla está en nuestra mente

Si el objetivo de Satanás es hacerte caer rápidamente, ¿dónde crees que ataque? Así es, él utiliza las tres D´s – duda, desesperación y desánimo – todas están centradas en la mente, volviendo imperativa la necesidad de usemos un casco. Evidentemente, no físicamente, pero espiritualmente, a todas nos vendría bien un casco de pensamiento diario e intencionado centrado en Cristo.

Muy a menudo, el campo de batalla en el que me encuentro no está fuera de mí, sino en el centro de mi mente. Si estoy deprimida y sin fuerzas, es porque está en mi mente. Si estoy enfocada y feliz, es resultado de lo que está en mi mente. Los pensamientos de ansiedad comienzan en la mente, así como la acción llena de confianza. Cuando permito que la preocupación ande libremente por mi cabeza, se multiplica más rápido que la gripa en un salón de clases.

Hay gozo y paz cuando mis pensamientos están centrados en Cristo. También hay seguridad. Cuando Jesús está al frente de mis pensamientos, es menos probable que sea persuadida por el enemigo. Pero, por el contrario, cuando solamente estoy siendo consumida por mis metas y capacidades (o la falta de ellas), sin ningún pensamiento de Cristo, entonces bien podría poner un letrero de bienvenido para que mi enemigo espiritual entre directamente.

No estoy diciendo que el diablo o sus aliados puedan leer nuestra mente. Solo Dios conoce nuestros pensamientos. Pero nuestro enemigo espiritual no necesita leer nuestra mente cuando nuestro lenguaje corporal y nuestras decisiones proceden de la mente. Nuestros pensamientos afectan todo lo que hacemos. Romanos 8:6-7 dice: «Porque la mente puesta en la carne es muerte, pero la mente puesta en el Espíritu es vida y paz. La mente puesta en la carne es enemiga de Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, pues ni siquiera puede hacerlo».

Entonces, ¿qué hace Dios para ayudarnos? Él bondadosamente escribe la ley en nuestras mentes.

Dios nos da lo que necesitamos

En Hebreos 8:10, el Señor dice: «Porque este es el pacto que Yo haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: Pondré Mis leyes en la mente de ellos, y las escribiré sobre sus corazones. Yo seré su Dios, y ellos serán Mi pueblo». Esa es una promesa maravillosa. En Cristo tenemos la oportunidad de pensar y escoger adecuadamente porque Dios pone lo que es bueno y verdadero en nuestras mentes.

Escucha, amiga mía, la protección contra nuestro enemigo espiritual no consiste solamente en pensar positivo; es cuestión de pensar de manera Cristo-céntrica. No es cuestión de voluntad propia, sino de la voluntad de Dios.

Yo puedo tratar de pensar positivamente todo el tiempo, pero no es hasta que mis pensamientos se centren en Cristo, y en Su plan y propósito; que mi mente, y por consiguiente mi corazón y mis acciones seguirán siendo vulnerables a las mentiras del enemigo.

Somos más propensas a desesperarnos ante las circunstancias presentes cuando le permitimos al enemigo distraernos de quiénes somos en Cristo y de las bendiciones que tenemos en Él. Pero cuando destruimos especulaciones y todo razonamiento altivo que se levanta contra el conocimiento de Dios, y ponemos todo pensamiento en cautiverio a la obediencia de Cristo (2 Cor. 10:5), la victoria es nuestra.

No es casualidad que Pablo llama a esta pieza de la armadura el «casco de la salvación». La protección para nuestras mentes comienza y termina con el evangelio; hemos sido redimidas y declaradas santas por gracia a través de la fe en Cristo. Aparte de la salvación no tenemos ninguna vía de combate para luchar contra el diablo, pero con ella tenemos más de lo que necesitamos para declarar la victoria en cualquier circunstancia.

El problema radica en que, en lugar de ver la salvación como una realidad de nuestro presente, la vemos como un evento pasado o futuro. Pero vivir cada día a la luz de nuestra salvación, es lo que crea espacio en nuestra mente para tener paz, esperanza, gozo, y la liberación de todos aquellos lugares errados a donde nuestros pensamientos les gusta vagar. Y no sé tú, pero a mi mente le gusta divagar.

Todo se centra en la obra de Cristo

Ponerse el casco de la salvación diariamente significa que recordaremos a diario quiénes somos en Cristo. Las muchas bendiciones que experimentamos hoy son un resultado directo de lo que sucedió en el Calvario.

En Cristo, hemos sido rescatadas del dominio de Satanás y trasladadas al reino de la luz por lo que ocurrió entonces (Col. 1:13). Estamos llenas de poder, amor y dominio propio gracias a lo que Cristo hizo (2 Tim. 1:7). Son estas verdades del evangelio las que previenen que nos descarriemos. No lo podemos sobre pensar, tampoco podemos sobre enfatizarlo, todo regresa al evangelio.

Dios no solo nos salvó de ir al infierno, (aunque, si eso hubiera sido todo lo que habría hecho, sería suficiente). Dios nos ha dado mucho más. Por ejemplo, la habilidad de vivir y pensar justamente. También nos ha dado acceso al trono celestial minuto tras minuto y nos ha otorgado un certificado de adopción.

Ponerte el casco de la salvación significa aceptar la tarea que Dios nos ha dado de renovar diariamente nuestra mente con Sus promesas y de acuerdo a Su perspectiva (Romanos 12:2). Filipenses 4:8 dice: «Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo digno, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo honorable, si hay alguna virtud o algo que merece elogio, en esto mediten». ¿Por qué? Porque es así de importante.

Toma cada pensamiento cautivo para Cristo

Nuestros pensamientos hacen una gran diferencia. Esas pequeñas ideas de miedo y frustración que dejamos que se acumulen en nuestra mente pueden ser muy perjudiciales. Debemos luchar para pensar correctamente sobre Dios y sobre nosotras mismas.

Llevar un inventario de las cosas que vemos, escuchamos y aceptamos como verdad debe ser una prioridad. ¿Son agradables a Dios las imágenes y las palabras con las que permitimos que nuestra mente se deleite? Si no lo son, probablemente no deberíamos otorgarles un espacio premium en nuestras mentes.

Hay una razón por la cual Dios nos dice que pongamos la mira en las cosas de arriba y no en las de la tierra (Col. 3:2). Isaías 26:3 dice: «Al de firme propósito guardarás en perfecta paz, porque en Ti confía». Hermana, eres una hija querida de Dios. Una de las cosas más proactivas que puedes hacer es meditar en todas las bendiciones que tienes en Cristo.

Es verdad, los cascos nos son necesarios para la mayoría de nuestras actividades diarias, pero el casco de la salvación centrado en Dios es fundamental para cualquier seguidor de Cristo. Tal vez no podremos protegernos de todas las cosas malas que suceden, pero en definitiva podemos proteger nuestra mente a través de la reflexión bíblica intencional y los recordatorios persistentes de la verdad.

Así que, no cedas a esos pensamientos poco dignos. Recuerda quién eres en Cristo, y deja que el casco de la salvación te proteja.

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Sobre el autor

Stacey Salsbery

Stacey Salsbery es esposa de granjero y madre de cuatro hijos. Cuando no está sirviendo una comida, viajando en un tractor con su esposo o llevando a los niños a practicar, la encontrará escapando de la locura escribiendo devocionales en … leer más …


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